San Buenaventura

Yo soy el alma de Buenaventura
de Bagnoregio, que, aun en mi alto estrado,
pospuse la mundana coyuntura.

Dante, La Divina Comedia, Paraíso XII, 127

Y así es obligación del sacerdote secular como del regular no sólo divulgar más ampliamente sino también más detenidamente ilustrar y defender la doctrina Católica, la cual ofrece por un lado todos los argumentos para readquirir y aniquilar todas las objeciones que le oponen, y por el otro, no puede menos de atraer aun a los espíritus no cegados por prejuicios con tal que la doctrina se explique lúcidamente. Los Doctores de la Edad que llaman Media habían comprendido esta realidad y bajo la égida de Santo Tomás Y San Buenaventura se empeñaron a fondo por entender ampliamente la ciencia teológica y por comunicarla a los demás.

Encíclica Unigenitus Dei Filius, Pío XI, dirigida a los Superiores Generales de las Ordenes Religiosas. 19 de Marzo de 1.924

Al hablar dahora de la eucaristía conviene tener presente que en este sacramento no solamente se significa el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo, sino que bajo las dos especies de pan y vino se contiene verdaderamente, formando no dos, sino un solo sacramento. Mas esto sucede después de la consagración del sacerdote, qeu tiene lugar al pronunciar la forma vocal instituida por el Señor, la cual para el pan es Este es mi cuerpo y para el vino Este es el cáliz de mi sangre. Después de pronunciar el sacerdote estas palabras con intención de confeccionar el sacramento, se verifica la transubstanciación de ambos elementos en cuerpo y sangre de jesucristo, permaneciendo las especies sensibles, en cada una de las cuales se contiene Cristo entero totalmente, no circunscriptiblemente, sino sacramentalmente. Bajo esas especies se nos da como manjar, y el que lo recibe dignamente, comiéndolo no sólo sacramentalmente, sino también espiritualmente por la fe y la caridad, se incorpora más al cuerpo místico de Cristo y asimismo se alimenta y purifica; pero el que se acerca indignamente se come y se bebe su propia condenación, por no discernir el santísimo cuerpo de Cristo

Breviloquio, parte VI, cap. IX. Obras Completas de San Buenaventura, Ed. BAC. Tomo I, pp. 397 - 398.

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