Cultura y religión (Inculturación III)
Una vez expuestas algunas claves magisteriales para ir elaborando un concepto de inculturación, podemos hacer unas primeras observaciones. La inculturación es presentada como un proceso que afecta por un lado al Evangelio (entendido como los contenidos fundamentales de la fe cristiana, incluyendo la vida y la Tradición de la Iglesia), y por otro a la cultura receptora. Ambas instancias son sometidas a ese proceso que busca que el Evangelio sea vivido desde el interior de esa cultura concreta y que, a la vez, esa cultura pase formar parte de la vida de la Iglesia. La acción de inculturación es operada por la Iglesia en cuanto misionera, formando parte de esa acción tanto los misioneros como los mismos evangelizados, bajo la vigilancia del Magisterio, que evita caer en los extremos de la alienación de la cultura o supervaloración de la misma.

Para continuar el tema que comenzábamos en la
Voy a comenzar una serie de publicaciones en las que quiero desarrollar un tema que pienso puede dar mucho juego para el debate. En esta primera quiero únicamente presentar la cuestión, de tal manera que los comentaristas puedan ir dando sus puntos de vista. Se trata de que, a través de las participaciones en los comentarios —que espero no falten—, podamos ir abriendo nuevas perspectivas enriquecedoras. Digamos que quiero poner en práctica aquel lema que propuso San Alberto Magno para su studium: In dulcedine societatis quaerere Veritatem.

