Una homilía para el aniversario de don José Domínguez González, sacerdote

Aniversario de don José Domínguez González

Parroquia de san Pablo, Vigo, 9 de febrero de 2024

 

En esta santa misa celebramos el aniversario de d. José Domínguez González. Nacido en Luneda el 17 de septiembre de 1932, falleció en Vigo el 9 de febrero de 2023. Con nuestra plegaria nos insertamos en la más genuina tradición cristiana, porque, como nos recuerda el Catecismo, “desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios” (n. 1032).

El pasaje del evangelio según san Marcos (Mc 7,31-37) sitúa a Jesús en un territorio pagano: “pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis”. El Señor anticipa la misión de la Iglesia, que se dirige a todos los hombres de todos los pueblos; también a los paganos, a los que no comparten la fe en el único Dios. Y hoy no hace falta moverse de casa para habitar en medio de paganos. Incluso la Iglesia padece un proceso de secularización interna que provoca la tentación de reducir el mensaje cristiano a “una propuesta moral fácilmente asimilable por la cultura dominante” (cf El Dios fiel mantiene su alianza, 51).

La presencia del Señor, sus signos y milagros, causa asombro: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37). El Señor, como si realizara un exorcismo, mete sus dedos en los oídos del sordo y toca su lengua para que aquel hombre quedase curado. A su acción une la súplica al Padre y el poder de su palabra: “Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, ábrete). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente” (Mc 7,34-35).

Este gesto sigue estando presente – aunque no de modo obligatorio - en la liturgia del bautismo, en el rito del effetá, cuando el sacerdote toca con el dedo pulgar los oídos y la boca del niño y dice: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”.

¡Cuántas veces habrá repetido don José este rito! Él, que a lo largo de casi sesenta y tres años de sacerdocio – había sido ordenado en Vigo, el 26 de junio de 1960 –, bautizó a tantos niños. También él, personalmente, era muy consciente de la gracia del primero de los sacramentos y por eso no celebraba el día de su cumpleaños, sino el aniversario de su bautismo.

Jesús, a través de la Iglesia, nos abre los oídos para que seamos capaces de escuchar su Palabra, para que podamos creer, y nos suelta la lengua para hacernos aptos para la proclamación del Evangelio. Se trata de escuchar con devoción la Palabra de Dios, depositada en la Sagrada Escritura unida a la Tradición, y de proclamarla con valentía (cf DV 1). Es una llamada que compromete a todo bautizado y, del modo que les es propio, a los sacerdotes, que “tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios” (PO 4).

Don José no escatimaba tiempo para leer y meditar la Sagrada Escritura, rezando con piedad y atención la Liturgia de las Horas y haciendo cada día la lectura del santo Evangelio. Tampoco ahorraba esfuerzos a la hora de anunciar, de predicar a otros, lo que él había escuchado y creído.

Hoy le pedimos al Señor, por intercesión de la santísima Virgen María, que don José, sacerdote, que fue en este mundo administrador de los misterios de Dios, pueda gozarlos en su plenitud en la realidad de la gloria. Amén.

 

Guillermo Juan Morado.

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