¡De aquí nace el amor del prójimo!
No he venido siendo tan prolífica como en otros períodos porque sencillamente he debido dedicar tiempo al conocimiento de mi misma y claro, ha sido tanta la resequedad que hasta he llegado a pensar que había llegado el día en que dejaría de ser blogera lo cual tampoco tenía mucho sentido ya que no recuerdo un día de mi vida en que no haya tenido la necesidad de expresarme.

Como tantas veces he despertado hoy de madrugada y salí -como otras tantas- a la terraza para ver salir el sol.
He tenido muy mala pata viviendo en este lugar encantador en las faldas de una cordillera en la periferia del Valle Central y saben por qué? Porque es un suburbio que, primero, permaneció hasta hace muy poco siendo una filial olvidada de una parroquia lejana y, segundo, porque desde que es parroquia hace apenas unos años, han pasado como párrocos innumerables sacerdotes y sobre el último, quien es el que por más tiempo ha permanecido, caray, solo puedo decir: ¡Qué el Señor lo ampare!
Yo no se cómo algunos desprecian (o hemos despreciado) la oración de repetición si es con frecuencia tan evidente la gracia que se recibe siempre a través suyo.





