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15.02.22

De nuevo hablaré de ellos!

Tengo la dicha de no hacer teletrabajo, sencillamente, porque desde hace muchos años ya no me dan trabajo. Estoy justo en la edad, aunque casi saliendo, de ser demasiado joven para pensionarme y demasiado vieja para trabajar (o por lo menos, es lo que me hacen entender los reclutadores)

Digo que es una dicha ya que, el cinco que me cae no depende de la condición de la señal de internet, ni del estado del modem o del router sino únicamente del estado de mi cuerpo el que, por el momento, todavía me sostiene.

Pero, igual, si tuviera que hacer teletrabajo, también sería una dicha ya que soy realista y me adapto a lo que presenta la realidad.

Mucho sobre el realismo lo aprendí de don Luigi Giussani, pero también de Benedicto XVI y del padre José María Iraburu; de quienes el Señor se vale para que esta mujer de poca entendedera, comprenda lo necesario.

El realismo que aprendí del padre José María ante lo sucedido en mi país en relación a Traditiones Custodes (y la prohibiciòn absoluta de la forma extraordinaria en todo el territorio) fue que, sencillamente, me correspondía rezar y callar. Así lo hice y haré.

Sobre lo que nunca guardé silencio (y, ahora tampoco) es acerca del estado en el que estuvieron (y, de nuevo se encuentran) muchos jóvenes que descubren su afinidad por la liturgia y, particularmente, por la forma extraordinaria. Jóvenes pero también adultos que sobrellevan duelo (aunque de diferente modo que los de menor edad).

Quienes me lean deben saber que existe entre ellos un sentido de abandono que, (debido a lo inexplicable de la prohibición) los hacer sentir rechazados y a la vez perseguidos y, como si fuera poco, cuando se atreven a mencionarlo, muchos los censuran y rechazan de nuevo.

Cuán difícil será para un obispo discernir su deber hacia estas personas?

Le será difícil en la medida en que juzgue sin conocer profundamente todos los aspectos de la realidad que circunda el fenómeno eclesial que constituye la forma extraordinaria.

Un obispo que, por ejemplo, se propusiera conocer a estas personas llegarìa a reconocer que son fidelísimas personas católicas en lugar de adeptos a una secta, tal como muchos o, ellos mismos -por desconocimiento y/o inmadurez- muchas veces se presentan.

Hace más de una década me tomé el tiempo para conocerlos (varios años) por lo me convencí de seguir las instrucciones de Benedicto XVI en Summorum Pontificum para que la riqueza de la forma extraordinaria, como sucedió por más de 500 años, alcanzara a estas y muchas almas.

La existencia de estos jóvenes, en duelo causado por una pérdida invaluable, fue lo que me movió -convencida por Benedicto y durante varios años- a platicar con el Padre Sixto con la intención de, no solo darle a conocer lo dicho por Benedicto sobre la forma extraordinaria, sino la existencia de personas que han dado su adhesión a Cristo mediante la riqueza de esa forma del rito romano.

El padre Sixto comprendió y por eso actuó como promovìa Benedicto XVI y la caridad cristiana.

En conclusión, quienes tan amablemente han leído hasta aquí, han de saber que todos los que en mi país asistían a misa según la forma extraordinaria son personas católicas de mucho valor y que, con la ayuda de Dios, la guía de mis maestros y bienhechores e, igual que lo hice tiempo atrás, de nuevo hablaré de ellos.

Alguno será capaz de hacer como que no existen o, autoconvencerse de que solo son fanáticos a los que es mejor olvidar?

No considero capaz a ninguno de pensar de esa manera pero, por qué no se ve a muchos actuar de forma opuesta?

Ahora bien, volviendo a lo del principio, soy dichosa por no hacer teletrabajo pero, lo mismo dichosa sería, si lo hiciera; me permito pensar que a eso se le llama “acoger la realidad tal como se presenta”; ya mencioné que , ademàs de Jesús, María y José, tres son mis maestros.

Deseo, y pido para los que me lean, el mismo y maravilloso aprendizaje.