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28.09.19

La Noche Oscura de la Iglesia

Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿les faltó alguna cosa?».
«Nada», respondieron. El agregó: «Pues ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí».
«Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». El les respondió: «Basta».
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación».
Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?»
Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.
Lc. 22

El Jueves Santo por la noche, después de cenar con sus discípulos, después de instaurar la santa misa, después de instituir el sacramento del orden sacerdotal, Jesús se va a rezar al Huerto de los Olivos. Sus discípulos lo acompañan pero se quedan dormidos. Judas Iscariote, uno de los Doce, había salido del cenáculo para consumar la traición y vender al Maestro por unas monedas de plata.

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