Libertad de expresión, prudencia y comunión eclesial
Hace unos días me hacía eco del silencio impuesto a D. José Luis Aberasturi. Me duele y me preocupa, pero solo hasta cierto punto. Es un sacerdote con años y con la fortaleza de la experiencia y una dilatada vida sacerdotal. Más me duelen los silencios impuestos a otros sacerdotes, en ocasiones muy jóvenes, porque están mucho más indefensos. Las razones que se esgrimen para los silencios impuestos o recomendados, algo sé, son razones de prudencia y de comunión eclesial.
Nadie va a estar en contra de tales recomendaciones. La prudencia es virtud reconocida y la comunión eclesial a todos nos preocupa. Dicho esto, tendrán que reconocerme que cuanto más arriba esté uno en el estamento eclesial, más debe cuidar estos dos puntos. Vamos a un ejemplo.

Si dijera que el titular me ha sorprendido, estaría mintiendo. Aquí lo único que sorprende es que alguien se atreva a proclamar la fe de la Iglesia y recuerde sus implicaciones morales. Es que esta mañana he podido leer la noticia en Infocatólica, en portada estaba, según la cual el cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente del episcopado europeo (COMECE), aboga por bendecir parejas homosexuales y por un evangelio sin normas ni prohibiciones.
Ella lo resume en un coloquial “se cabrea” si se trata de palabras o un “ponerse en jarras” si mejor nos dedicamos a los gestos. Ya le digo que eso hoy se puede llamar “empoderarse”. Su respuesta: pues lo mismo un día de estos me empodero, o nos empoderamos Joaquina, María y servidora y así, empoderadas del todo, nos metemos en el despacho de nuestro cura y sea lo que Dios quiera.
Me da la gana de enviar desde aquí un fortísimo abrazo a D. José Luis Aberasturi, mi colega de blog en Infocatólica, que lleva sin escribir desde el día 12 del pasado agosto por prohibición expresa para hacerlo.





