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27.04.16

“Aló, aló… ¿Hablo a Santa Marta?”

- “Aló, aló… ¿Hablo a Santa Marta?”

- “Buenos días. Me llamo Maricruz Tasies y llamo desde Costa Rica. Podría pasarme con el papa Francisco, por favor?”
- “Gracias”
- “Hola! ¿Papa Francisco?”
- “¡Cuánto gusto!”

Si, papa Francisco, sería espectacular que nosotros también, al marcar tu número, desde el otro lado del mundo, nos salieras al teléfono.

Lo cierto es que ninguno de quienes nos hallamos en la periferia, a menos que viviéramos en las calles de la ciudad del Vaticano, tenemos la posibilidad de contactarte tan fácilmente.

El caso es que, ni siquiera mediante un blog podría ser que algún día me leyeras para que conocieras acerca de cómo influyes el mundo en el que vivo.

Quisiera que fuera posible ya que, desde los primeros días de tu pontificado, cuando en redes sociales los catequistas nos vimos en serios problemas para defenderte, explicarte, esclarecerte; te estuve enviando decenas de tweets que nunca obtuvieron respuesta; el caso es que, efectivamente, papa Francisco, estás muy lejano de nuestra realidad pese a que tú, consistentemente, demuestras al mundo entero que, lo “pastoralmente” correcto es aproximarse a los alejados y a los más pequeños, aunque sea vía telefónica.

Te tenemos lejos, papa Francisco, sumamente lejos, inaccesible y por tanto sordo a nuestras alegrías, pesares y preocupaciones generadas no solo en la vida cotidiana sino como efecto de tu pontificado.

Has de saber que aquellos tweets fueron para alertarte acerca de la gran confusión que generaron algunas de tus declaraciones.

Ahora mismo no recuerdo de qué se trató el revuelo pero, ciertamente, nos diste muchísimo trabajo y nos lo sigues dando ya que, pese a que te esfuerzas por dejar claro el contenido pastoral de tus acciones, el mismo nos llega totalmente diluido al punto de que, ni siquiera los más pequeños de tu rebaño, se enteran de lo medular del mensaje; el mismo, queda en su memoria como queda el destello del flash de una cámara fotográfica o la alegre pero pasajera impresión que provoca un truco de magia.

Así es, nos llega tan solo aquél aspecto que el show mediático elige de mayor importancia.

Claro, habría que leerte para enterarse, seguir al papa tan de cerca como –alguien como yo- lo viene haciendo por más de una década; sin embargo, ni siquiera alcanzas a la mayoría de los católicos, tampoco a aquellos que se encuentran en el límite de la periferia debido a que, pese a que tienen su celular con internet, no poseen el hábito de formarse en la fe ni el nivel educativo para utilizar los buscadores con el fin de hallar las noticias y lecturas adecuadas.

De lo anterior y de otras cuestiones deriva el deseo de ponerme en contacto contigo.

Me doy cuenta mientras te escribo que, llamar tu atención con aquellos tweets, fue un acto espontáneo, quizá motivado por tu influencia en el sentido de que, llegado a Santa Marta un papa Latinoamericano, espontáneo, abierto y jovial, sumamente contemporáneo y por lo mismo, actualizado en la tecnología, podría yo -tan ingenuamente- tenerlo tan a mano como tengo a mi laptop, a mi párroco o a mi Arzobispo.

Claro, pero no ha sido así y, ni siquiera pinta que podría jamás llegar a ser posible tenerte tan cercano que pudieras escuchar acerca de mis alegrías, pesares y preocupaciones las que, en su mayoría, al día de hoy, giran en torno a tu pontificado.

Bien. Disculpa que esta conversación parezca un chat. Te dejo por el momento ya que tengo que salir por lo que espero, si te parece, que continuemos esta conversación cualquiera de estos días.

- “Fuerte abrazo, papa Francisco. Que la gracia te ayude a conservarte en gracia. 

- “Si, rezaré por ti; también, la misa".

- “De acuerdo. Bendiciones”