En el día del Cura de Ars... una anécdota sacerdotal, y más.
Bajaba raudamente yo la cuesta que conduce a Anacleto Medina Sur (el barrio más alejado de la sede parroquial) días atrás, cuando visualizo a unos 20 metros tres niños pequeños, presumiblemente hermanitos, que en la vereda -casi en el cordón- discutían entre sí:
- ¡Es él!
- ¡No, no es!- replicaba la hermanita del medio a su hermano mayor, mientras la más pequeña solo miraba.
- ¡Sí, es él! - y dirigiéndose a mí, ya más cerca, me saluda animoso: -¡hola!.
Me acerqué divertido, pensando que serían niños de la Escuela Gianelli, pero me pareció luego que no los tenía “registrados". Sin embargo, charlé un ratito, les di la bendición y les dije que me esperaban en la Escuela.
Unos metros más abajo, escuché que le decían a su mamá:
-¡Mamá, pasó Jesús recién por la calle!
-¡No, no, no era Jesús… era Dios!
-¡No, era Jesús!
Mientras me reía interiormente a carcajadas -imaginando a su mamá saliendo a la puerta, viendo desde lejos mi sotana, y diciéndoles: “pero no, era el curaaa"-, pasó lo inesperado: cuatro perros me empiezan a ladrar bien fuerte y demasiado cerca.
Al revés del salmo: “mi risa se volvió lamento", y tuve que apelar a todas mis cualidades intimidatorias para evitar ser mordido, mientras algún eventual dueño salía también en mi defensa.
Y me quedo con esta enseñanza, que resonó en mi corazón sacerdotal y te comparto porque te puede servir.
En cuestión de segundos, pasé de ser “confundido con Dios” a ser “toreado por los perros…” que me percibían como una amenaza, tal vez.
En ambas situaciones, yo seguía siendo yo, aunque lo que recibía desde fuera cambiara tanto.
Porque ni soy Dios (aunque soy su hijo) ni soy estrictamente Jesús (aunque muchas veces, como sacerdote, actúe en su nombre)… ni soy una amenaza para otros.
Soy lo que soy (y sos lo que sos) por la Gracia de Dios, llevando un tesoro en vasijas de barro, más allá y por encima de lo que otros puedan ver y percibir.
Que la mirada de los demás no te confunda ni te haga perder tu verdadera identidad, que reencuentras en la mirada del Padre. La que no cambia en segundos, sino que permanece para siempre, por los siglos de los siglos: siempre amado, siempre soñado, siempre digno.
4 comentarios
Un relato entrañable para atesorar. ¡Y pensar que muchas de las anécdotas de los santos surgieron así, en la cotidianeidad!
Gracias Padre Leandro, por instruirnos acerca del sacerdocio con tal sencillez y sabiduría.
Gracias Padre Leandro, por instruirnos acerca del sacerdocio con tal sencillez y sabiduría.
04/08/25 6:33 PM
Bendito sea Dios que no le ocurrió nada, porque en un caso como este, nunca se sabe .
04/08/25 7:23 PM
¡Qué buena historia! Y doy fe que Anacleto Medina es un barrio áspero. Y Anacleto Medina Sur, más
04/08/25 9:47 PM
Ver en GOOGLE
CATHOLIC NET:
SANTO CURA de ARS Juan María Bautista Vianney
GRACIAS¡¡¡
04/08/25 11:00 PM
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