La Palabra de hoy.

Evangelio 21º Domingo después de Pentecostés, rito extraordinario.

Mateo 18,23-35.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis parábolam hanc: 23 Ideo assimilatum est regnum caelorum homini regi, qui voluit rationem ponere cum servis suis. Et cum coepisset rationem ponere, oblatus est ei unus, qui debebat decem milia talenta. Cum autem non haberet, unde redderet, iussit eum dominus venumdari et uxorem et filios et omnia, quae habebat, et reddi. Procidens igitur servus ille adorabat eum dicens: “Patientiam habe in me, et omnia reddam tibi”. Misertus autem dominus servi illius dimisit eum et debitum dimisit ei. Egressus autem servus ille invenit unum de conservis suis, qui debebat ei centum denarios, et tenens suffocabat eum dicens: “Redde, quod debes!”.

Procidens igitur conservus eius rogabat eum dicens: “Patientiam habe in me, et reddam tibi”. Ille autem noluit, sed abiit et misit eum in carcerem, donec redderet debitum. Videntes autem conservi eius, quae fiebant, contristati sunt valde et venerunt et narraverunt domino suo omnia, quae facta erant. Tunc vocavit illum dominus suus et ait illi: “Serve nequam, omne debitum illud dimisi tibi, quoniam rogasti me; non oportuit et te misereri conservi tui, sicut et ego tui misertus sum?”. Et iratus dominus eius tradidit eum tortoribus, quoadusque redderet universum debitum. Sic et Pater meus caelestis faciet vobis, si non remiseritis unusquisque fratri suo de cordibus vestris ”.

Laus tibi, Christe.

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El reino de los cielos es comparable a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. Y, para comenzar, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Mas, no teniendo con qué pagarlos, mandó su señor que fuese vendido él, así como también su mujer, sus hijos y cuantotenía, y que con su producto le pagase la deuda. Entonces el siervo, arrojándose a sus pies, rogóle diciendo: Ten paciencia conmigo, y todo te lo pagaré. Compadecido el señor de aquel siervo, le dejó marcharse y le perdonó la deuda. Habiendo salido el siervo, halló a uno de sus compañeros, que le debía cien denarios, y, cogiéndole del cuello, le ahogaba diciendo: ¡Paga lo que debes! Derribado a sus pies, el consiervo, rogábale diciendo: Ten paciencia conmigo, y todo te lo pagaré. Mas él no quiso esperar, sino que se fue e hizo encarcelarle hasta que pagase lo que debía. Viendo los otros consiervos lo que pasaba, se entristecieron profundamente y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Llamóle entonces su señor, y le dijo: Siervo malo, toda la deuda te condoné porque me lo rogaste; ¿no debías, pues, tú también tener compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti? Y, enojado su señor, hizo que lo entregaran a los verdugos hasta que pagase toda la deuda. Así hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de corazón cada uno a vuestro hermano.

«La ley de la caridad y de la misericordia, que nos recuerda el evangelio es de una exigencia absoluta: “¿No debías haber tenido compasión de tu compañero como la he tenido yo de ti?” El perdón de las ofensas y el amor al prójimo son la réplica necesaria y como la prolongación en nuestra vida del magnánimo perdón que nos otorga Dios.

En Dios encuentra el cristiano la ley de su vida: “Sed buenos porque yo soy bueno. Sed perfectos como lo es el Padre celestial. Amaos los unos a los otros como yo os he amado".

Feliz el cristiano al poder vivir iluminado por una revelación que, con una justa concepción de Dios, le da una regla de conducta toda ella arraigada en él. Tratándose de verdad y felicidad, nada hay tan pacificador para el hombre ocmo el conocer la voluntad soberana de Dios, asimilársela y con las armas que ella misma proporciona consagrar toda la vida a la práctica del bien".

Misal diario y vesperal. XV edición.Dom Gaspar Lefebvre y los monjes benedictinos de la Abadía de San Andrés.Tr: P.Germán Prado y los monjes de la Abadía de Silos.

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