InfoCatólica / Deo Omnis Gloria / Categoría: Celebrando la vida

6.08.16

Sobre duelos bien elaborados

Hoy, de pura casualidad, llegué hasta mi blog ubicado en Blogger el cual hace muchísimo tiempo no visito solo para terminar leyéndome y dándome cuenta que me he dejado amedrentar.

Como lo habrán notado, ya  no soy lo prolífica que fui por lo que, hasta le he dicho a un amigo del Consejo Editorial, que ya no le encuentro sentido a ser blogero.

Así ha andado la procesión por dentro.  

Ahora bien, qué fue lo que sucedió? Sucedió la muerte de papá y encontrarme, de la noche a la mañana sin trabajo, viéndome forzada a inventarme uno, cuidando de la casa, de mis inquilinos; sin poder desentenderme del  bienestar de mis hermanos y sobrinos quienes, por diferentes motivos, han pasado por drásticos cambios.

En fin, que –aunque suene ridículo- hacerme cargo de mi vida me ha dejado temerosa, en estado de shock; tal como un auto al que se le rompe el embrague, es decir, que para nada sirve ya que no va ni para atrás ni para delante.

Aunque, claro, el acicate ha sido no haber dejado de escuchar dentro de mi cabeza el que, si uno tomó la decisión de ser blogero fue porque tuvo la idea de donarse, cierto? Cierto. O, es que acaso se trata de desechar definitivamente la idea como quien desecha unos zapatos viejos? Pues, no.

El caso es que, dentro del proceso, amedrentada por la realidad, como quien barre la basura bajo la alfombra, la idea de donarme fue quedando sepultada con tareas y preocupaciones, muy al estilo de Marta; cosa que se ha visto no solo reflejada en mi blog sino en mi vida de oración ya que, por ejemplo, cuando cuido el templo los miércoles, en lugar de estar sosegada en silencio, me la paso laborando ruidosamente ya que me da, locura mía, por colocar en línea las bancas.

Hasta sería gracioso si no fuera porque es claro que algo trato de ocultar. 

Es cierto, un duelo es un proceso que no debe forzarse; es decir, no existe obligación para dejar de ser Marta para esforzarse en ser María; sin embargo, de lo que existe obligación es para “elegir la mejor parte”.Todos tenemos obligación de tomar buenas decisiones, ya seas Marta o María, Paco o Chespirito; de ahí que, de a poco, voy hallando nuevas razones para ser blogero.

Claro, razones encuentro y sin duda hallaré muchas más, sin embargo, existen cosas que trataré de evitar como sería criticar con el hígado ciertas situaciones dentro de la Iglesia o del ambiente político en mi país ya que, me he dado cuenta que, si para alguna cosa buena el Señor me capacita es para transmitir cómo su gracia me ayuda a “echarle el cuerpo a la vida”: con fuerza, con alegría, con esperanza pese a tantísimo peso y obstáculo que existe.

Sí, es lo que me gustaría. Eso haré, se lo pediré al Señor, le pediré que nada me amedrente. Ni siquiera la muerte.

El otro día Saulo Medina Ferrer, psicólogo católico colombiano, decía que “Encontrar alegría en ayudar a que este mundo sea mejor, ahora sin tener a quien hayas perdido, es el último paso de un duelo bien elaborado”; pues bien, querido amigo Saulo (que no de gratis tu nombre es el mismo del apóstol), con esta sencilla frase me has hecho ver que, gracias a Dios, parece que, finalmente, he elaborado bien todos mis duelos.

A Dios sea la gloria!

29.07.16

El paisaje que a diario ven mis ojos

Una cosa es cierta: este paisaje en el que, por más de cuarenta años he habitado por gracia de Dios, favorece para tener una mirada atenta que me permite estar dispuesta a los cambios, así sean drásticos o sutiles, tal como los que el paisaje presenta a lo largo del día.

La forma en que los sentidos se amoldan durante el invierno, por ejemplo, al frío y oscuridad de la mañana, al resplandor del sol y el  bochorno del mediodía, a la luz tenue que sigue al aguacero de la tarde y de nuevo al frío y oscuridad de la noche, constituye un verdadero ejercicio para los sentidos y, podría asegurar que también para las emociones ya que, no es lo mismo la tensión que provoca al ánimo la baja temperatura que la relajación que suscita una temperatura cálida acompañada de suave brisa.

Pensando en este tipo de cosas es que he llegado a pensar que, probablemente, por esa razón me he llegado a familiarizar con mi propio paisaje, sus habitantes y sus cambios; porque –sin duda- cada alma es un paisaje habitado que cuenta una historia.

Como las historias que de sus caminatas cuenta Paco mediante fotografías que comparte con sus contactos en Facebook; de hecho, he conocido lugares maravillosos de España gracias a sus caminatas.

Y es que Paco, no solo nos da a conocer el paisaje sino un poco de sí mismo cuando elige uno u otro sendero;  a la manera en que nos vamos descubriendo al elegir este o aquél camino solo para descubrir que nuestra alma está habitada no solo por diferentes especies de mariposas y pajaritos, bestias y todo tipo de alimañas con las que convivimos sin apenas darnos cuenta, sino por amigos y enemigos, seres queridos, parientes y todos aquellos con los que nos encontramos.

El alma pose una historia pintada con recuerdos, como el recuerdo de  aquél arroyo en el que tanto te divertiste con tus hermanos, el de un grave disgusto, de una gran alegría, de un enorme esfuerzo, de una profunda amargura o desoladora tristeza.

Sí, yo digo que nuestra alma es un vivido paisaje que no puede ser cambiado pero que puede ser corregido tal como quien corrige una pintura al óleo o como quien con sierra en mano corta un árbol peligroso o con el machete retira unas ramas que le impiden el paso o, simplemente, como quien coloca ungüento y una bendita para que, mientras aprendes arrepentimiento, mientras aprendes humildad, mientras aprendes a comprender y recibir la Misericordia de Dios, tu alma vaya sanando; así que, para cuando tiras de la bendita, ¡puf!, tal como si fuera magia, la piel queda sana, sano queda el paisaje de tu alma tal como fue originalmente pensado.

Todo por obra de la gracia de Dios.

En fin, lo que digo es que el paisaje que a diario ven mis ojos ha ejercitado la mirada que la conciencia echa sobre mi historia guiada por la gracia de Dios.

Mirada que les deseo a todos ya que, no debe haber cosa más tremenda que darse cuenta un día de la existencia del alma pero que, además, la misma se presente amenazadora, oscura y tenebrosa, algo así como aquella cueva habitada por dragones y orcos, por la que debieron transitar los hobbits en su camino a Mordor. 

5.06.16

Pan de naranja

No se puede decir que mi vida sea, ni por asomo, la que fue durante toda mi vida y, sin embargo, mentiría si dijera que no existe en ella grandes porciones de bondad, verdad y belleza.

Siendo casera, recojo en mi hogar a adultos quienes, por una u otra razón, no poseen o no están en su casa con sus familias lo que significa que nuestras historias convergen en lo que ha sido para mi lugar de frecuentes y dichosos encuentros de amor filial los que, por cierto, extraño muchísimo.

Compartimos en mayor o menor grado cierto sentido de pérdida o ausencia. 

Al día de hoy, este lugar extraordinariamente hermoso que Dios me ha prestado para vivir, reúne a personas que voluntariamente o no, transitan por la vida en soledad cosa que, ciertamente, incorpora cierto grado de nostalgia a pesar de la camaradería que existe entre nosotros.

Somos personas con nostalgia incorporada, por decirlo de manera graciosa, tal como cualquiera que se sabe peregrino de camino al cielo.  

Tampoco se puede decir que ahora disponga de tiempo como para hacer lo que me gusta tal como pintar cerámica, escribir en este blog o frecuentar el supermercado en el que papá y yo adquiríamos infinidad de productos de los que disfrutábamos tanto.

Sentido de privación y sentimiento de lejanía también están aquí presentes. 

Ayer, como disponía de un dinerito extra, con la excusa de buscar un producto con el que acostumbraba hacer un pastel, me dejé llegar hasta el AutoMercado solo para darme cuenta, con gran decepción, que ya no lo venden; sin embargo, por no partir con las manos vacías me fui a la sección de la panadería buscando algo rico que mi bolsillo pudiera costear.

Allá, en el más lejano rincón, hallé un precioso pan de naranja que he disfrutado con mis inquilinos a quienes he convidado a tomar café.  

Como les digo, de mucho no dispongo pero les aseguro que, indefectiblemente, la gracia se las agencia para que encuentre lo suyo en lo cotidiano tal como es asistir a misa entre semana solo para confirmar una y otra vez el buen párroco que tenemos o, sacar el rato para, entre lo que barro y limpio, sentarme a mirar el paisaje mientras en lo hondo de mi ser mi espíritu retorna a su Fuente con la naturalidad con la que un papalote, después de haber gozado del ajetreo del viento, es atraído hacia su Dueño y Creador.   

Sin lugar a dudas, la vida de los santos, no fue una vida de placer; de hecho, por amor eran movidos a desprenderse de sus afectos y posesiones e –incluso- pedían al Señor sufrimientos pero, estoy segura que -aunque no soy santo de ese calibre- al igual que a ellos, el Espíritu de Dios me agraciará para sobrellevar gozosamente y en paz la carga de nostalgia que llevo incorporada mientras me regocijo en la certeza de que siempre, en el más remoto rincón de la panadería, hallaré para deleite de otros y el mío propio, rebanadas de bondad, verdad y belleza contenidas en lo bueno, bonito y barato de un simple pan de naranja.

 

27.04.16

“Aló, aló… ¿Hablo a Santa Marta?”

- “Aló, aló… ¿Hablo a Santa Marta?”

- “Buenos días. Me llamo Maricruz Tasies y llamo desde Costa Rica. Podría pasarme con el papa Francisco, por favor?”
- “Gracias”
- “Hola! ¿Papa Francisco?”
- “¡Cuánto gusto!”

Si, papa Francisco, sería espectacular que nosotros también, al marcar tu número, desde el otro lado del mundo, nos salieras al teléfono.

Lo cierto es que ninguno de quienes nos hallamos en la periferia, a menos que viviéramos en las calles de la ciudad del Vaticano, tenemos la posibilidad de contactarte tan fácilmente.

El caso es que, ni siquiera mediante un blog podría ser que algún día me leyeras para que conocieras acerca de cómo influyes el mundo en el que vivo.

Quisiera que fuera posible ya que, desde los primeros días de tu pontificado, cuando en redes sociales los catequistas nos vimos en serios problemas para defenderte, explicarte, esclarecerte; te estuve enviando decenas de tweets que nunca obtuvieron respuesta; el caso es que, efectivamente, papa Francisco, estás muy lejano de nuestra realidad pese a que tú, consistentemente, demuestras al mundo entero que, lo “pastoralmente” correcto es aproximarse a los alejados y a los más pequeños, aunque sea vía telefónica.

Te tenemos lejos, papa Francisco, sumamente lejos, inaccesible y por tanto sordo a nuestras alegrías, pesares y preocupaciones generadas no solo en la vida cotidiana sino como efecto de tu pontificado.

Has de saber que aquellos tweets fueron para alertarte acerca de la gran confusión que generaron algunas de tus declaraciones.

Ahora mismo no recuerdo de qué se trató el revuelo pero, ciertamente, nos diste muchísimo trabajo y nos lo sigues dando ya que, pese a que te esfuerzas por dejar claro el contenido pastoral de tus acciones, el mismo nos llega totalmente diluido al punto de que, ni siquiera los más pequeños de tu rebaño, se enteran de lo medular del mensaje; el mismo, queda en su memoria como queda el destello del flash de una cámara fotográfica o la alegre pero pasajera impresión que provoca un truco de magia.

Así es, nos llega tan solo aquél aspecto que el show mediático elige de mayor importancia.

Claro, habría que leerte para enterarse, seguir al papa tan de cerca como –alguien como yo- lo viene haciendo por más de una década; sin embargo, ni siquiera alcanzas a la mayoría de los católicos, tampoco a aquellos que se encuentran en el límite de la periferia debido a que, pese a que tienen su celular con internet, no poseen el hábito de formarse en la fe ni el nivel educativo para utilizar los buscadores con el fin de hallar las noticias y lecturas adecuadas.

De lo anterior y de otras cuestiones deriva el deseo de ponerme en contacto contigo.

Me doy cuenta mientras te escribo que, llamar tu atención con aquellos tweets, fue un acto espontáneo, quizá motivado por tu influencia en el sentido de que, llegado a Santa Marta un papa Latinoamericano, espontáneo, abierto y jovial, sumamente contemporáneo y por lo mismo, actualizado en la tecnología, podría yo -tan ingenuamente- tenerlo tan a mano como tengo a mi laptop, a mi párroco o a mi Arzobispo.

Claro, pero no ha sido así y, ni siquiera pinta que podría jamás llegar a ser posible tenerte tan cercano que pudieras escuchar acerca de mis alegrías, pesares y preocupaciones las que, en su mayoría, al día de hoy, giran en torno a tu pontificado.

Bien. Disculpa que esta conversación parezca un chat. Te dejo por el momento ya que tengo que salir por lo que espero, si te parece, que continuemos esta conversación cualquiera de estos días.

- “Fuerte abrazo, papa Francisco. Que la gracia te ayude a conservarte en gracia. 

- “Si, rezaré por ti; también, la misa".

- “De acuerdo. Bendiciones”

 

6.03.16

Como filigrana

En estos días ni se puede hablar del Bien, la Verdad y la Belleza que la gracia permite descubrir porque aparecen unos calificándolo de buenista u otros apuntando otras “deficiencias”.

Saben qué? Los ignoraré a todos porque, por sobre todo, mi vida narrada en este blog, ha sido a lo largo de los años un testimonio de la gracia por lo que, sin mayor preámbulo, hablaré del tema tantas veces y de la forma en que el Señor me inspire.

No cabe duda de que mi vida al lado de mi padre fue el paraíso. Tenía todo lo que necesitaba y más: cariño, respeto, compañía, dinero, alegría, unidad familiar, etc. Ahora mi vida carece de casi de todo, sin embargo, el Señor ha dado impulso a mi iniciativa para que vaya descubriendo o ayudándole a re-crear aquello de lo que fui temporalmente privada.

La privación ha sido muy buena porque me ha hecho valorar lo que tuve y desear tenerlo de nuevo pero bajo una nuevo concepto y perspectiva: la de la gracia.

Ahora bien, parte de los cambios ejecutados por el Señor en mi constituyen una nueva mirada sobre la realidad de la que hablaré a continuación. 

El domingo pasado, saliendo de misa, saludé a una mis vecinas, señora ya mayor, quien me contó que estaba con temblores, dolores de cabeza y mareos. Le pregunté si se estaba alimentando bien y me dijo que no. Le prometí ayuda y me despedí. El caso es que pasé a la pulpería (así le llamamos a las tiendas de conveniencia) y como venía pensando en ella, apenas entré, sin pensarlo, comenté con los vecinos que allí estaban el caso de la señora.

Uno de ellos, con quien mi madre ayudaba a los pobres, me prometió ayuda. Esa la misma tarde me trajo un enorme pollo, leche y galletas a lo que añadí unas verduras y una botella de carao que es buenísimo para la anemia que sufre la señora. Esto pretendo hacerlo todas las semanas durante el tiempo que el Señor me lo permita. Asumo que me dará los recursos  ya que no sería la primera vez.

Ese mismo día, cuando regresé a la pulpería, tuve que esperar unos minutos a que atendieran a una señora que estaba terminando de contar el testimonio de curación de su hijo. Aparentemente, por el poder de la oración, una grave enfermedad de la que sospechaban los médicos, no salió reflejada en los exámenes. La mamá no cabía en sí de la alegría y daba gloria a Dios. 

De la misma forma, días después, saliendo de nuevo a caminar con mis perros, me encontré con Rosa que salía de casa de su hija recién “mejorada”. La alabé por ser abuela y le pregunté por la salud de su hija y de su nieto. Me contó una verdadera calamidad ya que el nietito nació con problemas en el hígado y los padres han estado durante todo un mes turnándose para cuidarlo en el hospital. Ella venía de dejarle a su hija hecho el almuerzo y la casa limpia para que cuando regresara pudiera descansar.

La maravilla fue escucharla ofreciendo su testimonio del que concluí que el Señor, verdaderamente, cuida de todos, no solo los consolida en el amor, en la generosidad, en la paz sino en la alegría que da la fe y la confianza ya que, la querida Rosa, me contó su historia entre bromas, situaciones tiernas y simpáticas locuras acaecidas dentro de la grave situación.

Asímismo, otro día, me encontré con la madre de una muchacha con dificultad de aprendizaje quien tiene una rodilla que le duele al caminar tras un golpe que sufrió después de una caída.

A Nuria, le ayudé con un campamento juvenil que estaba organizando para su congregación ya que es evangélica y otro día le ayudé con los pasajes del autobús para una cita que tenía en el hospital. Desde el día que le doné las latas de garbanzos ha nacido una amistad de lo más simpática. Me alegró que su mamá estuviera tras ella cuidándola y que se esté viendo su dolor en el Seguro Social debido a mi insistencia.

El papa Francisco habla mucho de salir a las periferias, pues bien, yo cavilaba acerca de cuáles periferias podría yo salir si me quedan tan lejos; pero el caso es que ahora río de mi misma ya que las periferias me las encuentro a diario en cuanto cruzo el portón que me separa de la calle, lo cual me alegra porque también sufro de dolores y caminar muy lejos me jorobaría bastante.

Todo lo anterior únicamente para destacar que, en sintonía con la gracia, es posible hallar el Bien, la Verdad y la Belleza que el Señor construye en nuestra vida como filigrana.

El Seños nos bendiga.