Ilustradores geniales (VIII). En pos de la belleza

                       Querubines en el jardín. Obra de Charles Robinson (1870-1937).

  

 

«El libro ilustrado tal vez no sea absolutamente necesario para la vida del hombre, pero nos proporciona un placer tan infinito y está tan íntimamente conectado con el otro arte –este sí absolutamente necesario–, de la literatura imaginativa, que debe seguir siendo una de las cosas más valiosas por las que un hombre razonable debería esforzarse».

William Morris


«Y como la vista es el primero de los sentidos y especialmente poderosa en los primeros años, es muy importante registrar libros ilustrados por artistas que trabajen dentro de la tradición que estamos estudiando, como introducción al arte y como parte de la experiencia imaginativa del libro».

John Senior

   

 

Charles Robinson (1870-1937)

       Ilustración de Charles Robinson sobre jóvenes marineros observando sirenas.

Charles Robinson encontró en la pluma y el pincel la expresión lógica del destino de aquel que habiendo sido regalado con una naturaleza artística es, a su vez, criado en un ambiente artístico. Nada puede por tanto extrañar su arte siendo como era su padre ilustrador y habiendo sido su abuelo grabador artístico; tampoco puede extrañar que su hermano mayor, Thomas, acabara también en el mismo gremio, al igual que William, su hermano menor. De hecho, en su época, fue su hermano mayor William el más reconocido de los tres brillantes Robinson, aunque Charles es mi favorito. Y ello, a pesar de que sus hermanos recibieron educación artística a tiempo completo, pero debido a restricciones financieras, Charles tuvo que arreglárselas únicamente con clases nocturnas.

Charles Robinson fue considerado uno de los mejores ilustradores infantiles de su época, lo que es decir mucho, pues hablamos de la denominada, y no por capricho, Edad de Oro de la Ilustración. Un maestro en pluma y tinta y un dominador de la acuarela, fue un ilustrador prolífico que vendió sus libros en gran cantidad y ofreció una fuerte competencia a su compañero y amigo Arthur Rackham.

                           Frontispícios elegantemente ilustrados poro Charles Robinson.

El primero y más importante encargo profesional de Robinson fue el ilustrar la primera edición de Un jardín de versos para niños (1895) de Stevenson, publicado por John Lane en una edición limitada de 150 copias. Como señaló un crítico de la época, en este libro Robinson «había representado a la infancia en toda su lejanía del mundo de los adultos, a través de su imaginación heroica y fantástica».

El artista amaba a los niños (finalmente tuvo seis propios) y los pintó con profusión, dándoles un aspecto querúbico muy característico, con pelo grueso y ondulado y ropa rústica. Su público esperaba de él esta evocación gráfica de la infancia que él mantuvo toda su vida e incorporó a cientos de diseños y dibujos.

Produjo lujosas láminas de acuarelas para una versión de The Sensitive Plant (1911) de Percy Bysshe Shelley y mezcló con embriagador exotismo sus colores en las ilustraciones de una edición de El Príncipe Feliz de Oscar Wilde de 1913. Además, ilustró clásicos como Lullaby Land (1897), Alicia en el país de las maravillas (1907), Cuentos de hadas de los hermanos Grimm (1910) y El jardín secreto (1911); incluso los tres hermanos Robinson combinaron sus esfuerzos y estilos en una versión de los cuentos de hadas de Andersen en 1899.

                           Ilustraciones de Alicia y de El libro de las rimas infantiles.

Robinson tuvo el talento suficiente para tomar prestado con provecho el estilo de las xilografías de Alberto Durero y transformarlas en reinos de hadas, alimentándose artísticamente, a su vez, de los grabados japoneses clásicos, con sus espacios abiertos, colores planos y audaces y sorprendentes perspectivas.

El Diccionario de ilustradores de libros británicos, describe su trabajo así:

«Era básicamente un ilustrador autodidacta, y su obra tiene libertad y originalidad vinculadas con una sensación de realismo para el diseño de libros, lo que hace que sea excepcional. Su ilustración en blanco y negro refleja la influencia de Beardsley y Walter Crane y sus ilustraciones en acuarela tienen una gran delicadeza y sensibilidad (…) Mediante la incorporación de letras capitales en el diseño de la página y a causa de su preocupación por la planificación del libro en su conjunto, fue uno de los artistas que dio desarrollo y empuje a la tradición del “arts and crafts” que veía el libro como una obra de arte».

Tras su muerte, su hermano William Heath Robinson le elogió así: «Con Charles siempre había algo de juventud y de lúdicas vacaciones en el ambiente».

 

Kay Nielsen (1886-1957)

   Ilustración del cuento Las tres princesas del libro Al este del sol y al oeste de la luna.

Kay Nielsen nació en Copenhague en el seno de una familia artística, hijo de un actor que llegó a dirigir el Royal Copenhagen Theatre y de una famosa actriz. El joven Kay recibió lecciones de tutores privados a partir de los 12 años y conoció a grandes artistas de la época, amigos de us padres, como Henrik Ibsen y Edvard Grieg. A su madre le encantaba leerle en voz alta cuentos y leyendas folclóricas danesas, historias que empaparon su alma y que más tarde influyeron notablemente en sus muy particulares ilustraciones.

A la edad de 17 años, Nielsen dejó Dinamarca para estudiar arte en la prestigiosa Académie Julian de París. Desde allí se desplazó a Londres donde se le dio el encargo de ilustrar los cuentos de Sir Arthur Quiller-Couch, titulados In Powder and Crinoline (1913). El libro fue posteriormente publicado con mucho éxito en los Estados Unidos bajo el título Doce Princesas Bailarinas y aseguró la reputación de Nielsen como ilustrador, lo que trajo consigo el encargo de la que posiblemente es su obra más genial: las ilustraciones de Al este del sol y al oeste de la luna (1918), una colección de cuentos de hadas noruegos. Con este trabajo se estableció como un maestro internacional de la ilustración, original e inconfundible, con sus figuras alargadas vestidas con ropajes profusos y adornados y mezclas de colores, desvaídos y planos. Posteriormente, durante el período de entreguerras, Nielsen ilustró dos volúmenes adicionales de cuentos de hadas: Hansel y Gretel y otras historias de los hermanos Grimm en 1925 y Cuentos de hadas de Hans Andersen en 1924.

La reina de las nieves, de Andersen, y Los dos hermanos, de los hermanos Grimm.

Nielsen deleitaba a su público con un estilo característico basado en un uso muy personal de los colores, un diseño simplista y lleno de sencillez y una inventiva oriental con el reflejaba su visión personal y melancólica de los cuentos de hadas. Su exitosa fórmula se fundamentaba en el fondo de historias y leyendas folclóricas que había adquirido en su infancia y en un gran conocimiento del mundo teatral, al que por cierto dedico muchos años con el diseño de escenarios. También tomó prestadas algunas cosas de su amor por la pintura italiana primitiva, de las delicadas miniaturas persas y de los paisajes indios y chinos, todo lo cual mezcló con influencias del Art Nouveau y de la Birmingham School, como ejemplifican algunas similitudes con el estilo de Jessie M. King, en un proceso que el mismo llamó «errancia artística».

                              Dos bocetos de su etapa Disney: Fantasía y La sirenita.

El Diccionario de Ilustradores y Caricaturistas de Libros Británicos, 1800-1914, dice de él:

«Nielsen es un colorista brillante y un ilustrador altamente decorativo, sus obras formadas en patrones de frisos, son las más cercanas a los diseños persas o de Oriente Medio y por lo tanto se asemejan a Leon Bakst o Edmund Dulac. Utiliza efectos de punteado y elaborados motivos rococó que recuerdan a Beardsley, pero también las líneas arremolinadas de Vernon Hill y las líneas más escultóricas del incipiente art decó».

En los últimos años de su vida emigró a Estados Unidos, donde trabajó brevemente para los estudios de cine de Disney en el filme Fantasia (diseñando una de las secuencias más originales de la película, la pieza Una noche en el Monte Pelado de Músorgski) y en un proyecto sobre el cuento de Andersen La sirenita que fue finalmente abandonado, para acabar prácticamente olvidado de todos y en una difícil situación económica.

 

P.D.

En castellano no creo que se haya publicado nada de Nielsen ni de Robinson; únicamente la editorial Taschen ––tan exquisita y cuidada ella––, publicó hace un par de años dos volúmenes ––uno de cuentos de los Grimm y otro de Andersen––, adornados con un conjunto de clásicas ilustraciones de los más grandes ilustradores, entre ellos Kay Nielsen. 

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