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7.03.22

La Edad Media en la literatura: 10 recomendaciones

     «La leyenda de san Jorge». Obra de Maximilian Liebenwein (1869–1926).

 

 

   

«Porque los que entonces solían amar se complacían en proclamarse corteses y valerosos, y generosos, y honorables».

 

Chretién de Troyes. El caballero del león. 

 

  

 

Ningún período de la historia ha sido tan incomprendido y subestimado como la denominada Edad Media. Y no se trata solo de un prejuicio moderno, si no que es algo que tiene su origen  mucho más atrás.  

Todo eso de que el Medievo es una de las peores etapas históricas, sino la peor, se nos viene contando con una constancia sospechosa, prácticamente desde el Renacimiento. Una y otra vez, a lo largo de más de cinco siglos, se ha venido repitiendo machaconamente, la cantinela de que la Edad Media fue un periodo histórico marcado por el retroceso cultural, científico y técnico, dominado por la superstición, y asolado por tres de los cuatro jinetes de El Apocalipsis: la guerra, el hambre y la muerte. Pero lo cierto es que, lejos de todo ello, esta presunta Edad Oscura podría describirse mejor como una Edad Brillante, una época sorprendente de progreso en la ciencia, el arte, la filosofía o la medicina, y de una profundidad espiritual que bien querríamos para nuestros días. Un tiempo sobre el que bien podríamos imaginar, sin dificultad alguna, al cuarto jinete cabalgando en su montura blanca. 

Para nuestro consuelo, la reciente historiografía medieval, de la mano de nombres tan prestigiosos como Jacques Le Goff, George Duby, Régine Pernoud, Christopher Dawson, y en España Emilio Mitre, José Orlandis, Luis Suárez o María del Carmen García Herrero, entre otros, ha puesto las cosas en su sitio, aunque a nivel popular todavía predomine la errónea visión de una época atrasada que es mejor olvidar. 

Pero, ¿cuál sería el porqué de esta nefasta imagen? Algunos han sostenido que se debe a la confluencia de varios factores, como «el fanatismo de la Ilustración, el odio al papado del protestantismo, el anticlericalismo francés y el esnobismo clasicista del Renacimiento». Podría ser, porque suena bastante convincente, pero, sea o no sea así, de lo que no parece haber duda es de que, esta negativa concepción, tiene que ver con una constante hostilidad frente a la razón basal de su florecimiento: el cristianismo. 

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