Martínez Camino y Gil Tamayo: lo mismo da que da lo mismo
Todavía hay ingenuos que se piensan que la culpa del no entendimiento entre la iglesia y los partidos políticos de izquierda la tiene la propia iglesia por ir por la vida de prepotente, lista, dogmática y nada proclive al diálogo. Anda que no habremos escuchado eso de la actitud de superioridad del beato Juan Pablo II, el dogmatismo de Benedicto XVI y, especialmente en España, lo de Rouco situándose por encima del bien y del mal, incluso en actitud abiertamente beligerante, a lo que se añadía la guinda de un Martínez Camino reconozcamos que poco dotado para suscitar simpatías.
Y claro, aquí nos venían los catoliquitos de buena voluntad diciéndonos eso tan viejo de que para entrar en diálogo con el mundo lo que hace falta es ir nosotros por la vida con otro “talante” (¿les suena?), con la ingenua pretensión de que el día en que tuviéramos un papa y unos obispos amables, simpáticos, cariñosos y preocupados por los pobres, la relación de la iglesia con el mundo, y especialmente con los políticos de izquierda sería por fin la de “amigos para siempre” y “vamos amarraditos los dos espumas y terciopelo". Ja.

Mi amiga Lou no es creyente, qué le vamos a hacer. Eso sí, en las cosas de la parroquia, lo que quieras. Evidentemente no es catequista, ni se dedica a la liturgia ni a temas de formación. Lo suyo no es el canto litúrgico, ni la hoja parroquial, ni las reflexiones dominicales. Ahora bien, como informática no tiene precio. Para poner al día un ordenador, pegarse con los antivirus, las redes, los controladores de las impresoras, formatear o hacer que funcione el correo, la verdad es que es un crack. Y si se trata en un rastrillo para Cáritas de vender tickets, poner cervezas o aportar su trabajo, genial. 
Rocío es gitana de pura cepa y orgullosa de serlo. Nos conocemos desde hace tiempo, cuando su parroquia nos la derivó a Cáritas para que la ayudáramos con alimentos. No sé cuántos churumbeles y una alegría que no la cabe en el cuerpo.
Hay cosas que te dejan un triste regusto en el alma. Hace unos días me vino Francisco, un niño que hizo la primera comunión en la parroquia hace dos años. Los ojos enrojecidos y una carita de pena de esas que no se olvidan. Llevaba unas semanas sin saber de él y entre sollozos me contó el motivo: flojea algo en el comportamiento y en consecuencia mamá le ha castigado sin ir a misa los domingos. ¿La razón? Que le gusta mucho venir, así que se acabó. No pude decirle muchas cosas. Simplemente que tiene que portarse bien, estudiar, ayudar en casa. ¿Qué otra cosa vas a explicar a un chiquillo de doce años?