Saber extinguirse con dignidad

Los años setenta y ochenta fueron en la Iglesia lo que fueron. Fue el momento de la secularización total, donde se pensó que los tiempos que tocaba vivir exigían desprenderse de modos, formas y liturgia que se consideraban obsoletos para meternos en el mundo y convertirnos en “uno más”. Años de rebeldía, de innnovaciones improvisadas, rechazo a toda autoridad, compromiso social como único sentido de la fe, o lo que fuera aquello. Algunos no se dejaron afectar demasiado. Otros, servidor el primero, crecimos y nos formamos en ese ambiente y nos entregamos a la causa de la secularización, la modernidad y el progresismo con todas nuestras fuerzas. Han pasado cincuenta años.

Ya saben cómo anda el tiempo por España y por la sierra de Madrid. Si han visto por televisión imágenes de Somosierra, ya se hacen idea. Estamos a muy pocos kilómetros. Ayer nieve, frío y hielo. En La Serna, bastante. En Braojos, más.
Uno tiene amigos hasta en el infierno, quiero decir que hasta en Roma, y no me hagan el chiste fácil, que ya se lo he dado yo.





