Mirar al abismo
Recientemente la sociedad española se ha despertado escandalizada ante el vídeo de una cuidadora que se burlaba de una anciana. El vídeo se ha hecho viral y el escándalo provocado mayúsculo, tanto que la dirección de la empresa ha determinado el despido de la chica, cosa que tampoco ha sido muy difícil ya que era una trabajadora temporal.
El mal ocasionado es muy doloroso porque a nadie le gusta que se rían de un familiar enfermo. Esto es claro. El vídeo ha sido escandaloso. La chica ha cometido un error muy grave. Sin embargo, la reacción de la sociedad tampoco se ha quedado atrás. Medios de comunicación repitiendo a todas horas la noticia. Vídeo viralizado. ¿Y la trabajadora? Ha cometido un pecado mortal que, como dice Miguel Ángel Quintana Paz, en nuestro mundo es irredimible. No solo ha sido despedida, sino que tendrá que cargar con la culpa y la pena hasta que se olvide el hecho —si es que se olvida—.
Quizás esta reacción desmedida sea consecuencia de lo que no queremos ver. Los chicos de hoy en día padecen un narcisismo desmedido, una necesidad compulsiva de mostrar urbi et orbe todo lo que hacen, sin pensar que, efectivamente, lo que muestran puede ser visto por casi la totalidad de la humanidad. Una locura.
Lo que ha hecho esta muchacha posiblemente lo lleve haciendo años, como todos los chavales y con cualquier cosa. Todo es una chanza. Una irresponsabilidad infantil. ¿Es culpa de ella? En primera instancia, sí. Pero, ¿solo de ella? Cuando no hay familias, ¿dónde aprende el hombre a hacer un uso bueno de una tecnología que lo sobrepasa? ¿Acaso no son estos —malos— ejemplos los que pueden ver continuamente, no en la tele, sino en las redes sociales? Y no se trata de prohibir, sino de aprender qué es lo bueno y aprender a usar bien nuestras herramientas. Esto se aprende en la familia, familia que, como ya he dicho, no existe.
Quizás esta reacción social no sea tanto ante el hecho, sino ante el horror de contemplar en qué nos hemos convertido. Es asomarse al abismo… y que el abismo te devuelva la mirada.