Mejorar el canto de comunión, componer algunos nuevos (y III)

fila de comunión

Conclusiones y perspectivas

1.- Siguiendo lo expuesto, y al hilo de los mismos libros litúrgicos y sus prenotandos, habría de asumir que hay tres tipos de cantos, con funciones distintas y estilo diferente:

  1. un canto procesional de comunión,
  2. un canto eucarístico, centrado en la Presencia del Señor en el Sacramento y
  3. un canto de adoración, durante la exposición prolongada, Hora santa, etc., que podría ser más afectivo, incluso con letra en primera persona del singular, que facilite la contemplación y la advertencia amorosa interior.

Mezclarlos, emplear un canto de adoración durante la comunión, etc., presta un mal servicio a la liturgia, desfigurándola.

2.- La función del canto determina su estilo y su duración: es un canto procesional, es decir, debe cubrir el tiempo de un traslado, de una procesión ordenada, hacia el altar para que los fieles comulguen; si es procesional, es solemne y no intimista ni meditativo, como sería lo normal –en todo caso- en un rato de meditación personal. Pensemos, por ejemplo, la solemnidad procesional de los cantos compuestos por Lucien Deiss[1] que podrían servir de inspiración para componer nuevos cantos procesionales para la comunión.

3.- La forma clásica, que es la que señala la actual IGMR 87, es la más aconsejable: antífona de comunión más el canto del salmo de forma responsorial o antifonal. Cantado así, favorecerá la solemnidad y decoro de esta procesión al altar para recibir la sagrada comunión. O, siguiendo el mismo número de la IGMR, un canto debidamente aprobado por la Conferencia de obispos, que sea procesional, con letra eclesial (no intimista, ni en primera persona del singular), música de calidad.

Por ello, sería conveniente entonar cantos (y componer más) con el salmo 33 (Gustad y ved qué bueno es el Señor), con el salmo 127 (Como renuevos de olivo alrededor de tu mesa), con el salmo 22 (Preparas una mesa ante mí), etc., siendo divulgados ampliamente y empleados como cantos más habituales de comunión[2]. La Tradición de la Iglesia nos ilumina bien para este canto de comunión: retornemos a ello.

4.- Hace unos años se empezaron a componer cantos de entrada para cada ciclo litúrgico siguiendo el modelo de la antífona de entrada del Misal y el canto de un salmo, que figuran como Apéndice en el Cantoral Litúrgico Nacional. Poseen calidad, belleza y solemnidad[3]. ¿No será ya el momento de emprender una tarea semejante con los cantos de comunión? Es decir, tomar una antífona de comunión del Misal como estribillo, y versículos sálmicos como estrofas, creando uno o dos cantos de comunión para cada ciclo litúrgico. Veamos algún ejemplo a modo de propuesta.

Para el tiempo de Navidad, tomando distintas antífonas de comunión en las solemnidades, podría musicalizarse como canto:

R/ Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

-La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria.
-Nuestro Dios apareció en el mundo y vivió entre los hombres.
-Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
-A cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios.

O para la cincuentena pascual, como sugería el mismo Misal, citado más arriba:

R/ Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya.

-Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
-Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
-La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
-Éste es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.

Y también:

R/ Aleluya, aleluya, aleluya. ¡Resucitó!

-Bendigo al Señor en todo momento…
-Proclamad conmigo la grandeza del Señor…
-Contempladlo y quedaréis radiantes…
-Gustad y ved qué bueno es el Señor…

O, incluso, algún tipo de fórmula melódica adaptable a cualquier antífona de comunión y musicalización de las estrofas del salmo 33, al estilo de lo que presenta el “Libro del salmista”. Lo importante, sin duda, es recuperar el uso de la antífona de comunión que ofrece el Misal y que el salmo 33 sea entonado en esta procesión como lo fue durante siglos.

5.- Recordemos, además, las letras de los cantos “deben estar de acuerdo con la doctrina católica, más aún, deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas” (SC 121), algo que, obviamente, no se plasma en ese estilo sentimental de cantos –en primera persona del singular (“yo”, “mi”, “me”, “conmigo”, “para mí”)- a los que hemos aludido.

Ya hay buenos cantos procesionales de comunión, muchos de ellos recogidos en el CLN, cantados con el plural de la Iglesia, el “Nosotros” del Cuerpo místico (Acerquémonos todos al altar, Beberemos la copa de Cristo en la mesa del Señor. Amén, aleluya), con inspiración bíblica (Te conocimos, Señor, al partir el pan, Yo soy el pan de vida, Este es el pan de los hijos), y además de potenciarse más su uso deberán servir, al compararlos, para discernir sobre otros cantos, desechando lo que no corresponde a la liturgia, y estimular a nuevas composiciones en esa misma línea.



[1] Recordemos la solemnidad musical y la letra sálmica, tan apropiadas para la procesión de comunión, del canto “Como brotes de olivo”, del salmo 127, o “Mi boca te cantará jubilosa”, del salmo 62.

[2] Intentar lograr que calen tanto en el sentir del coro parroquial y en los fieles, que salga su canto tan espontáneo como ahora lo es (desgraciadamente) el “Pescador de hombres” (tan pobre en muchos sentidos e inadecuado para ser un canto procesional de comunión a tenor de lo que hemos visto).

[3] Por ejemplo el canto A10, “A ti Señor levanto mi alma”, para el Adviento, canta la antífona de entrada del Domingo I de Adviento y las estrofas son distintos versículos sálmicos; o el A12, canto procesional de entrada para la Cuaresma, con el estribillo que es la antífona de entrada del Domingo I, “Me invocará y lo escucharé”, y versículos sálmicos como estrofas, señalados para cada domingo cuaresmal.

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