Las Iglesias de Oriente

Cuando hablamos de las “iglesias de Oriente” pensamos, casi inmediatamente, en las iglesias precalcedonenses separadas de la antigua Iglesia unida – los armenio-gregorianos, los coptos, los etíopes y los siro-jacobitas – o bien en las iglesias ortodoxas, calcedonenses, ligadas a los patriarcados de Alejandría, de Antioquía, de Jerusalén y de Constantinopla que rompieron la comunión con la Iglesia de Roma. Hoy, al elenco de las iglesias ortodoxas, habría que añadir, al menos, el arzobispado del Monte Sinaí, la Iglesia de Rusia, de Georgia, de Serbia, de Rumanía, de Bulgaria, de Chipre, de Grecia, de Polonia y de Albania; a parte de las iglesias ortodoxas autónomas (Finlandia, Japón, China y Hungría).

Pero este rápido recorrido –seguramente incompleto- por el Oriente cristiano no agota toda su realidad. Algunas de estas iglesias orientales se unieron, parcialmente, a la Iglesia romana. El 22 de Noviembre de 1439, la Bula “Exultate Deo” de Eugenio IV selló la unión con Roma de parte de los armenios. En 1442, se logró una unión parcial con la Iglesia copta de Egipto. En 1444, una unión similar con los sirios. Entre los siglos XVI y XIX se fueron sucediendo nuevas uniones y así surgieron las llamadas “Iglesias católicas orientales precalcedonenses”.

Un caso singular es el de la Iglesia maronita; defensora ardiente de la ortodoxia de Calcedonia que nunca se separó de la comunión con Roma. Desde el Líbano, los cristianos maronitas emigraron a Chipre, a Palestina, a Egipto, a Australia, a África y a América del Norte y del Sur.

Actualmente, además de los maronitas, existen 21 Iglesias orientales católicas, con sus propios ritos; es decir, con su “patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinar, que se distingue por medio de la cultura y de la historia de los pueblos, y se expresa en el modo de vivir la fe de cada Iglesia ‘sui iuris’”.

En la carta apostólica “Orientale Lumen” (2 de Mayo de 1995) del Papa Juan Pablo II se exhorta a los cristianos de Oriente y de Occidente a avanzar en el conocimiento recíproco: a “conocer la liturgia de las Iglesias de Oriente; profundizar el conocimiento de las tradiciones espirituales de los Padres y de los Doctores del Oriente cristiano; tomar ejemplo de las Iglesias de Oriente para la inculturación del mensaje del Evangelio; combatir las tensiones entre Latinos y Orientales e impulsar el diálogo entre Católicos y Ortodoxos; formar en instituciones especializadas para el Oriente cristiano a teólogos, liturgistas, historiadores y canonistas que puedan difundir, a su vez, el conocimiento de las Iglesias de Oriente; ofrecer en los seminarios y en las facultades teológicas una enseñanza adecuada sobre esas materias, sobre todo para los futuros sacerdotes. Son directrices siempre muy válidas, en las que deseo insistir con particular fuerza”.

La inmigración a España de muchos cristianos orientales – de Iglesias en plena comunión con Roma o de Iglesias aún separadas formalmente de Roma- nos brinda una ocasión providencial no sólo para conocernos más, sino también para mantener contactos recíprocos orientados al encuentro y al intercambio. No podemos olvidar que la Iglesia santa de Dios es signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios y de la unidad del género humano (cf Lumen gentium, 1).

Guillermo Juan Morado.