8.10.22

El valor del «Yo confieso ante Dios»: ni cátaros ni puros ni perfectos

Confiteor

Fórmula medieval, recitada por el sacerdote en voz baja como preparación para la Misa y cuyo uso se fue extendiendo también para los fieles; en el Misal romano de 1962, después del sacerdote, al pie del altar, lo rezan los acólitos (y fieles) y de nuevo, otra vez, mientras el sacerdote comulga lo rezan los fieles preparándose para la comunión.

En la Misa ahora es la 1ª fórmula del acto penitencial para que juntos, sacerdote y fieles, se dispongan a celebrar dignamente, santamente, los sagrados misterios. También, en la fórmula B del sacramento de la Penitencia (celebración comunitaria con confesión y absolución individual), se recita estando todos de rodillas o profundamente inclinados (RP 27; CE 628), antes de acercarse a los sacerdotes para la confesión individual.

Tiene algunos aspectos interesantes que se deben considerar.

En primer lugar el “Yo”, “yo confieso”, personal, concretísimo, sin generalizaciones en las que esconderse o difuminar la propia responsabilidad (“todos somos pecadores”, “la Iglesia-institución es pecadora y necesita reformarse”, y excusas semejantes).

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1.10.22

Solo ante Dios se hace genuflexión (Liturgia frente a ídolos -VI)

Genuflexión

5.2. La genuflexión para el Señor

La genuflexión y la postura de rodillas es remedio eficaz, espiritual, interior, pero visible y claro, contra toda idolatría. La Iglesia lo prescribe en distintos momentos de la liturgia.

¿Cuándo?

La genuflexión se realiza al pasar delante del Sagrario o del Santísimo expuesto, rodilla derecha en tierra, adorando.

“Todos los que entren en la iglesia no descuiden adorar al Santísimo Sacramento, sea visitándolo en su capilla, sea por lo menos haciendo genuflexión. Asimismo, hacen genuflexión todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento, a no ser que vayan procesionalmente” (CE 71).

El sacerdote hace durante la Misa genuflexión “después de la elevación de la Hostia, después de la elevación del cáliz y antes de la Comunión” (IGMR 274). También se hace genuflexión al llegar al presbiterio para la Misa y al salir si el Sagrario está allí.

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24.09.22

Testimonios y discursos durante la Misa. ¿Cuándo hacerlos?

Testimonio en misa

Hace ya tiempo se introdujo una costumbre y es la de emplear la Misa dominical (o las distintas Misas dominicales) para todo, desde una salva de avisos interminables antes de dar la bendición o saludos y despedidas a cuantos han asistido, como también la introducción de testimonios y/o experiencias durante la celebración de la Santa Misa. Es un uso tan común y extendido, que a nadie llama la atención que se haga así. Excepto que la liturgia no da margen para ello, ni los documentos de la Iglesia lo permiten, sino que lo han reprobado como un abuso.

Sin duda es enriquecedor para los fieles de una parroquia escuchar el testimonio vibrante de un misionero o una misionera sobre la dura tarea de evangelizar ad gentes, formar catequistas, sostener la vida sacramental de comunidades dispersas, el catecumenado de adultos y los bautismos de nuevas conversiones. O escuchar el testimonio de caridad y solidaridad fraterna de quienes desarrollan algún voluntariado o sirviendo a los pobres o llevando a cabo algún programa de Cáritas o Manos Unidas. Asimismo, es ilusionante escuchar a un seminarista, del Seminario Menor o del Mayor, ofrecer nervioso su testimonio vocacional, su descubrimiento de la llamada del Señor, su deseo de ser santo sacerdote. Igualmente, es enriquecedor cuando algún fiel laico narra su experiencia en algún Movimiento o Comunidad, animando a quien quiera a compartir ese carisma.

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9.09.22

27.08.22

El desplazamiento de «Iglesia» a «mi comunidad»: Ratzinger, eclesiología y liturgia

misa parroquial

Por la fe y el bautismo somos introducidos en la Iglesia, en la gran Iglesia, en la Católica, tal como la califican los Padres. Nuestra comunidad es la gran Iglesia, a la que pertenecemos como hijos por el bautismo y no se nos pide nada más (ninguna afiliación pertenencia o asociación, ninguna adscripción extra).

Nuestra comunidad es la gran Iglesia y así ha sido siempre. Una única Eucaristía, presidida por el Obispo junto a sus presbíteros congregaba a todo el pueblo cristiano en una única y gran asamblea.

¡Qué fuerza tienen las expresiones de los Padres Apostólicos, como san Ignacio de Antioquía, o posteriores, como san Cipriano en Cartago o san Agustín en Hipona, o la Didascalía siríaca o las Constituciones apostólicas!: un altar, el obispo celebrando la Eucaristía y toda la comunidad cristiana celebrando unida al obispo y al altar.

“Poned, pues, todo ahínco, en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y un sólo cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de presbíteros y con todos los diáconos” (Ad Phil., 4).

En absoluto hay datos o testimonios que avalen una práctica de Misa dominical con pequeños grupos o pequeñas comunidades, en lugar de la unidad de todos presididos por un Apóstol, un sucesor de los Apóstoles (obispo) o un presbítero en alguna comunidad alejada de la ciudad. Los Padres no entenderían que la gran Asamblea eclesial del domingo se dividiera en pequeños grupos para “compartir” o “participar / intervenir” más.

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