Padrenuestro (I - Respuestas XXXIII)

1. La oración propia de los hijos de Dios, es decir, de los bautizados que han recibido el espíritu filial de adopción según san Pablo (Rm 8,15), es el “Padrenuestro”, también llamado “oración dominical”, es decir, “oración del Señor”, pues fueron los labios de Cristo los que la pronunciaron para nosotros, encomendándonos: “Cuando oréis, decid: Padre nuestro…” (Lc 11,2).

  Es oración tan propia de los hijos de Dios, de los bautizados, que los catecúmenos –ni antes ni ahora- la rezaban. Eran despedidos tras la homilía porque no eran fieles cristianos todavía para poder participar de la oración común. Cuando han sido ya elegidos para ser bautizados en la próxima Vigilia pascual, se les realiza el rito de la entrega del Padrenuestro. Transcurre en la V semana de Cuaresma.

    Muy claro explica el motivo el Ritual de la Iniciación cristiana de adultos: “También se entrega a los elegidos la ‘Oración dominical’ que desde la antigüedad es propia de los que han recibido en el Bautismo el espíritu de los hijos de adopción, y que los neófitos recitan juntamente con los demás bautizados al participar por primera vez en la celebración de la Eucaristía” (RICA 188).

   En una celebración, tras las lecturas bíblicas, se proclama el Evangelio donde el Señor pronuncia el Padrenuestro, con esta admonición del celebrante a los elegidos: “Ahora escuchad cómo el Señor enseñó a orar a sus discípulos” (RICA 191). Tras la homilía se ora por los elegidos.

   Aunque se les ha entregado así, únicamente cuando ya han sido bautizados, durante la Vigilia pascual, podrán entonces, por vez primera, junto con todos los demás fieles cristianos, rezarla. ¡Oración de los hijos de Dios, de los que por gracia han sido hechos hijos de Dios por el bautismo!

   Los Padres explicaban el Padrenuestro a los elegidos, petición a petición, en el rito de la entrega:

  “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van a oír si nadie les predica? ¿O cómo predicarán si no son enviados? Él dijo: ¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Ésta es la causa por la que no recibisteis primero la oración y luego el símbolo, sino primero el símbolo para saber qué habéis de creer, y luego la oración en que conozcáis a quién habéis de invocar. El símbolo, por tanto, dice relación a la fe; la oración, a la súplica, puesto que quien cree es escuchado a través de su invocación” (S. Agustín, Serm. 56,1).

    “El orden de vuestra instrucción exige que aprendáis primero lo que habéis de creer y luego lo que habéis de pedir. Esto mismo dice el Apóstol: Sucederá que todo el que invocare el nombre del Señor será salvo… Puesto que se dijo con toda razón y verdad: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien habéis creído” (S. Agustín, Serm. 57,1).

     Se devolvía el Credo, recitándolo antes de la Vigilia pascual –como vimos al tratar el Símbolo- pero no se devolvía el Padrenuestro antes, sino que lo recitarán por vez primera junto con los fieles, a una voz, una vez bautizados: “Una vez bautizados, tenéis que decir diariamente la oración… Por esto el sábado, en la vigilia [pascual] que hemos de celebrar, si Dios quiere, recitaréis en público no la oración, sino el Símbolo” (S. Agustín, Serm. 58,12.13); “la oración que hoy habéis recibido, para aprenderla y darla de memoria dentro de ocho días [después del Bautismo, durante la Vigilia], fue dictada, como escuchasteis en la lectura del Evangelio, por el mismo Señor a sus discípulos y a través de ellos ha llegado hasta nosotros, puesto que su voz se extendió por toda la tierra” (S. Agustín, Serm. 59,1).

   El actual ritual del bautismo de niños destaca su importancia también. “Después de una monición del celebrante, para prefigurar la futura participación en la Eucaristía, se dice ante el altar la oración dominical, en la cual los hijos de Dios se dirigen al Padre que está en los cielos” (RBN 77). La rúbrica, en el ritual, reitera: “El celebrante, de pie ante al altar, dice a los padres y padrinos y a todos los presentes estas palabras u otras semejantes” (RBN 134).

    La monición relaciona entre sí los tres sacramentos de la Iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación, Eucaristía), y resalta el Padrenuestro como la oración propia de los que ya, por el Bautismo, son hijos adoptivos de Dios y se pueden dirigir a Dios llamándole Padre con toda propiedad:

            “Hermanos:

            Estos niños, nacidos de nuevo por el Bautismo, se llaman y son hijos de Dios. Un día recibirán por la confirmación la plenitud del Espíritu Santo. Se acercarán al altar del Señor, participarán en la mesa de su sacrificio y lo invocarán como Padre en medio de su Iglesia. Ahora nosotros, en nombre de estos niños, que son ya hijos por el espíritu de adopción que todos hemos recibido, oremos juntos como Cristo nos enseñó” (RBN 134).

    El ritual de la Confirmación, por su parte, quiere que se dé el suficiente realce a la oración dominical por los nuevos confirmados: “Debe darse gran importancia a la recitación de la oración dominical (el Padrenuestro), que hacen los confirmandos juntamente con el pueblo, ya sea dentro de la Misa antes de la Comunión, ya fuera de la Misa antes de la bendición, porque es el Espíritu el que ora en nosotros, y el cristiano en el Espíritu dice: ‘Abba, Padre’” (RC 13). Sin embargo, el ritual luego no ofrece ninguna monición específica para el Padrenuestro, ni indica la conveniencia, tal vez, de cantarlo en la celebración dentro de la Misa. En la celebración fuera de la Misa sí ofrece una monición muy genérica: “Ahora, hermanos, concluyamos nuestra oración y uniéndola  a la plegaria que nos enseñó el Señor, digamos todos juntos” (RC 60).

    2. Lógicamente, es una oración muy querida por la Iglesia. Pronto el uso de recitar tres veces al día la confesión de fe del “Shemá Israel” motivó que los cristianos, tres veces al día, rezasen el Padrenuestro como confesión de fe y alabanza a Dios.

    La Didajé señala ya esta práctica: “Tres veces debéis rezar de este modo cada día” (VIII,3). Estamos aún en el siglo I. San Agustín, en el siglo IV, les dice a sus catecúmenos: “Una vez bautizados, tenéis que decir diariamente la oración. En la iglesia se dice todos los días ante el altar de Dios y los fieles la escuchan” (Serm. 58,12).

   La Iglesia mantiene esa costumbre. Tres veces al día lo recita solemnemente, como Iglesia, en su liturgia: en Laudes, en Vísperas y en la Misa. La Ordenación general de la Liturgia de las Horas lo explica: “En las Laudes matutinas y en las Vísperas, como Horas más populares, a continuación de las preces ocupa el Padrenuestro el lugar correspondiente a su dignidad, de acuerdo con una tradición venerable. Así, la oración dominical, de ahora en adelante, se dirá solemnemente tres veces al día, a saber en la Misa, en las Laudes matutinas y en las Vísperas” (IGLH 194-195).

    3. Las distintas familias litúrgicas, occidentales y orientales, situaron –salvo una o dos excepciones- el rezo del Padrenuestro entre los ritos preparatorios de la comunión. La petición “danos hoy nuestro pan” fue interpretada por los Padres con un sentido eucarístico, como petición del Pan de la Eucaristía, disponiéndonos así a recibir la comunión eucarística como un Don que nos concede el Padre celestial. Dios escucha las súplicas y nos da “el pan de los hijos”, la Eucaristía cada día: “concédenos, por tu misericordia, que cuantos hemos sido alimentados con el pan de los hijos seamos también santificados por el espíritu de adopción”[1].

   Por ese sentido eucarístico, y no devocional (una oración más, piadosa), y no por subrayar la fraternidad horizontal (como a veces se ha hecho uniendo todos sus manos), es por lo que el Padrenuestro se ubica dentro de los ritos de comunión.

    El Misal, en su Ordenación general, lo deja claro: “se pide el pan de cada día, con lo que se evoca, para los cristianos, principalmente el pan eucarístico y se implora la purificación de los pecados, de modo que, verdaderamente las cosas santas se den a los santos” (IGMR 81).

 



[1] Oración de Postcomunión, San Joaquín y Sta. Ana, 26 de julio.

3 comentarios

  
Daniel Argentina
En Argentina, creo que fruto de la Renovación Carismática Catolica, es muy frecuente que los fieles se tomen de las manos durante el Padre Nuestro, sin importar el número de veces que la Conferencia Episcopal haya dicho que no se haga.
21/02/19 7:16 PM
  
moshe ben Aram
Buenos días:

Cuáles son esas dos excepciones mencionadas en el punto 3?

Por favor.

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JAVIER:

Recuerdo en "Liturgias orientales" de Dalmais, haber leído que en el rito copto se rezaba casi al principio de la liturgia. Y en alguno más que ahora no recuerdo.
21/02/19 8:10 PM
  
María A
Gracias, de nuevo, por estos apuntes.

Nunca había pensado lo del Padrenuestro... y eso que en mi época estudiábamos eso del la 'Misa de catecúmenos' a la parte que solo podían ir los no bautizados y lo de llegar justo al Credo para que no fuera pecado mortal.

Es una belleza todo lo que escribe. ¿Ha pensado publicarlo? En formato digital no debería costar mucho hacerlo
22/02/19 10:23 AM

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