Algunos apuntes a propósito de la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses.

El Greco

La primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses se entiende comúnmente que fue escrita hacia el año 51. Es el escrito más antiguo del Nuevo Testamento y el documento más antiguo que se posee sobre el cristianismo.

(Para ver los argumentos a favor de la mayor antigüedad aún de otros textos del Nuevo Testamento, cfr aquí y aquí)

Algunos temas que encontramos en ella:

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La fe basada en la Revelación divina trasmitida por los Apóstoles:

“De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece activa en vosotros, los creyentes." (1 Tes. 2, 13)

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La muerte y la resurrección de Jesús como fundamento de la fe.

“Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir. Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la ira venidera." (1 Tes. 1, 8 – 10)

“Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los que duermen, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes durmieron en Jesús." (1 Tes. 4, 13 – 14).  

Ícono

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La muerte de Jesús por nuestros pecados.

“Dios no nos ha destinado para la ira, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con él." (1 Tes. 5, 9 – 10) 

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El Evangelio dirigido también a los no judíos y la oposición de los judíos que no han creído en Jesucristo.

“Porque vosotros, hermanos, habéis seguido el ejemplo de las iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros compatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judíos; éstos son los que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, impidiéndonos predicar a los gentiles para que se salven; así van colmando constantemente la medida de sus pecados; pero la ira descargó sobre ellos con vehemencia.” (1 Tes. 2, 14 – 16)

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La espera de la segunda venida de Cristo.

“En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros, para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos." (1 Tes. 3,12 – 13).

En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas." (1 Tes.  5, 1 – 5)

“Que Él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es él quien lo hará." (1 Tes. 5, 23 – 24)

San Pablo

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Las consecuencias morales de la fe en el acontecimiento cristiano.

“Por lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús a que, a partir de lo que aprendisteis de nosotros sobre cómo comportaros y agradar a Dios, así lo hagáis y que continuéis progresando. Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús. Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su esposa con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad.  Así pues, el que esto desprecia, no desprecia a un hombre,sino a Dios, que os hace don de su Espíritu Santo." (1 Tes. 4, 1 – 8).

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El carácter jerárquico de la Iglesia y su vigilancia de la ortodoxia doctrinal.

“Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz." (1 Tes. 1, 1)

“Por lo cual, no pudiendo soportar más, decidimos quedarnos solos en Atenas y os enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para afianzaros y daros ánimos en vuestra fe, para que nadie vacile en esas tribulaciones. Bien sabéis que este es nuestro destino: ya cuando estábamos con vosotros os predecíamos que íbamos a sufrir tribulaciones, y es lo que ha sucedido, como sabéis. Por lo cual también yo, no pudiendo soportar ya más, le envié para tener noticias de vuestra fe, no fuera que el Tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo quedara reducido a nada." (1 Tes. 3, 1-5).

“Y ¿cómo podremos agradecer a Dios por vosotros, por todo el gozo que, por causa vuestra, experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día le pedimos insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe.” (1 Tes. 3, 9 - 11)

“Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedles en la mayor estima con amor por su trabajo.” (1 Tes. 5, 12 - 13)

Os conjuro por el Señor que esta carta sea leída a todos los hermanos.” (1 Tes. 5, 27)

 

Battoni

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Estamos aquí a 20 años de la muerte de Jesucristo en la Cruz, y ya tenemos la religión cristiana reconocible en lo esencial, recordando la parábola del grano de mostaza que el Señor dice en los Evangelios, que es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece se hace árbol grande.

Así también la Iglesia de Cristo está presente en el mundo desde el comienzo de la predicación cristiana, y se va desarrollando gradualmente con el paso del tiempo, de modo que no tiene sentido decir que no se trata de una semilla de mostaza porque no tiene hojas y ramas como el árbol ya desarrollado.

Es más, la Revelación divina termina con la muerte del último Apóstol, que por lo general se piensa que es Juan, que habría vivido hasta muy anciano, de modo que ni siquiera está completa del todo la Revelación de Dios cuando San Pablo escribe esta carta.

Lo que se puede concluir de esta carta, ante todo, es que en el cristianismo los hechos de Jesús van antes que sus palabras. Para los tesalonicenses, así como para San Pablo, Jesucristo no es ante todo un maestro de moral o de filosofía o de alguna enseñanza secreta, porque, siendo sin duda el Maestro, no es ante todo un maestro, sino el Salvador, que nos salva, no ante todo por lo que dice o enseña, sino por lo que hace: hacerse hombre, morir en la Cruz por nuestros pecados, y resucitar para nuestra salvación.

En esta carta no se cita textualmente, que hayamos visto al menos, una sola frase de Jesucristo: se hace referencia, sí, a su muerte, a su Resurrección, a su segunda venida, y la resurrección futura de los creyentes.

Sin duda que esos hechos de Jesucristo tienen el valor que tienen, porque Jesucristo es quien es, y el Apóstol lo dice también en el texto citado: el Hijo de Dios hecho hombre (1 Tes. 1, 10)

Las enseñanzas morales, que sin duda proceden de Jesucristo, tampoco es que sean tan novedosas: evitar la fornicación, guardar la fidelidad matrimonial, amarse unos a otros, trabajar para comer (cfr. la Segunda Carta a los Tesalonicenses), etc.

Lo novedoso no está ante todo allí, sino en lo que ha sucedido recientemente: que Dios se ha hecho hombre y ha muerto en la Cruz para hacernos capaces de cumplir todas esas cosas, porque Cristo Resucitado nos ha enviado su Espíritu Santo que nos transforma y nos libra del hombre viejo, heredado de Adán, sin lo cual somos estrictamente incapaces de poner en práctica en su totalidad y durante toda nuestra vida la ley moral natural.

De ahí el tono grandioso de este documento cristiano el más antiguo de todos, porque no se trata en primer lugar de una colección de sabias enseñanzas, sino de la Buena Noticia de la irrupción inesperada, sorpresiva, escandalosa, de Dios en nuestra historia humana.

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Por otra parte, es innegable que ya están aquí elementos distintivos esenciales del catolicismo, como ser, la estructura jerárquica de la primitiva comunidad cristiana. Pablo, no cualquier otro, es el Apóstol de Jesucristo, porque el mismo Cristo Resucitado se le ha aparecido en el camino de Damasco y lo ha convertido de perseguidor de los cristianos en Apóstol.  Pero él mismo cuenta en otras partes del Nuevo Testamento que (¡habiendo sido destinatario personal de una aparición de Cristo Resucitado que le confió la misión que tiene!) fue a consultar con los Apóstoles elegidos por el mismo Jesús (concretamente, con Pedro, Santiago y Juan) si el Evangelio que predicaba era correcto.

Y es que los referentes, como se dice ahora, de la primitiva comunidad cristiana eran los Apóstoles elegidos por el mismo Jesucristo, menos Judas, el traidor, más Matías, elegido en lugar de Judas, y más Pablo, convertido en el Apóstol número 13 por el mismo Cristo Resucitado, según cuenta el mismo San Pablo en la carta a los Gálatas. Descollando ya entre ellos en todo el Nuevo Testamento la figura de Pedro, la piedra sobre la cual Jesús edificó su Iglesia.

Como se ve en esta carta, y en todo el Nuevo Testamento, los Apóstoles vigilaban que la fe de los cristianos estuviese de acuerdo con lo que los mismos Apóstoles habían recibido de Jesús y trasmitido a los demás. La primitiva comunidad cristiana no era un grupo de creyentes espontáneos que seguían cada uno su inspiración personal. Tampoco era un grupo de creyentes que se dedicaba a la interpretación personal de la Escritura, ante todo porque aún no había Escritura del Nuevo Testamento, que es inaugurado justamente con esta primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses.

Pero ya había “Iglesias”, en plural, es decir, las Iglesias locales, análogas a lo que hoy día son las diócesis presididas cada una por un Obispo, y que en aquel tiempo eran las distintas comunidades cristianas fundadas por los Apóstoles en distintas ciudades del Imperio Romano y también fuera de él. La Iglesia es anterior a la Escritura, y ésta no se entiende fuera de aquella.

Además de los Apóstoles, aparece aquí ya la figura del colaborador de los Apóstoles, en este caso, Timoteo, que a la muerte de San Pablo será uno de sus sucesores, nombrado por el mismo Apóstol, y en donde vemos ya la figura del Obispo, sucesor de los Apóstoles y jefe de la comunidad cristiana.

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Recordemos, estamos a 20 años de la muerte de Cristo en la Cruz. Y todo esto no ha surgido el día antes de que San Pablo escribiese esta carta, sino que es claro que ya tiene una historia consolidada. 

Esa Tradición Apostólica es la norma de la fe en la Iglesia de Cristo, según la cual se ha juzgado siempre si algo es conforme o no con la Revelación divina. Por ejemplo, es la norma según la cual la Iglesia ha establecido el Canon del Nuevo Testamento, y lo ha hecho, en la mayor parte de ese Canon al menos, cuando todavía era una comunidad clandestina y perseguida por el Imperio Romano, mucho antes del edicto de Milán del 313 donde se decretó la libertad religiosa para los cristianos y del edicto de Tesalónica del 380 donde se hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio.

Obviamente que se escribieron muchas cosas sobre Jesús a medida que iba progresando la predicación del Evangelio, pero obviamente también que eran los Apóstoles y sus sucesores los encargados de diferenciar entre lo que verdaderamente contenía y trasmitía la tradición apostólica, y lo que no, y que era, como obviamente cabía también suponer y esperar, fruto de la fantasía, la ignorancia o la malicia de los que no habían creído realmente en la predicación cristiana. De nada servía, entonces, que un texto se presentara como escrito por alguno de los Apóstoles, si la Iglesia, es decir, el cuerpo jerárquico formado por los mismos Apóstoles y sus sucesores, no lo reconocía como tal.

Terminamos con esta obra de Gustavo Doré acerca de San Pablo predicando en Tesalónica. 

 

Tesalonicenses

 

6 comentarios

  
claudio
Estimado Néstor. Clarísimo, esa síntesis que contiene Tesalonisenses lleva a 1 Corintios 15. 14.17:
14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 15 Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

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Sin duda, y sobre todo, a lo que sigue (1 Co. 15, 1 - 11):

"Os hago saber, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído."

Éste es uno de los tres únicos pasajes, si no me equivoco, en que el escritor sagrado mismo dice haber visto a Jesucristo Resucitado: "se me apareció también a mí". Otro es el de 1 Co. 9, 1 - 2 ("¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?"), y otro el de Ap. 1, 9 - 20.

Saludos cordiales.
27/12/22 1:21 PM
  
claudio
Estimado Néstor. Lo vio, se le apareció resucitado, un testimonio extraordinario.
La Iglesia Primitiva de Primitiva no tenía nada, era de Roca Sólida, está en los textos de esa época la presencia del Espíritu Santo y la firmeza de la Fe de los Cristianos.

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Exacto, y es necesario volver una y otra vez a esos textos sagrados, con la gracia de Dios.

Saludos cordiales.
27/12/22 8:48 PM
  
Daniel Iglesias
Muchas gracias, Néstor. Un excelente artículo, como siempre.
Cuestiono un solo punto, pero importante: que 1 Tesalonicenses sea el escrito más antiguo del Nuevo Testamento. Los Papiros Magdalen y Barcelona (que contienen fragmentos del Evangelio de Mateo) son del año 50. Mateo puede haber sido escrito en torno al año 40.

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Hola, Daniel! Bien, ahí me quise basar en lo comúnmente admitido, pero si me enviás los "links" de tus artículos los incorporo al texto.

Gracias y Feliz Navidad!

Saludos cordiales.
28/12/22 12:21 PM
  
Juan Argento
Muy buen artículo. Un detalle: el edicto de Milan es de 313.

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Gracias, ya lo corregí. Se ve que hubo un tiempo en el que los historiadores dijeron que era el 314, el pasado ya no es lo que era antes :)

Saludos cordiales.
28/12/22 8:58 PM
  
Cos
Excelente. Ya hay una Iglesia organizada antes de que se escriban los evangelios -o cuanto menos, la mayoría de ellos-, que además se escriben espaciados en el tiempo, y creo que dentro de un proceso consciente de profundización en las verdades de fe: la Tradición misma de la Iglesia. Además, los evangelios no son el Corán ni un tratado de teología, son un testimonio. Y el testimonio mas importante es el de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Parece claro que Lutero, cuando rompe con la Iglesia, al quedarse sin tradición, debe recurrir a la sola escritura, y como está en desacuerdo con la doctrina católica recurre al libre examen. Algo totalmente ajeno a la vivencia de la Iglesia desde el principio mismo de su existencia. Aunque luego lo hayan tenido que matizar todo: sola escritura no quiere decir sola escritura, sino preferentemente escritura, y además se habría establecido desde el momento en que se dispuso de los textos, etc. No se sostiene.

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En efecto, los primeros cristianos tuvieron el Nuevo Testamento en la tradición de la Iglesia antes de tenerlo escrito, y lo que se puso por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, fue la tradición de la Iglesia. Recordar que "tradere" quiere decir "entregar", y que los Apóstoles y sus colaboradores entregaron la Revelación divina, recibida de Jesucristo, a los que vinieron después de ellos.

Saludos cordiales.
28/12/22 9:59 PM
  
Franco
"Parece claro que Lutero, cuando rompe con la Iglesia, al quedarse sin tradición, debe recurrir a la sola escritura, y como está en desacuerdo con la doctrina católica recurre al libre examen. Algo totalmente ajeno a la vivencia de la Iglesia desde el principio mismo de su existencia."

Y lo peor es que Lutero, al igual que todos los herejes, pretendía "restaurar" la fe como en el tiempo de los primeros cristianos.

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Exactamente, si hay algo claro por la historia que se puede escribir a partir de estos textos cristianos primitivos, es que los primeros cristianos no eran protestantes, es decir, no sostenían la doctrina de Lutero y sí tenían muchos elementos claramente católicos.

Como dice Newman en la Introducción al "Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana":

“Mientras tanto, antes de emprender este trabajo, dirigiré un comentario a Chillingworth y sus amigos. Que consideren que si pueden criticar la historia, los hechos de la historia ciertamente pueden replicarles. Podría, lo concedo, ser más clara sobre este gran tema de lo que es. Esta no es una gran concesión. La historia no es un credo ni un catecismo, da lecciones más que reglas; todavía nadie puede equivocarse en su enseñanza general en este asunto, ya sea que la acepte o tropiece con ella. Grandes contornos y amplias masas de color surgen de los registros del pasado. Pueden ser oscuros, pueden estar incompletos; pero son definitivos. Y esto por lo menos es cierto; independientemente de lo que enseñe la historia, de lo que omita, de lo que exagere o atenúe, de lo que diga o no diga, al menos el cristianismo de la historia no es protestantismo. Si alguna vez hubo una verdad segura, es esta”.

“Tanto debe conceder el protestante que, si tal sistema de doctrina como el que él quiere introducir alguna vez existió en los primeros tiempos, ha sido completamente barrido como por un diluvio, repentinamente, en silencio y sin memoria; por un diluvio que vino en una noche, completamente empapando, pudriendo, arrastrando y apresuradamente ocultando todo vestigio de lo que encontró en la Iglesia, antes del canto del gallo: de modo que “cuando se levantaron en la mañana” sus verdaderos hijos “fueron todos cadáveres”, — muertos y enterrados — y sin lápida. “Las aguas pasaron sobre ellos; no quedó uno de ellos; se hundieron como plomo en las aguas impetuosas”. ¡Extraño antitipo, en verdad, de los primeros destinos de Israel! — en aquel entonces el enemigo se ahogó, e “Israel los vio muertos a la orilla del mar”. Pero ahora, al parecer, el agua salió como un torrente “de la boca de la serpiente”, y cubrió a todos los testigos, de modo que ni siquiera los cuerpos de sus muertos yacían en las calles de la gran ciudad.

Que tome aquella de sus doctrinas que quiera, su peculiar visión de la justificación, de las ceremonias, de la superstición; su noción de fe, o de espiritualidad en el culto religioso; su negación de la virtud de los sacramentos, o de la misión ministerial, o de la Iglesia visible; o su doctrina de la eficacia divina de las Escrituras como el único instrumento designado de la enseñanza religiosa; y que considere hasta qué punto la Antigüedad, tal como ha llegado hasta nosotros, lo apoyará en ello. No; debe admitir que el supuesto diluvio ha hecho su trabajo; sí, y ha desaparecido a su vez; ha sido tragado por la tierra sin piedad, como él mismo fue despiadado.”

Saludos cordiales.
01/01/23 4:56 PM

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