InfoCatólica / Deo Omnis Gloria / Categoría: Sobre este blog y su autora

3.07.19

Whatsapp, mi párroco y yo (I)

El whatsapp puede ser un recurso para un respetuoso intercambio con el párroco. 
Yo lo he convertido en el medio para compartir con el mis preocupaciones e inquietudes.
Es mi intención ofrecer algunos de dichos intercambios que puedan servir como modelo para que otros se animen a utilizar la aplicación de la misma forma.  
Sin embargo, que no se piense que existe garantía de obtener respuesta. 

Yo nunca la espero

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Hola, padre:

“Digame usted: Si “con el pecado mortal el hombre pierde la gracia santificante y no hay realidad natural que pueda devolvérsela” [1] cómo es que los curas nos piden que nos “esforcemos” por ser discípulos sin pedirnos a la vez que vivamos en estado de gracia y que para eso es necesario evitar el pecado?

Nada sobrenatural, tal como el discipulado, será posible si estamos en pecado ya que solo la gracia puede mover al pecador a ser discípulo, nunca lo podrá lograr por su propio esfuerzo. 

A mi, en lo personal, me resulta un sin sentido por eso, cuando usted habla de esa forma en las homilías, prefiero salir a tomar agua para aliviar mi tos.

Por supuesto, no siempre saldré a tomar agua por cosas que me parecen sin sentido. Usted habla como pocos. Sabe que doy gracias a Dios por eso.

[1]  Alonso Gracián

10.05.17

¡Más que un aniversario!

El que InfoCatólica esté de 8° aniversario es más que un aniversario, es una prueba más de la obra de la gracia que conviene destacar para gloria de Dios y bien de nuestras almas.

Cada uno conserva en su memoria la fecha en la que celebra acontecimientos que han marcado su historia personal, familiar o comunitaria; por ejemplo, en mi memoria estarán siempre vinculadas la fecha de renuncia de Benedicto XVI, la elección de Francisco y la muerte de mi padre ya que todo sucedió durante el mes en que papá enfermó gravemente y falleció.

Ninguno de esos acontecimientos es un recuerdo agradable pero siempre me he dicho que, si el Señor permitió que mi inteligencia y afectos se vieran tan profundamente marcados mi deber, para honrar su plan de salvación, sería hallarle sentido.

El sentido se le busca con ayuda de la gracia. La gracia, incluso, es la que nos mueve a buscarlo.

Y se lo he buscado ya que también me digo que no debe ser que nos quedemos rumiando recuerdos dolorosos y, por ello, sintiéndonos impotentes y rabiosos. Imposible. Eso no sería más que veneno para el alma. Nada de daría honra a Dios. 

Hallarle sentido, como en mi caso, podría tomar mucho tiempo; de hecho, mucho tiempo ha tomado y todavía no estoy segura de haberlo hallado por completo pero, lo seguro es que, finalmente, he llegado a estar en paz.

El caso es que el tiempo que tome no tiene mayor importancia sino aquello que la gracia te va revelando sobre ti mismo en relación a Dios y tus semejantes.

Si miras con atención, así es como han de haber procedido los autores de la Sagrada Escritura; de ahí que, por gracia, hoy tengamos conclusiones veraces sobre las acciones de Dios en la historia que es lo que, al fin y al cabo, han servido de guía a una generación tras otra.  

De ahí que afirme que el aniversario de InfoCatólica es más que un aniversario ya que para mí, por ejemplo, significa un año más que gozo de la certeza de estar pisando terreno firme en el ámbito de la fe; es también el aniversario en el que celebro la adopción filial de la que he sido objeto por parte del Consejo Editorial y de muchos de los blogueros, así como el hecho excepcional de que, a pesar de ser tan insignificante en todo aspecto, Dios me ha cedido un espacio en internet en el cual su hija pequeña comparte de aquello que su Padre cariñosamente le enseña.

Es un hecho que solo para eso sirve mi blog. No sirve para instruir en elevados conocimientos, no sirve para grandes debates, no sirve para informar acerca de lo último en las noticias… En fin, ya ustedes saben para lo que no sirve mi blog pero, a la vez, para mayor gloria Suya, también saben para lo que sirve.

Si, hace mucho tiempo que no escribo. Algunos se han puesto en contacto conmigo para saber si estoy bien o motivado para que no deje de escribir. Poco les he prestado atención, sinceramente, ya que –de un tiempo para acá- la turbulencia interior ha sido grande, profunda, prolongada, dolorosa…; sin embargo, aquí estoy de nuevo escribiendo alegre y con esperanza, firme en la fe y esmerándome en la caridad ya que es la forma en que deseo honrar a la gracia que, una vez más, ha sido espléndida conmigo a la hora de dar sentido a mi existencia con cada aniversario.

Un aniversario no es nunca solo un aniversario por más insignificante que parezca sino muchísimo más.

Con ayuda de la gracia podemos descubrirlo.

¡Deo omnis gloria!  

13.03.17

¿Podría haber mayor alegría?

¿Qué podría complacer más a Dios Padre que regresáramos a casa?

¿Qué clase de padre sería si no hubiera previsto nuestro regreso?

Y, si no fuera el propósito, ¿tendría sentido que nos hubiera heredado su capacidad para amar, su libertad, inteligencia y voluntad?

Y, si a pesar de habernos hecho a su semejanza, ¿de qué nos valdría sufrir si no fuera porque es el camino de regreso?

Si así no fuera, ¿habría sido necesaria la encarnación y muerte del Hijo?

Ya que, ¿quién mejor que Jesús (y María, por llena de gracia) habría conocido el sentido de su existencia y previsto el desenlace?

Y, ¿qué sentido tendría sufrir si no fuera hacerlo con alegría, día tras día, hasta llegar al último?

¿Podría haber mayor alegría que poseer la certeza de estar camino a casa?

¿Podría haberla?

Vas de regreso por lo que, con el auxilio de la Gracia, rechaza con firmeza aquello que pretenda robarte la alegría.

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Mucho que antes no me había pasado ha sucedido para que pudiera expresar con un poco de sentido las anteriores líneas.

Mucho, pero finalmente aquí voy alegre, camino de regreso.

 

«Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti»

San Agustín

10.02.17

Sobre resguardar el territorio conquistado

Dado que el clima por estas latitudes se muestra instable, que la ambigüedad moral dentro y fuera de nuestra amada Iglesia es el pan de cada día y que, del mismo modo, para muchos sectores de la sociedad no es fácil encontrar equilibrio económico, he debido reconocer que, bajo estas condiciones, no habrá cuerpo que aguante.

Seguir los eventos que a diario, en lugar de aportar el necesarísimo balance provocan mayor zozobra, no parece ser la solución razonable; tampoco lo es meter la cabeza en el agujero como el avestruz, sin embargo, si hubiese que meterla para resguardar la salud de cuerpo y alma, habrá que hacerlo o, al menos, retirarse, detenerse, silenciarse por el tiempo que sea necesario pero, además, pedir a Dios la ayuda para descubrir nuevas maneras de intimidad con Él a fin de permanecer a su servicio.  

Sobrevivir a la alternancia del frío y calor, al estado financiero mundial y al dichoso Relativismo que por más ideológico que lo presenten es y será la mejor arma que contra Dios y por odio a los hombres, ha logrado desarrollar el demonio a quien, aunque vencido está, se le ha permitido mortificarnos por lo que, como Job hemos de reconocer, tendría que servir para mayor gloria de Dios y santificación nuestra.

Santidad es lo que resuena en mi cabeza. “Busca mi rostro”, escucho. “Tu rostro busco, Señor”, respondo. “No me escondas tu rostro”.

Unidos al coro celestial de los Apóstoles, a la multitud de los Profetas y al ejército de los Mártires, seremos el ejército de Resistencia que, ante todo, buscará su rostro en lo que pareciera ser tierra de nadie pero que no es otra cosa que territorio conquistado por la Sangre del Cordero.

El instructivo que nos servirá para resguardarlo lo tenemos  en los cuarenta días de Jesús en el desierto: ayuno, silencio, penitencia y oración ante las múltiples y diversas tentaciones. 

“Tu rostro buscaremos, Señor. Así se nos vaya la vida en ello. No permitiremos que arrebaten el territorio conquistado. Mantennos firmes en tu gracia. Que este amargo y oscuro pasaje de la historia sirva para que lleguemos a Ti habiéndote permitido colocar en nuestro pecho un corazón de carne. Uno que, como el tuyo, llora y muere por los pecados del mundo. Qué más quisiéramos, Señor, que llegar ante tu presencia con un corazón semejante al tuyo. ¡Qué más quisiéramos!”

Pues bien, todo lo anterior sirva para declarar que, debido a las penas que me somete este pontificado, ya no soy quién fui hasta el día en que fue electo papa Francisco; de tal modo que deberé descubrir con ayuda de Dios quién seré de aquí en más. 

Adelanto que se vislumbra alegre, bello e interesante ya que, para empezar, me he inscrito en un taller de oración, estoy asistiendo a misa casi a diario, yendo a la Hora Santa, rezando el rosario en comunidad, rezando la Liturgia de las Horas con mayor frecuencia, orando cuando noto movimiento en mí alma y, a la vez, procurándola; pensando en los demás antes que en mi misma, saliendo para encontrarme con mis semejantes. Sosteniendo, consolando a la vez que aceptando lo que se me ofrece y que, en su mayoría, es más de lo que esperaba o merecía.

Sospecho que el clima recrudecerá, la ambigüedad moral alcanzará límites que no imaginamos y que, si mejora la situación económica, habrá que utilizar los recursos para el crecimiento del Reino de Dios en el servicio a los demás.

Cierto, nunca seré de quienes podrían ni remotamente rechazar la autoridad del papa; sin embargo, daré la cara por Cristo y por mis hermanos que podrían sufrir debido a su fidelidad, así fuera que me declararan excluida de la Iglesia.

 

“Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron”

 

5.02.17

Crónica de un zarandeo (III)

Esta será una crónica de lo que es la vida cotidiana de un católico común como yo en tiempos de fuerte zarandeo.

Doy por un hecho que el Señor sabrá sacar provecho para las almas que me lean. 

Sábado 03 de febrero de 2017

2pm Una vez tuve un párroco quien durante seis años, a la vez que favorecía a aquellos colaboradores que fortalecían su idea de una parroquia, desprotegía, expulsaba y hasta acosaba a aquellos de quienes no le interesaba su participación.

Cargaba sus homilías de reproches, descuidaba lo innombrable la liturgia, no daba informes económicos, corrían rumores de todo tipo… en fin, una joya de ser humano.  

Al principio me llené de espanto, más tarde le tuve miedo, luego llegué a odiarlo, después me alejé de la parroquia y no fue sino hasta mucho tiempo después que conseguí perdonarlo, amarlo y rezar por él.

Al día de hoy lo sigo haciendo y rezo también por mi comunidad ya que el daño que provocó no será fácil de remediar. Rezo también por quienes tienen autoridad sobre el y no hacen nada al respecto. 

Pues bien, esta experiencia la comparto porque tengo claro que es la experiencia de muchos católicos respecto a aquél sacerdote de quién este sábado amaneció Roma empapelada con carteles de protesta en su contra.  

Sepan, apreciados hermanos, que Dios permite el dolor que imprimen en nuestras vidas algunos sacerdotes para obtener la salud de nuestras almas, nuestra confianza en sus promesas y abrir espacio en nuestro corazón para llegar a ser todo lo nuestro.

Además, recuerden que no hay mal que dure cien años por lo que, mientras tanto, con san Columbano digamos:

“No pedimos que nos des cosa distinta de ti. Porque tú eres todo lo nuestro: nuestra vida, nuestra luz, nuestra salva­ción, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro Dios. In­funde en nuestros corazones, Jesús querido, el soplo de tu Espíritu e inflama nuestras almas en tu amor, de modo que cada uno de nosotros pueda decir con verdad: Mués­trame al amado de mi alma, porque estoy herido de amor”

 

NOTA: Si desconocen la noticia sobre el sacerdote de Roma en cuestión búsquenla en diarios italianos. No deseo añadir enlaces ni fotografías porque el hecho me resultó despreciable. Con lo que dijeron en los carteles no faltaron totalmente a la verdad pero lo hicieron en la medida en que faltaron a la caridad.