Elegí ser postergado en la casa de Dios antes que habitar en las tiendas de los pecadores

Para no alargarme demasiado, teniendo en cuenta, sobre todo, que yo os hablo sentado, mientras que vosotros os fatigáis de estar de pie, os diré: sabéis todos o casi todos que en esta casa, llamada casa episcopal, vivimos de tal manera que, en la medida de nuestras fuerzas, imitamos a aquellos santos de quienes dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: Nadie llamaba propia a cosa alguna, sino que todas les eran comunes. Como tal vez algunos de vosotros no os habéis esmerado en examinar nuestra vida para conocerla como yo quiero que la conozcáis, voy a explicaros lo que dije antes brevemente.

Yo, en quien por misericordia de Dios veis a vuestro obispo, vine siendo joven a esta ciudad. Muchos de vosotros lo sabéis. Buscaba dónde fundar un monasterio para vivir con mis hermanos . Había abandonado toda esperanza mundana y no quise ser lo que hubiera podido ser; tampoco, es cierto, busqué lo que soy. Elegí ser postergado en la casa de Dios antes que habitar en las tiendas de los pecadores. Me separé de quienes aman el mundo, pero no me equiparé a los que gobiernan a los pueblos. Ni elegí un puesto superior en el banquete de mi Señor, sino el último y despreciable, pero le plugo a él decirme: Sube más arriba. Hasta tal punto temía el episcopado que, cuando comenzó a acrecentarse mi fama entre los siervos de Dios, evitaba acercarme a lugares donde sabía que no tenían obispo. Me guardaba bien de ello y gemía cuanto podía para salvarme en un puesto humilde antes que ponerme en peligro en otro más elevado. Mas, como dije, el siervo no debe contradecir a su Señor. Vine a esta ciudad para ver a un amigo al que pensaba que podría ganar para Dios viviendo con nosotros en el monasterio. Vine tranquilo, porque la ciudad tenía obispo, pero me apresaron, fui hecho sacerdote, y así llegué al grado del episcopado.

San Agustín, Sermón 355,2. Ed. BAC. Obras completas de San Agustín, XXVI

4 comentarios

  
Vicente
inconfundible san Agustín!
20/07/10 6:49 PM
Deliciosa apología de la humildad. Sobre todo cuando se es consciente de todo lo que es posible hacer desde el último banco.

Dios le bendiga D.Issac
20/07/10 10:46 PM
  
Luis Fernando
Igualito que otros.
21/07/10 12:44 AM
  
Ana B.
He leído hace poco "Confesiones" de San Agustín. Me impresionó.
21/07/10 4:29 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.