Sábado de las témporas de Adviento: todo hombre verá la salvación de Dios

Las Témporas son una tradición antigua muy querida de la Iglesia romana. Cuatro veces al año, al comienzo de cada estación, se consagran tres días de la semana (miércoles, viernes y sábado) al ayuno y la oración, para atraer las bendiciones de Dios sobre la nueva estación y sobre las ordenaciones, que antiguamente tenían lugar durante la vigilia nocturna del sábado al domingo.

El Adviento, de institución más reciente, ha impreso en las Témporas de diciembre un carácter de espera y de preparación, que ha hecho pasar a segundo plano la idea del ayuno y de la penitencia. (…)

La ordenación del sábado de las Témporas de Adviento era la única que conocía antiguamente Roma. Era, por tanto, un día trascendental. Todo en la misa tiene el sello de una liturgia primitiva; sus numerosas lecturas, entrelazadas con cánticos y oraciones, recuerdan la forma original de las vigilias nocturnas de Roma.

Los textos proféticos de Isaías evocan cautivadoramente las grandezas del Mesías y la misisón divina que viene a cumplir. Los cánticos expresan la llamada apremiante de la Iglsai; las oraciones contienen su plegaria suplicante para que encontremos en la redención que se nos ofrece el remedio de nuestra miseria. La epístola de san Pablo nos coloca en la perspectiva de la segunda venida del Señor; el evangelio nos invita a prepararle el camino allanando las asperezas y nos asegura que «todo hombre verá la salvación de Dios»

Misal Diario y Vesperal, decimoquinta edición, Dom Gaspar Lefevbre. Desclée de Brouwer, 1.962. pp. 73 y 80.

Las lecturas correspondientes al sábado de las Témporas de Adviento son: Is. 19, 20-22; Is.35, 1-7; Is. 40,9-11;Is. 45,1-8; Dan 3,47-51; 2 Tes. 2,1-8 y por último:

El año décimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de la Judea, Herodes, tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de la Iturea y de la provincia de Traconítide; siendo Lisanias tetrarca de Abilinia, y bajo los príncipes de los sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió entonces toda la región del Jordán, predicando el bautismo de penitencia, para la remisión de los pecados, conforme está escrito en el libro de Isaías profeta: Una voz clama en el desierto; Preparad el camino del Señor; enderezad sus senderos; todo valle será terraplenado y todo monte o collado será rebajado, y lo torcido, enderezado, y los caminos fragosos allanados; y verá todo hombre al Salvador de Dios.

Luc. 3,1-6

San Gregorio Magno. Homilía 20 sobre los evangelios.

Con haber hecho mención del emperador de la República romana y de los que gobernaban Judea, se determina el tiempo en que el Precursor de nuestro Redentor recibió el encargo de predicar; pues como venía para dar a conocer a Aquel que había de redimir a algunos de los judíos y a muchos de los gentiles, señalando la época del emperador de los gentiles y de los príncipes de los judíos, se fija el tiempo de su predicación. Mas, como la gentilidad había de ser congregada y la Judea dispersa por la culpa de su perfidia la descripción determina los principados terrenos, puesto que se refiere que en la República romana gobernaba uno solo, y en el reino de la Judea, dividida en cuatro partes, gobernaban varios.

Ahora bien, como nuestro Redentor dice (Lc 11,17): Todo reino dividido quedará destruido, luego está claro que había llegado a su término el reino de la Judea, que, dividida, estaba sometida a tantos gobernadores.

Y también se muestra, no sólo bajo qué gobernadores, sino además bajo qué sacerdotes aconteció. Y porque Juan Bautista daría a conocer a Aquel que a la vez sería rey y sacerdote, el evangelista San Lucas señaló el tiempo de su predicación por el reino y el sacerdocio, anunciando quiénes reinaban y quiénes eran sacerdotes.

Vino por toda la ribera del Jordán predicando un bautismo de penitencia para la remisión de los pecados. Es cosa clara para todos los que leen el Evangelio que Juan no sólo predicó el bautismo de penitencia, sino que también bautizó a algunos. Mas, no obstante, no pudo dar su bautismo para remisión de los pecados, porque sólo por el bautismo de Cristo se nos concede la remisión de los pecados. Y así debe notarse que se dice: predicando el bautismo de penitencia para remisión de los pecados; porque, como no podía él dar el bautismo que perdonaría los pecados, lo predicaba. De manera que así como precedía con su predicación al Verbo encarnado del Padre, así también su bautismo, precediéndole, fuera figura del verdadero.

Breviarium Romanum. Primera, segunda y tercera lectura del oficio de Maitines del sábado de las témporas de Adviento.

Traducción: Obras completas San Gregorio Magno. Ed. BAC, 1.958. pp. 622-623

P.D.:

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