Lex canendi, lex credendi

Suele cantarse en muchas partes durante la Misa una canción que contiene esta estrofa:
“Este es el momento de alegrar la mesa con el vino y con el pan, que consagraremos y que ofreceremos y que hemos de comulgar. Este es el momento de llegar confiados a la mesa del altar, porque tu palabra vivificadora nos acaba de llamar.”
La expresión “que consagraremos” no es conforme con la fe católica.
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Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
1353 En el relato de la institución, la fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre.
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 73, a. 3). En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina “real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen “reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 39).
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo declara que:
«No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas (De proditione Iudae homilia 1, 6).
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión:
«Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada» (De mysteriis 9, 50). «La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela» (Ibíd., 9,50.52).
1376 El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (DS 1642).
1377 La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Concilio de Trento: DS 1641).”
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Estos textos enseñan una verdad fundamental de nuestra fe: por la consagración eucarística se opera la conversión de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, conversión que la Iglesia llama aptísimamente “transustanciación”.
Ahora bien, es claro que la consagración así entendida es obra, en primer lugar, de Dios, en segundo lugar, del ministro ordenado, y en tercer lugar, de nadie más.
Lo dicen así los textos citados:
“…por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.”
¿Qué palabras y qué invocación tienen ese poder? Obviamente, las del ministro ordenado, y no las de ningún otro miembro de la asamblea litúrgica.
“…la fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre”
Mismo comentario. Esas palabras no son las de un miembro cualquiera de la asamblea, sino las del sacerdote ministerial.
San Juan Crisóstomo, citado por el Catecismo, lo deja claro:
“El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”
La cita de San Ambrosio hace ver la relación entre todo esto y la “consagración”:
“…esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado”
Y la cita del Concilio de Trento lo establece en forma definitiva:
“…por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre;”
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Por tanto, si por la consagración se opera la transustanciación eucarística, y si el poder de realizar en forma ministerial e instrumental la transustanciación eucarística es exclusivo del sacerdote ordenado, entonces la consagración eucarística es exclusiva del sacerdote ordenado, y esa canción que dice que nosotros, todos los que estamos celebrando la Eucaristía, “consagraremos” el vino y el pan es contraria a la fe católica.
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La prueba al canto es que de hecho esas palabras de la consagración ("Esto es mi Cuerpo…") las pronuncia solamente el sacerdote, no el pueblo.
Por tanto, decir que el pueblo “consagra” es estar alejado no solamente de la fe de la Iglesia, sino también de la realidad empírica.
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El peligro de una canción así está en que como evidentemente nosotros los simples fieles no obramos la transustanciación eucarística en modo alguno, si decimos entonces que nosotros consagramos la Eucaristía, la conclusión es que la consagración eucarística no obra la transustanciación y entonces en la Eucaristía no hay transustanciación ni tampoco por tanto Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo.
Esa estrofa es por tanto totalmente ajena y extraña a la fe de la Iglesia y a su culto.
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En su lugar, se podría cantar, por ejemplo, algo así:
“Este es el momento de alegrar la mesa con el vino y con el pan, que presentaremos y que ofreceremos y que hemos de comulgar. Este es el momento de llegar confiados a la mesa del altar, porque tu palabra vivificadora nos acaba de llamar.”
Lo cual, sin ser tampoco la perfección del canto litúrgico ni nada que se le parezca, al menos no es herético.
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El cancionero eucarístico del post-Concilio es tal vez uno de los signos más elocuentes y formidables de la crisis de fe y de doctrina que viene padeciendo la Iglesia desde hace varias décadas.
Si se quiere comenzar por alguna parte la ineludible tarea de restauración, ése podría ser un punto de partida humilde pero importante.
21 comentarios
Eso sí, agradezco si alguien acerca alguna otra muestra de teratología lírico-litúrgica.
Saludos cordiales.
El tema de la música no es un tema menor, es capaz de moldear la espiritualidad, para bien o para mal. A San pio x le preocupó especialmente, quien dio la regla: un canto será tanto más apropiado para la liturgia cuanto más se acerque, en melodía, ritmo y estilo, al gregoriano.
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Claro, ahí ya entramos en lo sublime, pero antes de eso, al menos llegar a lo ortodoxo ya sería un paso de gigante.
Saludos cordiales.
Quizá es el primer post que no te agradezco mucho, Néstor, pues hasta el día de hoy era felizmente ignorante de ese canto, heterodoxo y feo, que, a Dios gracias, nunca tuve que padecer. Pero ha sido la excusa para traer a colación la sana doctrina, así que, con todo, muchas gracias.
A la objeción que dijera que "consagrar" tiene otros sentidos en español, pues ahí el contexto parece que lo lleva a la significación indicada. Tampoco comulgamos ("que comulgaremos"), propiamente, el pan y el vino, está claro, pues toda la substancia de los mismos es transubstanciada. Se comulga el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En todo caso, habiendo bellos cantos populares, el Ofertorio bien podría hacerse en silencio, contra esa especie de "horror silentii" que ya denunciaba J. Ratzinger. Ni siquiera es necesario que el sacerdote pronuncie en alta voz, en el Novus Ordo, "Bendito seas...".
Por último, aunque pueda parecer un detalle, en el caso de que la fórmula de la consagración del vino no empleara la metonimia del cáliz, pienso, y entiendo que con santo Tomás, que debería ser propiamente "esto (en neutro) es mi sangre", tal como se hace con la consagración del pan y que santo Tomás explica maravillosamente.
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Sí, de acuerdo, corrijo. En cuanto a la teratología, en efecto, es dura, pero necesaria y sirve para mostrar por contraste la verdad.
Gracias y saludos cordiales.
"Oh Maria, mare mia,
salvadora del mortal..."
Pero ya lo hemos arreglado:
"Oh Maria, mare mia,
oh consol del trist mortal..."
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En realidad las letras heterodoxas de canciones litúrgicas post-conciliares no fueron redactadas en el Concilio ni constan en sus documentos.
Y bien, eso es lo que propongo, a veces el cambio de una palabra soluciona el problema.
Saludos cordiales.
"Hoy te quiero contar Jesús Amigo,
que contigo estoy feliz,
(...)
En cada pedacito de este Pan,
completo estás y así te das.
(...)
De ahora en adelante
nada nos separará; ya lo verás.
Te escondes en el Pan
(...)
Y ahora cada vez que el sacerdote
eleva el Pan en el altar,
me pongo de rodillas porque sé
que en esa Hostia Tú estás.
Te escondes en el Pan
y aunque no te pueda ver,
te puedo acompañar,
es mi lugar preferido.
(...)
Me vuelves a salvar
como lo hiciste en la cruz,
y en cada Misa Tú repites tu sacrificio".
- No es pan, es el Cuerpo de Cristo.
- No sé si me separaré o no de Dios en el futuro, puedo condenarme o cometer un pecado mortal.
- Cristo no me vuelve a salvar, Él murió una sola vez y para siempre.
- En la Misa no se repite el Sacrificio, se hace presente.
O las de Hakuna:
"Estoy aquí, en este trozo de pan". (Huracán)
Etc.
Y después los curas se preguntan por qué la gente ya no quiere venir a Misa.
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Lo primero, junto con claros errores como eso de que nada nos separará como cosa ya cierta y garantizada, es como un esfuerzo de recalcar verdades de fe importantes hoy día a veces olvidadas, pero dichas de un modo errado, como Ud. señala.
Es cierto que también está el recurso a la licencia poética, que no faltó antes del Concilio, pero hoy día es algo muy delicado dada la tremenda falta de formación doctrinal de muchos fieles.
Hace tiempo que tengo la impresión de que hay demasiado pan en la Iglesia. Es cierto que el Señor dice que Él es el Pan vivo bajado del cielo, y que el que come de ese pan vivirá eternamente.
Pero en esa misma frase hay algo que a veces hoy día no queda claro: Él es el pan. Y por eso agrega que el que come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna, eso no se lo suele oír cantado hoy día.
Ni siquiera es que Él esté en el pan, como dice la canción, solamente, sino que Él es el pan: "Esto es mi Cuerpo..."
Eso es justamente la transustanciación.
Por ejemplo, podrá gustar o no, pero esta estrofa de otra canción dice lo mismo que el Evangelio según San Juan:
"Qué bueno es el pan que Tú nos das, regalo de tu amor, Jesús. Qué bueno es el pan que Tú nos das, el pan sabroso que eres Tú."
Todo depende, además, de la catequesis que rodee ese tipo de expresiones, lo cual hace que hoy día el problema sea ciertamente preocupante.
Saludos cordiales.
Por ello el ofertorio comienza como sigue:
"Recibe, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, está ofrenda sin tacha que yo, indigno siervo tuyo, te presento a Ti, .....".
Cierto que también se repite después varias veces "te ofrecemos ..." , "nuestro sacrificio..." , pero después de afirmar primero que es el sacerdote quien presenta la ofrenda.
Hoy se tiende a desconocer esta preeminencia del sacerdote en el ofrecimiento del sacrificio. Y en general a confundir el sacerdocio común de los fieles con el ministerial.
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Es claro que hoy día hay una cierta mentalidad "democrática" que tiende erróneamente a igualar a los simples fieles con los ministros ordenados.
Pero los fieles también ofrecen propiamente el Sacrificio, asociándose a la ofrenda que hace el único Sacerdote, Cristo Nuestro Señor, por medio del ministro ordenado, que actúa "in persona Christi".
Como dice el Catecismo:
"1141 La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan, a través de todas las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales" (LG 10). Este "sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos sus miembros (cf LG 10; 34; PO 2)"
Enseguida aclara el Catecismo que no todos los miembros de la Iglesia tienen la misma función en la celebración litúrgica (n. 1.142).
Saludos cordiales.
En todo caso, ahí estamos hablando de sensibilidades estéticas, que es un terreno mucho más movedizo.
Lo urgente en mi opinión es desterrar del cancionero habitual las proposiciones claramente contrarias a la fe católica, que tampoco es una tarea hercúlea teniendo en cuenta que a veces cambiar una palabra soluciona el problema como se ve en el "post".
Saludos cordiales.
TúFalso, de toda falsedad. El apostol Pablo era una eminencia en materia de la ley judía (y ni hablar de que era ciudadano romano, con todo lo que eso implicaba en esa época). Y Pablo fue buscado expresamente por Cristo. Y que decir de Zaqueo, que era jefe de los publicanos y rico; y también fue buscado expresamente por el Señor.
Has venido a la orilla
No has buscado a sabios ni a ricos
Tan solo quieres que yo te siga
Tú¿Dios necesita mis manos? Vaya herejía. Cristo no necesita nuestras manos; todo lo contrario, nosotros lo necesitamos a Él, porque por nosotros mismos no podemos hacer nada (Jn 15:5). Otra cosa es que quiera que nuestras manos obren lo que Él enseñó.
Necesitas mis manos
Mi cansancio que a otros descanse
Amor que quiera seguir amando
¿Y la canción de que "La Misa es una fiesta muy alegre"? Ni saben que la Misa es la renovación de manera incruenta del sacrificio cruento del Señor en la Cruz. Y que cada vez que el sacerdote sube el presbiterio, está subiendo al Calvario. Como decía Santo Tomás de Aquino, que en la Misa ponemos en obra el Salmo 50(51):19
Mi sacrificio, oh Dios,Pero bueno, nadie enseña nada hoy día, las catequesis son cualquier cosa menos catequesis.
es el espíritu compungido;
Tú no despreciaras, Señor,
un corazón contrito y humillado.
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Lo de "no has buscado ni a sabios ni a ricos" se cambiaría con fruto por "no nos has buscado ni por nuestra sabiduría ni por nuestra riqueza", que a lo mejor era la intención original, vaya a saber.
Lo de "necesitas mis manos", sí, a la letra, indefendible.
Con cosas como que la Misa es una fiesta muy alegre, el problema que yo tengo es que cuando se habla de la alegría es porque no se la tiene. Suena a sonrisa obligatoria o algo así.
Es como el chiste que dice que le preguntaron a un noble inglés qué era un "gentleman", y contestó: "Alguien que no usa nunca esa palabra".
El discurso sobre la alegría es propio del subjetivismo moderno, en su variante ombliguista. Al realismo lo que le importa es aquello que por su excelsa verdad y bondad nos hace estar alegres.
En vez de hablar de la alegría, lo que hay que hacer es presentar, hacer palpar, los motivos que tenemos para estar alegres, que no son muchas veces alegres en sí mismos, como todo lo que sucedió en el Calvario.
Saludos cordiales.
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Esa es la respuesta a estas palabras del sacerdote: "Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios Nuestro Señor".
De hecho, nos ofrecemos a Dios en cada Misa, en unión con la ofrenda de Cristo. ¿Cómo hacer eso sin ofrecer al mismo Cristo?.
Dice Rom. 12, 1 - 2: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."
¿Hay en la Iglesia un culto racional distinto de la Eucaristía o separado de la Eucaristía? ¿Puede haber un sacrificio que presenten los fieles que esté separado del Sacrificio de Cristo?
1 Pedro 2,5: “También ustedes, como piedras vivas, son edificados como casa espiritual, para ser un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.”
¿Cómo no va a estar incluida allí la Eucaristía, que es el Sacrificio por excelencia de la Nueva Alianza?
Por eso dice Pio XII en la encíclica "Mediator Dei":
"106. Así lo declararon ya amplísimamente algunos de nuestros antecesores y de los Doctores de la Iglesia. «No sólo —así habla Inocencio III, de inmortal memoria— ofrecen el sacrificio los sacerdotes, sino también todos los fieles; pues lo que se realiza especialmente por el ministerio de los sacerdotes, se obra universalmente por el voto o deseo de los fieles». Y nos place aducir al menos uno de los múltiples dichos de San Roberto Belarmino a este propósito: «El sacrificio —dice—, se ofrece principalmente en la persona de Cristo. Así pues, esa oblación que sigue inmediatamente a la consagración es como una testificación de que toda la Iglesia concuerda con la oblación hecha por Cristo, y de que ofrece el sacrificio juntamente con El».
"107. Los ritos y las oraciones del sacrificio eucarístico no menos claramente significan y muestran que la oblación de la víctima la hace el sacerdote juntamente con el pueblo. Pues no solamente el ministro sagrado, después de haber ofrecido el pan y el vino, dice explícitamente, vuelto hacia el pueblo: «Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea aceptable ante Dios Padre todopoderoso»; sino que, además, las súplicas con que se ofrece a Dios la hostia divina las más de las veces se pronuncian en número plural, y en ellas, más de una vez, se indica que el pueblo participa también en este augusto sacrificio, en cuanto que él también lo ofrece. Así, por ejemplo, se dice: «Por los cuales te ofrecemos o ellos mismos te ofrecen... Rogámoste, pues, Señor, recibas propicio esta ofrenda de tus siervos y también de todo tu pueblo... Nosotros, tus siervos, y tu pueblo santo,...ofrecemos a tu excelsa Majestad, de tus propios dones y dádivas, la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada»."
Saludos cordiales.
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Para ver lo mejor hay que ver siempre las circunstancias concretas. En este caso, es mucho más factible cambiar algunas palabras o versos de algunas canciones existentes que sustituirlas por otras canciones.
Por supuesto que esto último debería hacerse siempre que se pueda. Pero tampoco se puede canonizar un estilo musical como si fuese el único posible. Son dos grados esencialmente diversos de mal el de la heterodoxia doctrinal y el de la inconveniencia estética, y el primero es sin duda mucho más importante.
En la Iglesia ha habido varios estilos musicales muy buenos. Decir que el gregoriano es lo único sería nada menos que condenar la polifonía, a Palestrina y a Vitoria, por ejemplo.
No es bueno confundir lo relativo con lo absoluto, sobre todo cuando es urgente remediar errores y abusos precisamente en el plano de lo absoluto.
Saludos cordiales.
"Aquí estamos, Señor, en tu casa otra vez (...)
Es la fiesta del Pueblo de Dios".
Esa tiene la excusa de que "celebrar", en castellano, significa festejar. Además de solemnizar.
Letra entera:
"Aquí estamos Señor, en tu casa otra vez,
qué alegría volverte a encontrar.
Vamos a compartir y expresar nuestra fe
como hermanos en torno al altar.
EN EL NOMBRE DE DIOS VAMOS A CELEBRAR
EL MISTERIO DE LA SALVACIÓN
EL SEÑOR NOS DARÁ SU PALABRA Y SU PAN
ES LA FIESTA DE LA COMUNIÓN.
Partiremos tu pan, signo de comunión,
beberemos tu vino de amor;
y a la vez sellarás con nosotros Señor
una alianza que viene de Dios.
Nos amaste Señor como nadie jamás
nos da fuerza tu fidelidad;
en la mesa de Dios hoy nos transformarás
En fermento de comunidad".
El Pan de Dios es el que da Vida al mundo...
Pero no sé por qué sospecho que no están hablando del Pan consagrado.
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Es claro que no puede haber nada más festivo que la Misa, salvo, seguramente, el Cielo, pero es que la Misa es el anticipo del Cielo, precisamente.
El problema es otro, es que la fiesta cristiana no es una fiesta con globos y payasos donde todo el mundo está continuamente riéndose.
Al menos en esta vida, es una fiesta en dos etapas: muerte y Resurrección.
Como dije antes, el llamar "pan" a la Eucaristía no es necesariamente malo, de hecho el Señor mismo la llama así en el Evangelio según San Juan. Y tampoco hay porqué entender "in malam partem" una letra como ésta que Ud. pone aquí, en la cual no hay ninguna barbaridad explícita como aquella de "que consagraremos" a la que dediqué el "post".
Lo que sí hay que notar en que en esta letra que Ud. presenta no hay nada que permita sospechar que el "pan" es el Cuerpo de Cristo.
Con lo cual, en realidad, el "pan" se vuelve más misterioso que en la fe católica, porque si no es el Cuerpo de Cristo ¿a qué tanto barullo con el susodicho pan? Y si lo es ¿cómo no decirlo?
Parece claro que sí están hablando del pan consagrado, porque evidentemente están hablando de la Misa, pero por eso mismo sería de desear que quedase claro que ese "pan" es en realidad el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Saludos cordiales.
Desde el principio he afirmado que el sacrificio se ofrece por el sacerdote, en la persona de Cristo, en nombre de toda la Iglesia, ofrecimiento al que se unen los fieles. De ahí el uso primero del singular ("... yo, indigno siervo tuyo") y después del plural ("te ofrecemos ...).
Como explicado por Pío XII (no XI) en la encíclica Mediator Dei.
Ocurre como con el doble confiteor: primero el sacerdote y después los acólitos o todos los fieles.
Hay, sin duda, una tendencia errónea a rebajar la preeminencia del sacerdote y confundirlo con los fieles. Como en el confiteor único y común. O como en la canción "consagraremos y ofreceremos".
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Claro, pero "consagraremos" es la afirmación explícita de algo que es contrario a la fe.
Saludos cordiales.
Otra tendencia errónea muy extendida: la de poner por sistema juntas ambas presencias, la espiritual en la Escritura y la real (corporal pero invisible) en las sagradas especies del Pan y del Vino, con la finalidad de igualarlas.
Lo cual se ve en la novedad de poner en el santuario, cerca del sagrario, un ejemplar de la Biblia en una urna o atril.
Apenas tenía yo 10 años cuando san Juan XXIII lo inauguró y había cumplido los 13 cuando san Pablo VI lo clausuró.
Aún hallándome en tan tierna edad, lo seguí con mucho interés, consciente de que no toda generación puede vivir un acontecimiento como éste, a través de los medios de comunicación social y las explicacines que nos daban los salesianos. He leído todos sus documentos.
Si puse ésto ayer fue por el cansncio y la tristeza de leer comentarios en otros bloogs, en éste afortunadamente no, despotricando de la magna asamblea.
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En efecto, en este "blog" sostenemos que el Concilio Vaticano II es un Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica y que ha sido aceptado por todos los Papas posteriores al Concilio, por todos los Obispos en comunión con esos Papas y por todos los fieles en comunión con esos Obispos, y que eso equivale a decir que ha sido aceptado por la Iglesia toda, la cual no puede errar en cuestiones de fe y costumbres.
Al mismo tiempo sostenemos que en el Concilio operaron fuerzas disolventes que a duras penas pudieron ser contenidas por la minoría conciliar que rechazaba las innovaciones, la cual logró que se pueda hacer una lectura católica de los documentos del Concilio, como lo exige el hecho de su aprobación eclesial posterior, sin poder desterrar ciertas oscuridades o ambigüedades que luego dieron pie, una vez finalizado el Concilio, a que, bajo el predominio de esas fuerzas disolventes, se pasase a lo que tal vez sea el período más catastrófico en toda la historia de la Iglesia, cuya negatividad llegó a su culminación en el pontificado de Francisco, que quiera Dios que represente el último y definitivo grado de descomposición que se alcance en este proceso y que por la infinita Misericordia de Dios comience la tan deseada y necesaria restauración de la Iglesia.
Saludos cordiales.
Santo Tomás tiene un muy buen artículo en la Summa dedicado al canto, en donde recoge algunas geniales observaciones de san Agustín en sus Confesiones: S. Th., II-II, q. 91, a. 2.
Con un tono solemne y casi gregoriano, el cántico dice lo siguiente: "Señor te ofrecemos el vino y el pan, así recordamos la cena pascual".
Pero a Dios no le ofrecemos vino y pan -o pan y vino, según el orden correcto-, sino el Cordero Inmaculado que quita los pecados del mundo. Y el memorial que es ese Sacrificio Santo, no lo es de "la cena pascual" (¿de cuál lo sería?... ¿de la Última Cena de Jesús, o de la cena mosaica del Pesag?), sino de la inmolación de Jesús en el altar de la Cruz.
Saludos.
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En efecto, el Catecismo dice que la Eucaristía es memorial de la Pascua de Cristo, pero eso no es la cena pascual, sino el sacrificio de Cristo en la Cruz:
"1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual (cf Hb 7,25-27): «Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que "Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado" (1Co 5, 7), se realiza la obra de nuestra redención» (LG 3)."
"1366 La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto: (...)"
Que en una canción de Misa se pase de eso a "recordamos la cena pascual" es algo que no hace falta ni comentar.
Saludos cordiales.
En la segunda versión (1970) se cambió la definición de la Misa para mencionar el sacrificio de la Cruz ... pero no se cambió la Misa de la definición.
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¿Y porque habría que cambiar la Misa? Como si hubiese una conexión necesaria entre la "nueva Misa" y esa definición. No tiene porqué ser así.
De hecho, las referencias en la "nueva Misa" al Sacrificio son abundantes y claves.
Saludos cordiales.
Es justo y necesario que, con el tiempo, se deje que el polvo se acumule sobre las oscuridades y ambigüedades de los documentos de la magna asamblea.
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No, porque el polvo es oscuridad y en la oscuridad puede pasar cualquier cosa. La Iglesia no puede silenciar las dificultades, al contrario, su misión es aclararlas, definir. Lo que es de esperar es una interpretación auténtica al más alto nivel, y en sentido católico, obviamente.
Saludos cordiales.
Rezo por ello y por el papa León XIV, llamado a ser sucesor de san Pedro en esta hora nada fácil para el Pueblo de Dios.
Un cordial saludo y feliz domingo.
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Gracias, igualmente.
me voy al fin del mundo,
y si allí no la hallo
haré que me hundo.
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Es un problema, realmente :)
Saludos cordiales.
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