Los viri probati, una degradación del sacerdocio católico

Estamos en la recta final hacia el Sínodo de la Amazonia y, providencialmente, me encuentro estos meses dando clases de teología y filosofía en el Seminario de la Prelatura de Moyobamba, que es una de las dos misiones diocesanas de la Archidiócesis de Toledo. La Prelatura de Moyobamba comprende prácticamente el Departamento de San Martín, en Perú. Aunque la ciudad de Moyobamba está ya en una zona que suele llamarse «ceja de selva», por encontrarse ya a cierta altura sobre el nivel del mar, el Departamento, y con ello el territorio de la Prelatura, se encuentra sociológica y geográficamente en la Amazonia peruana, al menos si se entiende de manera amplia (como parece que se hará en el Sínodo).

En recuerdo del aniversario de la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo, por medio del instrumento elegido por Dios, que fue el pueblo español, comparto este capítulo que cierra la brillante Historia Natural y Moral de las Indias, escrita por el P. José de Acosta, S.I., y publicada en 1590. La lectura providencialista de la historia es la única que podemos hacer los que tenemos fe, y ciertamente que es fácil hacerla cuando se tiene delante la narración de los hechos reales que sucedieron en esta portentosa obra de civilización y evangelización. Nadie mejor que uno de los que dedicaron su vida a la salvación de los indios, movido por el amor a Cristo, para recordarlo.
Una vez expuestas algunas claves magisteriales para ir elaborando un concepto de inculturación, podemos hacer unas primeras observaciones. La inculturación es presentada como un proceso que afecta por un lado al Evangelio (entendido como los contenidos fundamentales de la fe cristiana, incluyendo la vida y la Tradición de la Iglesia), y por otro a la cultura receptora. Ambas instancias son sometidas a ese proceso que busca que el Evangelio sea vivido desde el interior de esa cultura concreta y que, a la vez, esa cultura pase formar parte de la vida de la Iglesia. La acción de inculturación es operada por la Iglesia en cuanto misionera, formando parte de esa acción tanto los misioneros como los mismos evangelizados, bajo la vigilancia del Magisterio, que evita caer en los extremos de la alienación de la cultura o supervaloración de la misma.
Para continuar el tema que comenzábamos en la
Voy a comenzar una serie de publicaciones en las que quiero desarrollar un tema que pienso puede dar mucho juego para el debate. En esta primera quiero únicamente presentar la cuestión, de tal manera que los comentaristas puedan ir dando sus puntos de vista. Se trata de que, a través de las participaciones en los comentarios —que espero no falten—, podamos ir abriendo nuevas perspectivas enriquecedoras. Digamos que quiero poner en práctica aquel lema que propuso San Alberto Magno para su studium: In dulcedine societatis quaerere Veritatem.







