Al este del sol, al oeste de la luna. En tierras de las hadas nórdicas

«Y se fueron a vivir lejos, lejos del castillo que estaba al este del sol y al oeste de la luna». Kay Nielsen (1886-1957).

 

 

 

«Al oeste de la luna, al este del sol/ Hay una colina solitaria/ Sus pies están en el mar verde claro/ Sus torres son blancas y quietas:/ Más allá de Teníquetil/ en Valinor./ Hasta allí no se adentran las estrellas, excepto una/ Que cazaba con la luna».

J. R. R. Tolkien

 

  
«Pues nuestro Castillo está al Este del Sol/ Y nuestro Castillo está al Oeste de la Luna/ Y los laberintos oscuros de los sabios/ Apuntan al Este y al Oeste de la tierra donde reside/ Y un Necio, enceguecido, por la carretera camina/ Y sin dificultad lo encuentra».

G. K. Chesterton

  

«Los cuentos populares noruegos son los mejores que existen… superan a casi cualquiera otros».

Jacob Grimm

 

 

Uno de los cuentos de hadas más queridos para mí, y que con mayor cariño recuerdan mis hijas, es el titulado Al este del sol y al oeste de la luna. Inspirado en una antigua leyenda nórdica, en él una joven acepta la difícil misión de encontrar y redimir a la persona que ama. El comienzo es sorprendente y misterioso: una muchacha es ofrecida en matrimonio por sus padres a un gran oso blanco. Una vez en el castillo donde habita el oso, la doncella descubre que se trata de un príncipe que, por mor de un hechizo, está condenado a adoptar la forma de la bestia. Pero este descubrimiento provoca una catástrofe:

«¿Qué es lo que has hecho? –le preguntó él–, has causado tu infelicidad y la mía. Si tan solo hubieras resistido un año habría sido liberado. Tengo una madrastra que me ha hecho este encantamiento, de modo que soy un oso blanco de día y un hombre de noche. Pero ahora todo ha terminado entre nosotros, y debo irme donde ella está: vive en un castillo que se encuentra al este del sol y al oeste de la luna, y allí esta también una princesa con una nariz que mide tres palmos de largo. Con ella habré de casarme ahora».

La heroína ha de dejarlo marchar, pero no se resigna. Recorre el mundo en su busca, y con la ayuda algunos amigos que encuentra en el camino, especialmente los cuatro vientos, lo rescata liberándolo de su maleficio.

Inspirada, en el Cupido y Psique de Apuleyo, el relato tiene también semejanzas con la historia de La bella y la bestia, aunque, a diferencia de Psique, quien es finalmente salvada por la intercesión de Cupido, aquí es nuestra joven doncella la que logra salvar a su amado príncipe. La narración pertenece al ciclo de cuentos de hadas en los que el protagonista debe aprender a ver más allá de la apariencia de las cosas, y en los que, además, se hace referencia al amor sacrificado y donante, como medio para lograr la redención. O, como dice Chesterton, una historia donde se enseña a los niños que algo debe ser amado antes de que sea amable. Pero también es un cuento cautelar que les alecciona a tratar con cuidado y prudencia a la curiosidad. Un relato que resalta la importancia de la obediencia y la confianza, y los indeseables resultados a los que puede llevar su olvido. Unas nefastas consecuencias solo salvadas al final por la concurrencia providencial de algo que está por encima de uno, en este caso, personificado en los cuatro vientos, especialmente el del Norte, que conducen a la protagonista hasta su enamorado.

Como se desprende de los versos iniciales de Chesterton y Tolkien y de su poético título de Al este del sol y al oeste de la luna, el lugar donde transcurre gran parten de la acción es de ubicación lejana, mágica y cuasi onírica, un reino de otro mundo, misterioso y apartado de la realidad cotidiana (¿no es acaso por el oriente por dónde siempre sale el sol?). Pero, aun así, se trata de un paraje que podríamos imaginar como cercano a las regiones polares, pues allí, o no hay sol, o cuándo este sale, no parece tener oriente u occidente a su vera. Mis hijas, al menos, lo hacían de esta manera, y situaban la acción del cuento en aquellas lejanas tierras. Quizá era debido a los paisajes que dejaban entrever las maravillosas ilustraciones de Kay Nielsen que adornaban el libro (una vieja versión en inglés, que mantenía un cierto esplendor debido a aquellas), quizá porque el relato formaba parte de la magnífica colección de Cuentos populares noruegos compilados por Peter Christen Asbjørnsen y Jørgen Moe, y publicados entre 1841 y 1844; una de las grandes compilaciones de cuentos que se hicieron en Europa en el siglo XIX, junto con la de los germanos Grimm y la del ruso Afanásiev.

Asbjørnsen era un estudiante de ciencias naturales, y Moe, de teología, y aunque se conocían desde niños, no fue hasta que coincidieron en la universidad que, inspirados por la labor de los hermanos Grimm, decidieron recopilar los cuentos populares de su país. Unos relatos con los que habían crecido, al escucharlos de boca de sus padres, tíos y abuelos al calor de la lumbre, en las noches desapacibles de los largos inviernos nórdicos.

Los dos amigos recogieron estos cuentos viajando por Noruega durante sus vacaciones de verano y primavera, a menudo caminando a pie y visitando pueblos para poder escuchar los relatos de viva voz de los propios campesinos. Junto con el que da título a este artículo, la compilación incluye muchos otros cuentos maravillosos como La Doncella Maestra, El castillo de Soria Moria, La princesa en el monte de cristal, Tatterhood, Por qué el mar es salado y Los Doce Patos Salvajes. La obra de Asbjørnsen y Moe fue incluso fuente de inspiración para otros artistas: por ejemplo, el dramaturgo Henrik Ibsen y el músico Edvard Grieg, extrajeron de ella al personaje del joven Peer Gynt para dos de sus más famosas obras.

Todas estas narraciones reflejan el típico folclore noruego y el alma de una nación. El escritor francés Charles Nodier encontró una relación significativamente premonitoria entre el idioma (mejor dicho, su musicalidad), el carácter de los pueblos, y el paisaje en el que se desenvuelve la vida de los mismos. Así, entendió que las lenguas nórdicas, envueltas en brumas y humedales, se manifestaban en «sonidos bruscos y ásperos» que, según él, recordaban «el susurro de los arroyos salvajes, el grito de los abetos doblegados por la tormenta y el estruendo del desplome de los acantilados». Y Noruega es una encarnación de ese Norte, entre sus nebulosas mesetas, cargadas de abetos y abedules, y sus heladas y rugosas montañas, cortadas por afilados glaciares que se derrumban en plácidos y helados fiordos. Unos paisajes iluminados, en noches interminables, por las auroras boreales, onduladas, amarillo verdosas y esquivas, que, como senderos de luz, atraviesan en cielo estrellado. Estos cuentos traducen a palabras esos parajes y sonidos, y conducen a un enigmático lugar que está al este del sol y al oeste de la luna. El resultado es cautivador y mágico.

 

 

En España, estos cuentos noruegos, llenos de trolls, duendes, doncellas y príncipes, han sido publicados en distintos momentos, comenzando con las ediciones de los años 30 de la editorial Araluce, a las que siguieron en los 80 y 90, las de José J. Olañeta, en su colección  Érase una vez… Biblioteca Cuentos Maravillosos, prologado y traducido por Carmen Bravo-Villasante, y la de la colección El Palacio de los cuentos del Círculo de Lectores. Recientemente, se ha publicado el que quizás sea el volumen más completo de estas narraciones, titulado Cuentos Noruegos, y editado por Libros de las Malas Compañías, con ilustraciones de artistas noruegos clásicos. Lamentablemente, todavía nadie ha publicado esta obra en castellano iluminada con las bellas acuarelas de Kay Nielsen.  

3 comentarios

  
África Marteache
Acabo de ver el ballet de Tchaikovsky "Cascanueces" y me he dado cuenta, aunque se empeñen que tiene que ver con la Navidad no forma parte de mis navidades pasadas, que habla de dos cosas: el mundo de la fantasía y el de lo exótico. Eso es propio de todos los cuentos y de la mayoría de los ballets porque los decorados recuerdan bastante a la ilustración que encabeza este post.
Ciertamente el mundo de los cuentos rusos no es el mismo que el de los cuentos nórdicos, pero tienen en común la blancura de la nieve y ese sabor a Norte que les diferencia de otros.
Los cuentos nórdicos que he leído son de autor, ya sean los de Andersen ya sea los de Selma Lagerlöf. Cuentos rusos he leído los de Afanasiev, que recopiló cuentos populares, algunos de los cuales los musicalizó Músorsgki o Mussorgky.
09/12/22 12:14 AM
  
Haddock.
Borges dijo con su marmórea prosa que todas las cosas escandinavas suceden como en un sueño y en una esfera de cristal.
Los vikingos descubren América antes que Colón y no pasa nada. El arte de la novela se inventa en Islandia con las sagas, pero no cunde.La figura de Carlos XII podría ser un personaje cinematográfico y casi nadie lo conoce. El pensamiento de Swedenborg podía haber sido tan trascendental como el de Lutero, y a ver quién le conoce hoy en día.

En mi plano personal,siempre entenderé el norte de Europa como un lugar nevado donde habitan perversas reinas pálidas, o dulces hadas también pálidas pero con un pelo rubio brillante como el oro. Si bajamos hasta Irlanda, admito que puedan ser bellezas pelirrojas.

El bosque de abetos constituye uno de los escenarios de mi subsconciente, donde tan pronto te puedes encontrar a un enano que guarda un tesoro, como a un unicornio, o como a una muchacha vestida de blanco tañendo su lira junto a un riachuelo.


09/12/22 1:38 AM
  
Ronin
Haddock es lo mejor que tiene este blog. Que el Señor lo guarde por muchos años.
Su respuesta a este post debería ser enmarcada.
Y me alegra saber que no soy el único atraído por el misterio de esos bosques, esas montañas y esos lagos.
09/12/22 9:24 AM

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