InfoCatólica / Fides et Ratio / Categoría: Mis lecturas

27.10.10

Obispos españoles y dimisión

Con el mismo título que encabeza esta entrada, aparecía el pasado domingo una esquela, en el ABC de Sevilla (sección sociedad, página 78).

Justo debajo de la noticia donde se informaba de las declaraciones vertidas por José Montilla, presidente de la Generalitat, durante la inauguración de la nueva sede del Obispado de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), y junto a la columna de Jorge Trías Sagnier, aparecía la susodicha esquela que muestro a continuación:

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22.10.10

Herejes antiguos, exégetas modernos

Parece que la escuela antioquena surgió a medidados del siglo III, pero no existen datos para determinar si fue una institución local, o, como es probable, una disciplina o método general o característico de la enseñanza siria. Doroteo es una de sus lumbreras más tempranas y se le conoce tanto como especialista en hebreo como por ser comentarista del texto sagrado, y fue el maestro de Eusebio de Cesarea. Luciano, el amigo del notorio Pablo de Samosata, y separado de la Iglesia durante ters episcopados tras él, aunque después mártir en ella, fue el autro de una nueva edición de la versión de los Setenta y mentor de los principales maestros originales del arrianismo, Eusebio de Cesarea, Asterio, llamado el Sofista y Eusebio de Emesa, arrianos del periodo niceno, y Diodoro, un celoso adversario del arrianismo, pero maestro de Teodoro de Mopsuestia, tienen cabida en la escuela exegética. San Juan Crisóstomo y Teodoreto, ambos sirios, y el primero discípulo de Diodoro, adoptaron el método de interpretación literal, aunque guardándose de abusar de él. Sin embargo, el mentor principal de la escuela fue aquel Teodoro, maestro de Nestoria que acaba de ser mencionado más arriba, y el cual, con sus escritos de Teodoreto contra san Cirilo y la carta escrita por Ibas de Edesa a Maris fue condenado por el V Concilio ecuménico. Ibas fue el traductor al siríaco y Maris al persa de los libros de Teodoro y Diodoro, y así se convirtieron en instrumentos inmediatos para la formación de la gran escuela nestoriana en la lejana Asia.

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20.09.10

La descomposición del catolicismo, por Louis Bouyer (II)

En otras épocas los cristianos católicos, aun sin lograr cristianizar de arriba abajo las instituciones sencillamente humanas en que se encuadraban, conseguían en conjunto introducir en ellas una cierta purificación, y hasta una elevación incontrovertible Sea lo que fuere lo que se piense del imperio de Constantino y de sus sucesores, era ciertamente mejor, por no decir más, que el de Nerón o de Cómodo. El caballero medieval, sin ser un modelo acabado, manifestaba virtudes que ciertamente no poseían los reitres bárbaros que le habían precedido. Y el humanista cristiano del renacimiento, pese a sus propias limitaciones, hacía enorme ventaja a sus colegas no cristianos.

¿Es pura casualidad el que en nuestros días el hecho de entrar los cristianos, y especialmente los católicos, en los marcos del mundo contemporáneo, parezca hacer más llamativos los defectos que se observaban anteriormente, si no es que todavía añaden ellos algo por su cuenta? Lo que se dice de la prensa o de la información en general ¿no es sencillamente el equivalente de lo que se puede observar en los partidos políticos o en los sindicatos cuanto entran en ellos los católicos? Ya se trate de los «ultras» en el PSU, de la Action Française y el MRP, por no hablar de otros países, del Zentrum germánico de la democracia cristiana italiana o del «revolucionarismo» católico de América del Sur, es difícil librarse de la impresión de que los partidos de signo clerical, inscríbanse a la derecha, a la izquierda o en el centro, se sumergen muy pronto en el irrealismo, el espíritu maniobrero de camarilla, el verbalismo huero o la violencia brutal que son defectos comunes a los partidos modernos y que tales partidos, a menudo, alcanzan los límites de lo grotesco y de lo odioso. Lo mismo se diga de los sindicatos: colonizados por los católicos parecen no tener ya otra alternativa que la de elegir entre el servilismo de los «amarillos» o la demagogia de los «rojos» particularmente frenéticos.

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18.09.10

La descomposición del catolicismo (I), por Louis Bouyer

Había, pues, llegado, y de sobras la hora de recordar, primeramente, que la jerarquía es un ministerio, es decir, un servicio, puesto que representa entre nosotros a aquel que, siendo el Señor y el Maestro, al encarnarse no quiso adoptar sino el puesto y la función de servidor. Como lo ha mostrado muy bien el padre Congar, no bastaba siquiera con decir que las funciones sagradas debían ejercerse con espíritu de servicio (esto se había dicho siempre, por lo menos con la lengua), sino que había que volver a descubrir que son realmente un servicio. Si no era suficiente para ello la lectura del Evangelio, de las cartas de san Pablo y de san Pedro, no había más que leer la carta de san Gregorio Magno al patriarca de Constantinopla.

Y así como en la Iglesia los cabezas mismos, comenzando por los más elevados, no podrían apuntar más alto que a ser «servidores de los servidores de Dios», importaba reconocer que la Iglesia entera en el mundo está llamada a servir a la humanidad y no a dominarla (aunque fuera «para su bien» supuesto)

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23.04.10

El Rin desemboca en el Tíber

Cada una de las diez comisiones conciliares debía estar presidida por un cardenal nombrado por el Papa, y constaban de veinticuatro miembros, dos tercios elegidos por los Padres conciliares y un tercio designados por el Papa. Los nombramientos papales se harían tras el anuncio del resultado de las elecciones.

El arzobispo Pericle Felici, Secretario General del Concilio, se encontraba explicando a la asamblea de Padres, en su fluido latín, el procedimiento electoral, cuando el Card. Liénart, que ejercía como uno de los diez presidentes conciliares (los cuales se sentaban en una larga mesa presidiendo el aula conciliar), se levantó de su asiento y pidió la palabra. Expresó su convicción de que los Padres conciliares necesitaban más tiempo para estudiar la cualificación de los diversos candidatos. Según explicó, tras consultar con las conferencias episcopales nacionales todos sabrían quiénes eran los candidatos más cualificados, y sería posible votar con conocimiento de causa. Solicitó un aplazamiento de algunos días para la votación.

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