Matrimonio: volvamos a los principios

En las cuestiones sobre el matrimonio pasamos rápidamente de los principios doctrinales a la casuística del acto conyugal, quedándonos finalmente en esto, olvidando la belleza de la doctrina. Se puede decir, sin ningún temor a equivocarnos, que hay cuestiones, como puede ser el tema de los preservativos por citar uno de ellos, que son como causas perdidas, no solo dentro de la Iglesia, sino de nuestro testimonio en el mundo.

El problema a la hora de afrontar estas cuestiones es que caemos en la argumentación que plantea el mundo, enredándonos en la tela de araña que tejen y de la que es muy difícil escapar, finalizando la mayoría de las veces en un callejón sin salida.

La moral católica procede del dogma, por eso, intentar discutir aplicaciones concretas de la ley general, nos puede hacer olvidar los principios de los que emana.

Nuestro Señor, no dedicó muchas palabras respecto al matrimonio, aunque lo que dijo fue tremendo: el divorcio está prohibido y el cónyuge que desee a otra persona que no sea su esposo/a, incurre en adulterio. El apóstol de los gentiles, inspirado por el Espíritu Santo, desarrolla algo más la doctrina, concentrando en unos pocos versículos la doctrina del matrimonio, especialmente y a la que me refiero, en la Carta a los Efesios.

Al apóstol de los gentiles le acusan sin ningún tipo de fundamento - sólo el que sale de las vísceras - de ser un misógino. San Pablo toma como charnela sobre la que habrá de girar todo el desarrollo doctrinal del sacramento del matrimonio, la relación de Cristo con su amada, la Iglesia.

La mujer debe obedecer al marido, hasta la reverencia, porque el varón es cabeza de la mujer, igual que Cristo es la cabeza de la Iglesia. Si la Iglesia debe ser fiel a su Señor, obedecerle y amarle, igual la esposa. Duras palabras indigeribles para un mundo que intenta con todas sus fuerzas eliminar las diferencias entre el género masculino y el femenino.

Sin embargo, más duras son las palabras que le dirige al esposo. El varón debe amar a su mujer igual que Cristo a la Iglesia. ¿Y cómo amó Cristo a su Iglesia? Sacrificándose por ella, por la salvación de los pecados. El profeta Oseas, tan citado por el Señor, hace una bellísima analogía de lo que es el amor de Dios a su Pueblo, el del marido cornudo – perdón por la expresión – que no sólo perdona a su esposa, sino que la requiebra, la conquista como un novio enfurecido por el amor de su novia. El marido, como Cristo, tiene que santificar a su esposa, presentándosela resplandeciente. Aquí San Pablo no sólo da doctrina, sino que me atrevo a decir, está mostrando datos de la psicología masculina en la relación con la mujer, sobre la pureza del matrimonio. Personalmente, estas palabras – como toda la Biblia – sólo las puedo leer de rodillas. ¿Cómo se puede acusar a San Pablo de misógino con estas palabras que dirige al hombre? ¡Cómo podemos amar a nuestras esposas como Cristo a su Iglesia! Imposible. Sólo con la Gracia de Dios se puede.La Gracia de Dios, la Gracia que, como San Pablo ha dicho anteriormente: en otro tiempo fuimos tinieblas, ahora la luz del Señor; tenemos la potestad de los Hijos de Dios, como dice el apóstol San Juan en el bellísimo prólogo a su Evangelio.

Meditar estas palabras produce, temor y temblor por un lado, pero también un gran consuelo. De estas pocas líneas podemos deducir y comprender la doctrina. El uso del preservativo, para impedir la procreación, ¿no es mancillar la santidad del matrimonio? Pensemos en Dios, ¿es que acaso el Todopoderoso no ofrece la salvación a todos los hombres? Entonces, ¿por qué el hombre es rácano en cuanto a la fecundidad? ¿Dios lo es?

No, no lo es.

El matrimonio es un sacramento. Elevémonos hacia los principios, porque los casos particulares, a veces nos impiden ver toda la belleza de la doctrina.

5 comentarios

  
Nelson Medina
Amén, Isaac.

Desde mi propia orilla y mis posibilidades he tratado de predicar lo equivalente. Con tu permiso agrego un enlace con enlaces sobre el tema y predicaciones de este servidor:

http://fraynelson.com/blog/categorias/pareja/
28/01/11 9:37 PM
  
Saulo Medina
Genial Issac. Una pieza excelente sobre el sacramento. Personalmente prefiero hablar de "Matrimonio", cuando es católico; y de uniones civiles para las demás. La Gracia de Dios no es poca cosa como para ponerla con el mismo nombre de lo que el hombre se empeña en desatar.

Te cuento Isaac que en las conferencias que dicto a jóvenes, hablando del preservativo les hago esta pregunta: si el condón es la maravilla, ¿quién de ustedes tendría una relación íntima con una persona de la cual sabe que ya está infectada de una enfermedad de transmisión sexual? De pronto no convencemos a muchos, pero vamos mostrando un camino. Estoy seguro que Dios bendice cualquier intento que hagamos por defender la vida por nacer y la ya nacida.
29/01/11 3:37 AM
  
Laurel
Estimado Issaac:

Permítame hacer un comentario a una frase que, por desgracia, ha sido malinterpretada con demasiada frecuencia. No digo que usted lo haga, pero sí que ocurre. Me refiero a la obediencia de la mujer. La mujer debe obedecer a la autoridad del marido, no al marido sólo por el hecho de ser hombre. Y, ¿qué es la autoridad? En el Evangelio se nos narra que Cristo enseñaba con autoridad, no como los fariseos. La autoridad en el cristianismo es la sabiduría del Amor, la sabiduría de quien tiene más Amor y es, por tanto, capaz de mayor entrega y sacrificio. Quien posee ese Amor, por tanto, ve más claro, tiene mayor luz de Dios, y puede iluminar a otros. Como usted muy bien ha apuntado, Dios (por medio de San Pablo) pide ese amor al hombre: Amar a su mujer como Cristo a su Iglesia. Pero la frase, y esto es lo que ha originado discusiones sin cuento y muchísimas situaciones muy dolorosas, no quiere decir que la mujer deba obedecer al marido en toda decisión arbitraria, y mucho menos en decisiones egoístas.

Reciba un cordial saludo
29/01/11 11:01 AM
  
vicente
el Señor en el evangelio habla claramente de la unión entre marido y mujer, después la Iglesia explicita caso por caso si es necesario.
29/01/11 2:15 PM
  
Ricardo de Argentina
Muy buen enfoque de la cuestión, Isaac. La autoridad que no se fundamenta en el servicio al prójimo, es insoportable tiranía. Los Evangelios dejan clarísima esta cuestión en lo que hace al matrimonio, obligando al hombre para que la mujer se le obligue.

Este planteo tiene consecuencias interesantísimas y sorprendentes. Así, vemos que ha sido el hombre quien ha claudicado en sus obligaciones de paterfamilias y luego, sólo luego y como lógica consecuencia, la mujer se ha "emancipado", claro, ¿qué más remedio tenía?. Es el famoso "feminismo". Es el final de un largo proceso de claudicación masculina (motivado quizás por el hedonismo), que en lugar de revertirse y reconducirse ha preferido fomentar la independencia de la mujer como "solución".

Es paradójico que a la luz de este planteo, el "feminismo" no es una reacción al tan cacareado como inexistente "machismo", sino la consecuencia de una pavorosa "desmasculinización" de la sociedad.

Y sí, a los "gays" no los trajo la cigüeña, algo de "desmasculinización" se nota, ¿verdad?.
30/01/11 1:16 AM

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