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1.06.22

San Bernardo y Abelardo

En una página web que trata sobre la vida de San Bernardo de Claraval, podemos leer estos párrafos que dejan bien a las claras la heterodoxia de quien redactó el texto. Trata sobre la controversia entre el santo cisterciense y un hereje de su tiempo: el filósofo Abelardo:

«La actitud de los dos adversarios tenía que ser muy diferente; el uno (el hereje) era un intelectual, seguro de sí mismo, de su pensamiento, de sus métodos dialécticos; aniquilaba de entrada al monje borgoñón. El otro (el santo) era un espiritual, un alma llena de Dios, que no buscaba en absoluto su gloria personal, que sólo quería dar testimonio de la Palabra. Abelardo veía en el concilio una especie de academia ante la cual podría librarse a la esgrima de unas ideas; Bernardo lo consideraba como un tribunal que tenía que juzgar a un sospechoso. Por esto mismo el cisterciense no permitió que su adversario se colocase en un terreno de su elección; arremetió desde buen principio. Afirmaba precisamente que los temas que Abelardo pretendía discutir no eran temas de discusión. La fe se acepta o se niega, pero el dogma es un bloque y no soporta verse desencajado a capricho de todos. Sorprendido por este ataque, desconcertado, abrumado desde la entrada en juego por una lluvia de citas sacadas de las Escrituras, comparado sucesivamente a Arrio, Nestorio y Pelagio, Abelardo sintió que el suelo le fallaba y vaciló.


En aquel duelo, incontestablemente, el hombre de su tiempo, el cristiano medieval típico, era san Bernardo. Representaba la tendencia, característica de la época, de considerar ejemplar el pasado y determinante en sí, la fe sola por el «alfa» y «omega»; mientras que su adversario encarnaba un movimiento atrevida o temerariamente progresivo. Es verdad que, en lo sucesivo, las ideas de Abelardo han podido actuar felizmente sobre la evolución del pensamiento cristiano; pero, «hic et nunc», constituían un peligro para una sociedad cuya fe más sólida era el parangón. Se puede ser simplemente culpable de estar demasiado adelantado a su tiempo

¡Qué poca vergüenza! ¡Qué cara más dura!

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