Había estado (II), escrito por Norberto

Melitón había acreditado en muchas ocasiones su valor, su valentía, además de sus dotes de mando, habían sido premiadas con el grado de decurión, el más joven de toda la V Legión (Macedónica), requiriendo un permiso del centurión, y la recomendación por escrito del legatus, pero a Melitón nada parecía fuera de su alcance, lo que se proponía lo conseguía. Podía contarse con él, su cohorte le admiraba, su turma le adoraba, pues daba la cara por sus hombres, y, no solo en la retaguardia sino en la batalla: más de la mitad de sus hombres, mayores, en edad que él, le debían la vida, pues, heridos, había cargado con ellos, bajando del caballo, hasta lugar seguro, antes de proseguir el combate, todos, desde el prefecto hasta el último recluta, sabían de qué materia estaba hecho Melitón, su lema era Gloria victore, honor victe.

Estaba acampada su cohors equitata en las afueras de Damasco, cuando su centurión le llamó para encomendarle una misión, él pensaba que, de nuevo le propondrían un puesto en la escolta del imperator, ya lo había rechazado dos veces, pues no quería volver a Roma y se enfurecía si alguien le pedía explicaciones, sin embargo esta vez era distinto.

-Ave centurio!

-Ave decurio!, acompáñame, el legatus quiere verte.

Apenas repuesto de la sorpresa, siempre disciplinado calló y no indagó para qué, la primera autoridad de la V Legio, le requeriría, ya había hecho servicios especiales otras veces, pero nunca con órdenes directas de la primera autoridad. El legatus fue a recibirles al porche que daba cobijo a la puerta de entrada de la residencia, no era un palatius sino una domus dignatarii, acogedora, y acogedor parecía Cayo Fabio Mario, que compartía nombre con el gran reformador militar, de quien era descendiente, y digno, por cierto.

-Acomodaos, ahora sois mis invitados, pocas veces tengo la dicha de complacer, y corresponder, a mis mejores hombres, éste es el momento, y golpeándose por tres veces las palmas de las manos, chocándolas, los sirvientes portaron bandejas con frutas frescas y secas, vino y aves trinchadas acompañadas de cuencos de plata con especies orientales, para que los comensales aderezaran al gusto los manjares.

El legatus llevó la voz cantante, recordando anécdotas y hechos comunes, estaba dotado de ese encanto personal de la alta clase romana, su familia ubicada entre la nobleza más antigua y reconocida; cada vez que relataba algún sucedido, conocido por los presentes, decía a la conclusión:

- Pues no sabéis lo mejor, resulta que…, y a partir de ahí formaba un cuentecillo en el que la sátira estaba presente, no en vano el legatus era amigo de Petronio y había estudiado a Aristófanes, las carcajadas atronaban la estancia y reverberaban por la domus; los sirvientes, algunos entendían latín, reían igualmente, su tono era cómico y divertido parecía haberse mutado de militar, y duro, en actor.

Cuando las risas amortiguaron su volumen, los sirvientes retiraron las bandejas sustituyéndolas por otras que contenían confites y pasteles, todos de fina repostería siria que rubricaron una cena que nuestros comensales no olvidarían por motivos bien diferentes; tras unos instantes de silencio, mientras degustaban los postres y apuraban unas copitas de aqua ardens, que procedía de unas ánforas de barro que contenían destilado con cerezas, el legatus tomó la palabra :

- ¡Por Júpiter, es que no os interesa saber para qué os he llamado!.
Los militares, de un salto, se incorporaron del monoclinium y se pusieron en pie en posición de firmes, Cayo Fabio, sonrió de satisfacción por sus hombres: sabían estar en la risa, en la batalla, en el respeto a la lealtad, les admiró por su disciplina y su contención, no habían traspasado ningún límite ni en la conversación, ni en la comida, ni en la bebida; por eso les rogó, poniéndose él mismo de pié, que se acomodaran de nuevo y con una señal los sirvientes trajeron nuevas copas, pero éstas tenían tres cerezas que maceradas habían absorbido una buena cantidad de aqua ardens especiado; Cayo tomo una de ellas y sucesivamente, por rango, lo hicieron, cada uno de su copa, el centurión y Melitón, entonces dijo :

- Creedme que estoy apenado, tanto que vuestra presencia es, a la vez, gozo y dolor, Rómulo ¿consientes que Melitón nos deje y vaya de refuerzo a Judea?, sí, ya sé, dilecto centurión, que no necesito tu aprobación, pero también conozco lo que este joven decurión supone para ti, el mejor de tus oficiales, tu alter ego. Quiero que sepáis, y esto que no salga de aquí, que tampoco consentiré su marcha si él mismo no acepta, si queréis hablarlo entre vosotros, os dejo a solas.

El centurión y el decurión cruzaron una mirada, que en unos segundos, zanjó la situación:

- Legatus, no te ausentes, está clara nuestra decisión- dijo el centurión- iremos los dos, dinos cuándo y cómo y partimos al destino que nos has encomendado.

Cayo Fabio, emocionado abrazó a ambos con sincero sentimiento, es verdad que no esperaba menos conociendo a los personajes, pero eso no quitaba un ápice de admiración por sus oficiales preferidos. Entonces les contó que su compañero de gymnasium Poncio Pilato le había mandado una epístola en la que le rogaba refuerzos, haciéndose cargo de los gastos, pues un tal Ioshua bar Iosef estaba produciendo un reforzamiento moral de los judíos, multitudes le buscaban y seguían, presentándose como Mesías, una vieja leyenda judía sobre un Libertador, en fin un compromiso personal, también le concernía pues todo lo que afectaba a Roma le incumbía, naturalmente, no era asunto de su responsabilidad, pero…

Los militares se despidieron tras brindar y pedir a los dioses los mejores augurios, al llegar al campamento, Melitón recibió las novedades de su turma que transmitió a Rómulo, a los pocos minutos los centinelas ocuparon sus garitas y todos se retiraron a sus tiendas a descansar. Así pues, a la mañana siguiente, tras reclutar algunos voluntarios, formaron una patrulla, que se encaminó, a lomos de sus cabalgaduras a Jerusalén.

Norberto.

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Nota del blogger: Agradezco este relato de Norberto. Por mi parte, anuncio unas largas vacaciones de blog. Necesito parar. Pensaré durante este tiempo cómo continuar mi colaboración en Internet: bien manteniendo el blog o bien limitándome a colaboraciones puntuales en temas de opinión. Debo hacer compatibles muchas ocupaciones y el tiempo es escaso.

Muchas gracias a todos. ¡Feliz descanso! Para lo que no hay vacaciones es para la oración de unos por otros. Tan necesaria e incluso urgente.

Guillermo Juan Morado.