Un mundo que parece haber perdido el corazón
El papa Francisco anunciaba, en la audiencia general del pasado miércoles, la próxima publicación -en septiembre- de un documento sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús para meditar “sobre diversos aspectos del amor del Señor que pueden iluminar el camino de la renovación eclesial; y que también digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón”.
Un mundo sin corazón es un mundo aprisionado por la racionalidad técnica, instrumental, que remueve lo emocional del hombre hacia lo irracional y que sueña, como lo hacen algunas utopías del transhumanismo, con superar incluso el cuerpo, visto como un “envoltorio” del que cabe prescindir en cuanto se pueda transferir la mente a un sustrato electrónico.
El culto al Sagrado Corazón reivindica el cuerpo como imagen del espíritu. Lo invisible se hace presente en lo visible; el amor de Dios se expresa en el Corazón de Cristo. San Buenaventura decía que las heridas del cuerpo muestran las heridas del alma: “¡Contemplemos por las heridas visibles las heridas invisibles del amor!”.
De un modo similar, Antoine de Saint-Exupéry hace decir a su principito que “solo se ve bien con el corazón”. Es un error desterrar los sentidos, la sensibilidad y los sentimientos del ámbito del conocer, como si el hombre fuese una inteligencia separada de la carne. El corazón es la quintaesencia de las pasiones. El Corazón de Cristo manifiesta que no hay Pasión (divina) sin pasiones, sin la capacidad de sentir.