La muerte, el alma y la resurrección de los muertos (II)
La muerte en el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento no expresa pensamientos nuevos, excepto uno fundamental, que aúna todo lo anterior y lo lleva a su plenitud: el martirio del testigo fiel, Jesucristo, y su resurrección. En Cristo resucitado se encuentran las respuestas de la fe.
Desde esta perspectiva, se da una nueva valoración de la muerte. El signo de la cruz no es una apología de la muerte, sino el mayor de los males; pero un mal que el amor redime el amor, precisamente haciendo de él instrumento más elevado, y paradójico a su vez, de la vida. haciendo de él el instrumento paradójico y supremo de la vida. La muerte sigue siendo lo antidivino: así lo vemos en Ap 20,13 ss y 1 Cor 15,23. La muerte es «el último enemigo». Su final indica el definitivo señorío de Dios.
A la vez, el Nuevo Testamento afirma que el Cristo mismo, es en cuanto justo un sufriente y un condenado a muerte. El justo ha bajado al sheol, donde no se alaba a Dios. En Cristo, es Dios mismo el que desciende al sheol y por fin, la muerte ya no es el país de las tinieblas abandonado de Dios y el ámbito de la cruel tiranía de Dios. Habiéndola visitado Dios por Cristo, la ha suprimido y superado como muerte.