Mi Kevin Johnatan
Me resulta curioso, casi día tras día, escuchar a los padres ese vacuo argumento de no condicionar al niño para el futuro cuando se plantean el bautismo y luego la primera comunión:
- Preferimos que el niño elija libremente en su momento.
Hace tiempo que me río este argumento. Pero lo acepto. Lo que ocurre es que luego tengo la costumbre de sacar mis propias conclusiones.
Es decir. Nace un niño. Y los papás, sin consultar con nadie, le ponen por nombre Kevin Jonathan, Constitución –que se puede-, Lenin, Vanessa Oona, Mar de la Pampa Libre o Fidel Camilo. O le llaman simplemente Paquito, Humberto Luis, María de Paracuellos o José de la Cruzada de Liberación. Así. Sin pedir explicaciones. Simplemente porque quieren. Porque eso se supone que no es vulnerar libertades. Y perdón por el palabro, pero no me digan que no es una barrabasada arrastrar toda la vida lo de Mar de la Pampa Libre o Cojonciano, porque así se llamaba el abuelo.

Cuando yo era niño o había menos enfermedades o, muy posiblemente, tampoco nos enterábamos demasiado. No recuerdo amigos celiacos, por ejemplo. Tampoco alérgicos y menos al polen. Pero insisto, cosas de pueblo.
Han pasado años. Comida de sacerdotes con el entonces cardenal arzobispo de Madrid, D. Vicente Enrique y Tarancón. El PSOE hacía unos meses que había ganado las elecciones generales. Un sacerdote, en aquella comida le preguntó: “Don Vicente, usted dijo en una ocasión que con gobiernos de izquierda la iglesia podría vivir mejor. ¿Lo mantiene?”. Su respuesta fue de las que hacen antología: “Yo es que creí que venían con buena intención”.
Espero que no se enteren de este artículo, porque si hay algo que no quieren es que se hable de ellas ni para bien ni para mal. Pero como no tienen internet, no leen blogs y pierden poco tiempo en mirar la prensa, a lo mejor hay suerte.





