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20.02.21

Los clásicos explican el rito de la Ceniza: Dom Guéranger, Dom Schuster, etc. ¡Historia y sentido espiritual!

Ceniza

Un año más, nuestra cabeza ha sido rociada con la ceniza al inicio de la Cuaresma, el miércoles de Quincuagésima (rito propio de ese día y para ese Miércoles, sin posibilidad de trasladarlo al Domingo, día festivo). Y una vez más, este rito penitencial recuerda nuestra caducidad, la fugacidad de esta vida, la necesidad de hacer penitencia y realizar la sanación del alma.

El breve gesto de imponer la ceniza en la cabeza –nunca en la frente, siempre en la cabeza- no debe olvidarse fácilmente: ha de dejar su impronta en la mente y el corazón, ahondar en lo que hemos recibido y el espíritu con que la Iglesia lo ha realizado.

Será bueno entonces, conocer despacio la historia del rito de la ceniza y su mistagogia, su sentido espiritual.

Comencemos por leer a Dom Guéranger, fascinado por el rito romano y estudioso de sus ritos, en “L’année liturgique. Le Temps de la Septuagésime”, Tours 1922 (5ª), en las pp. 252 ss:

“Ayer el mundo se movía en sus placeres, los mismos hijos de la promesa se entregaban a inocentes alegrías; desde esta mañana, la trompeta sagrada de la que habla el Profeta ha resonado. Anuncia la obertura solemne del ayuno cuadragesimal, el tiempo de las expiaciones, la proximidad cada vez más inminente de los grandes aniversarios de nuestra salvación. Levantémonos entonces, cristianos, y preparémonos a combatir los combates del Señor.

Pero, en esta lucha del espíritu contra la carne, nos hace falta estar armados, y he aquí que la Iglesia nos convoca en sus templos, para entrenarnos con los ejercicios de la milicia espiritual. Ya san Pablo nos dio a conocer en detalle todas las partes de nuestra defensa: “la verdad, nos ha dicho, sea vuestro cinturón, la justicia vuestro ceñidor, la docilidad al Evangelio vuestro calzado, la fe vuestro escudo, la esperanza de la salvación el caso que protegerá vuestra cabeza” (Ef 6,16). El Príncipe de los Apóstoles nos dice: “Cristo sufrió en su carne; armaos con este pensamiento” (1P 4,1). Estas enseñanzas apostólicas la Iglesia nos las recuerda hoy; pero añade otra no menos elocuente, forzándonos a remontarnos hasta el día de la prevaricación, que hizo necesarios los combates a los que vamos a entregarnos, las expiaciones por las que nos hace pasar. […]

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