Divertimento sabatino: el himno de los cojos
Llevaba un servidor apenas un par de meses como párroco de mis dos pueblos. Las mañanas de domingo, complicadas. Misas de 11, 12 y 13 h., pero cambiando de pueblo. Así que era celebrar midiendo bien el tiempo, salir corriendo con el coche y llegar a la siguiente misa con un margen de poco más que revestirte y salir al altar.
Todo era posible gracias a mis buenas sacristanas que hacían que todo estuviese listo para la celebración: iglesia abierta, altar preparado, lectores y hasta los cantos, muy conocidos, muy repetidos, que entonaban un grupito de mujeres de buena voluntad.

A mí, qué quieren que les diga. El que la iglesia sea democrática, plural, dialogante, alternativa, liberal o autoritaria la verdad es que me importa exactamente un pimiento, medio bledo y un cuarto de comino. No es lo fundamental, ni la clave ni nada que se le parezca.
Principio elemental:
Algunos comentaristas me han venido haciendo, sea en comentarios, sea en correos, tres preguntas en los últimos días sobre la llamada “misa tradicional” a las que quiero respoder ahora.





