Hacer bien el bien

En otro blog de este portal se informa de que un sacerdote, que ejerce su ministerio en el ámbito rural, ha celebrado - se sobrentiende que solo él - trece veces la Misa del Domingo de Ramos y que tiene proyectadas cuatro celebraciones para el Jueves y otras tantas para el Viernes santo.

Nada que objetar a la disposición personal de ese sacerdote, en lo que tiene de muestra de sacrificio y de dedicación; en definitiva, de amor a Jesucristo y al pueblo que se le ha confiado. No pretendo, en estas breves consideraciones, rebajar ni un átomo esos méritos.

No obstante, me preocupa que lleguemos a considerar que un horario de culto así establecido sea mínimamente normal. Objetivamente, no lo es. Sigue estando vigente el canon 905 del Código de Derecho Canónico que establece, como norma general, que “no es lícito que el sacerdote celebre más de una vez al día”. Y añade el mismo canon que “si hay escasez de sacerdotes, el Ordinario del lugar puede conceder que, con causa justa, celebren dos veces al día, e incluso, cuando lo exige una necesidad pastoral, tres veces los domingos y fiestas de precepto”. Esa es la norma, que no debería convertirse en la excepción.

¿Por qué una ley así? Entiendo que la finalidad de la misma es velar por la verdad de los sacramentos y de todas las celebraciones del culto. Es tan precioso el culto a Dios que debe ser tratado con esmero. Santo Tomás de Aquino decía que “en los signos sacramentales no debe haber falsedad. Ahora bien, es signo falso aquel al que no corresponde la cosa significada” (Suma de Teología III, 68, 4).

¿Cabe garantizar la veracidad de las celebraciones cuando apenas hay margen para que puedan vivirse de modo pausado y sosegado? ¿Se puede seguir hablando de la Misa del Domingo de Ramos si se celebra ya el viernes o el sábado por la mañana? Yo creo que no. Que es imposible. Es más, que un sacerdote no tiene la potestad para alterar de ese modo las cosas.

Las celebraciones del Jueves y del Viernes Santo no son de precepto. Es muy bueno que los fieles participen en ellas, pero la Iglesia no les impone la obligación de hacerlo. Quizá porque es consciente de que no en todas las parroquias o lugares de culto se pueden llevar a cabo de manera verdadera y significativa. No se trata de cumplir un expediente, se trata de tributar culto a Dios del mejor modo posible, tal como la Iglesia lo prescribe, para que contribuya a la edificación y santificación de los fieles.

¿Acaso no sería preferible, más razonable y más conforme al derecho y a la verdad de las celebraciones, animar a los fieles a desplazarse a los templos más grandes para poder celebrar los misterios de la fe de modo más significativo? ¿Acaso no sería mejor que, allí donde este desplazamiento resultase imposible, prever el rezo de la Liturgia de las Horas o incluso algún acto de piedad que ayudase a los fieles a contemplar la Pasión del Señor, como el Rosario o el Via Crucis?

Los sacerdotes que no ahorran esfuerzos en su dedicación merecen respeto y reconocimiento. Pero quienes tienen la responsabilidad de gobernar la Iglesia han de estar alerta para que el bien se haga bien. He de suponer que ya lo están y que, poco a poco, estas iniciativas se irán encauzando de modo adecuado. De hecho, me parece ver en el calendario arriba mencionado que, muy acertadamente, solo se señala una celebración de la Vigilia Pascual.

Escribo esto con la mayor deferencia y respeto. Pero nuestros blogs los lee mucha gente y creo que también, sin ningún ánimo de polémica, es bueno proporcionar un contrapunto que sirva de orientación.

 

Guillermo Juan Morado.

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