12.01.20

"Una Iglesia siempre dispuesta a salir de su confort" (card. Omella)

Hace ya más de un mes, el sr. cardenal y arzobispo de Barcelona, mons. Omella, se ha largado unas declaraciones que pretenden -supongo- ensalzar la figura del papa Francisco; pero me da que, como mínimo, estragan el estómago. El alma ni la menciono, para defensa de la salud espiritual, mucho más importante aún que la mera “salud".

Recojo: “Fancisco imagina una Iglesia siempre dispuesta a salir de su confort”. Y añade: “Se siente un pastor a quien el Señor ha encargado guiar no solo a su rebaño, sino también a las otras ovejas que no son de este rebaño”. Y puntualiza con agudeza y, supongo, que conociendo el percal y sabiendo lo que dice: “No se siente cómodo haciendo una ‘teología de escritorio’ sino una ‘teología de rodillas’, donde teología y pastoral son las dos caras de una misma moneda”. Para algo aquella semana iba de cumpleaños del Santo Padre, Francisco.

Y así todo. Pero, como ya me he agotado, corto aquí la retahíla: que no he tomado un botón sino varios; pero todos, NO: era demasiado. 

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8.01.20

"Inactivos no vamos a quedarnos" (san Josemaría. 1974).

Recojo unos textos de una Carta de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, a sus hijas y a sus hijos, de principios del año 1974. Venía precedida de otras dos -en un año, tres cartas, extensas e intensas- pues, acuciado por lo que estaba empezando a pasar en la Iglesia, y por lo que “veía venir” -las tres están “tocadas” de un punto verdaderamente profético, en especial, esta última-, no podía callar. Le “dolía” callarse por más tiempo,y se le hacía insoportable: sufría, como sufren los santos.

Y acertó de lleno: todo lo que denuncia en ella, es ahora patente a los que ven, oyen y entienden, porque quieren; cosa que, en aquellos primeros setenta, no era evidente, ni muchísimo menos. Más bien parecía que todo funcionaba y estaba en su sitio; por no hablar de la “borrachera” postconciliar en la que, como bien veían los santos, se estaban instalando algunos -pronto, bastantes y de peso-, y que -tal como vemos hoy y ahora-, iba a derivar en una destructiva “cirrosis". A día de hoy, ya en pleno “delirium tremens” terminal. 

Y había que tener un gran valor para escribir lo que escribió, y para hablar lo que habló. Pero que nadie se llame a engaño: lo que escribió lo hizo, como primera intención, ab intra del Opus Dei: para sus hijas y sus hijos que entonces estábamos en la Obra, y para todos los que, con la gracia de Dios, vendrían después.

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6.01.20

«La Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias». II

Muy felizmente, el pasado sábado, 4 de enero, tuvimos la anunciada Jornada dedicada a nuestra Madre la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias. Y fue un triunfo de la Señora. Total. La Iglesia casi llena, muchas confesiones -auriculares y secretas-, rezo del Santo Rosario, con comentarios de Introducción a los Misterios, de sor Patrocinio. Todo esto mientras estaba el Santísimo Expuesto a la veneración y adoración de los fieles.

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2.01.20

Una iglesia "atrasá". O eso dicen... Parte I

Qué duro se hace leer/escuchar algunas de las muchas “cosas” que, a diario, se dicen en, de y desde nuestra Santa Madre Iglesia. Que no son precisamente Jaculatorias de alabanza a Dios o a su Madre, “nuestra” Madre. ¡Qué horror, Dios mío!

Es que no se pueden decir más gordas, o más descabelladas, o más desnortadas, o más dañinas: de ir un milimetro más alla estaríamos de lleno en la mera herejía.

O quizá sí… tal como están viniendo las cosas. Aunque no me negarán que, menos de siete años atrás -nada, como quien dice, en la historia de la Iglesia más que dos veces milenaria-, eran como mínimo inconcebibles: semejantes barbaridades, ni siquiera se hubieran creído. Es más: si alguien las hubiera dicho, sus más íntimos lo hubieran llevado de urgencias al médico: por piedad y caridad cristianas, si aún se llevasen…

Pero así está el patio. Y a la espera… que se ha abierto la veda.

Una de las últimas -es posible que, dado el ritmo, ya se haya quedado “vieja"- es que la Iglesia “se ha quedado doscientos años atrás". Algo, dicho así, metafísicamente imposible: luego, si me acuerdo, explicaré por qué.

Lo había acuñado Martini, sj, en su momento -poco tiempo antes de morir, por cierto-, y se está repitiendo ahora por auténticas “gargantas profundas": esos “teólogos de rodillas” tan socorridamente a la mano para el que tenga interés, necesidad o tragaderas; o por los “nuevos profetas": aunque nadie, y menos Dios, les haya encargado decir absolutamente nada; por una razón lógica: porque no tienen NADA que decir, y menos de parte suya; o por los “pelotas de nómina” -abundantes: con máster acreditado, aunque sea haciéndose “un sánchez", incluso en alguna universidad eclesiástica-, y que no tienen otra cosa que hacer porque en su vida han hecho nada por sí mismos: han estado siempre “peloteando” para medrar o, al menos, para mantenerse en una buena nómina, que no es poco.

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28.12.19

"La Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias"

Esta advocación de la “Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias” es genuinamente madrileña: aquí “nace” y aquí está. La historia, brevísima, es la siguiente, contada por la protagonista del extraordinario suceso.

El 13 de agosto de 1831, estando sor Patrocinio en el coro -la Rda. Madre Sor María de los Dolores y Patrocinio, convento de Concepcionistas Franciscanas de Caballero de Gracia [hoy solo se conserva la iglesia, que está en activo]-, en la oracion de Comunidad, de cinco a seis de la tarde, se le apareció la Santísima Virgen en una hermosísima y resplandeciente nube, cercada de querubines, y le presentó una preciosa Imagen suya, que llevaba el glorioso Príncipe san Miguel con los títulos de Olvido, Triunfo y Misericordias. La Virgen Santísima le dijo que aquella Imagen venía enriquecida con muchas gracias y privilegios para sus verdaderos devotos; que cuidase de darle culto, que la dejaba en la Comunidad.

Durante esta admirable visión, el Príncipe san Miguel colocó la sagrada Imagen en el altar del coro, oyendo la celestial música de los Ángeles la ejemplarísima religiosa sor María Juana de la Santísima Trinidad y otras dos religiosas más; pero, ignorando lo que sucedía, para ellas invisible, guardaron por entonces el más profundo silencio.

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