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8.11.22

Contra los Modernistas (I): Algunas Verdades sobre el Bautismo

Hay algunas cosas que parece que molestan y que ya apenas se predican sobre el bautismo. Así que conviene recordarlas, porque ya no podemos dar por supuesto que nadie sabe nada: ni siquiera prelados, religiosos o monjas. Lo he podido comprobar en Twitter en los últimos días. Así que, aunque solo sea por tocarles las narices a los modernistas imperantes, me propongo recordar algunas verdades que les resultan incómodas.

Dice el Catecismo Romano:

La ley del Bautismo ha sido impuesta por Dios a todos los hombres, de modo que si no renacen para Dios por la gracia del Bautismo, son engendrados por sus padres para la muerte eterna: «Quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn. 3 5.).

El bautismo de los niños: como el bautismo se administra para borrar el pecado original, y como los niños nacen con él, es necesario que los niños lo reciban para obtener la vida eterna, pues sin el Bautismo no puede de modo alguno obtenerse. Los niños, en el bautismo, reciben la gracia de la fe, no porque crean asintiendo con el entendimiento, sino porque son adornados con la fe de la Iglesia universal. Débese bautizar a los niños lo antes que se pueda sin peligro, de modo que se hacen reos de grave culpa quienes privan a los niños del Bautismo más tiempo del que exige la necesidad, pues es el único medio de que disponen para alcanzar la salvación, y están expuestos a numerosos peligros.

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2.11.22

Yo estoy dispuesto a morir por la Iglesia: ¿qué hacemos?

A raíz de mi último artículo, un contacto de Facebook me manda el siguiente mensaje:

Pedro, soy un laico padre de familia, pero estoy dispuesto a morir por la Iglesia. ¿Qué hacemos?

Buena pregunta. Ojalá yo tuviera una respuesta simple a una pregunta así… ¿Qué hacemos?

La Fiesta de Todos los Santos nos trae la respuesta:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

(Mt 5,3-12)

Ahí tenemos lo que debemos hacer: no se trata de hacer manifestaciones. Se trata de que tú y yo seamos santos. No se trata de activismo ni de voluntarismo, sino de vivir como Dios manda y de dejarnos santificar por Cristo.

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