A mi amiga Lou: yo no estoy para hacer un mundo mejor
Mi amiga Lou no es creyente, qué le vamos a hacer. Eso sí, en las cosas de la parroquia, lo que quieras. Evidentemente no es catequista, ni se dedica a la liturgia ni a temas de formación. Lo suyo no es el canto litúrgico, ni la hoja parroquial, ni las reflexiones dominicales. Ahora bien, como informática no tiene precio. Para poner al día un ordenador, pegarse con los antivirus, las redes, los controladores de las impresoras, formatear o hacer que funcione el correo, la verdad es que es un crack. Y si se trata en un rastrillo para Cáritas de vender tickets, poner cervezas o aportar su trabajo, genial.
Ayer ha estado por la parroquia. Cosas del “colomato” que necesitaba poner al día un ordenador y echar un vistazo a los programillas.


Rocío es gitana de pura cepa y orgullosa de serlo. Nos conocemos desde hace tiempo, cuando su parroquia nos la derivó a Cáritas para que la ayudáramos con alimentos. No sé cuántos churumbeles y una alegría que no la cabe en el cuerpo.
Hay cosas que te dejan un triste regusto en el alma. Hace unos días me vino Francisco, un niño que hizo la primera comunión en la parroquia hace dos años. Los ojos enrojecidos y una carita de pena de esas que no se olvidan. Llevaba unas semanas sin saber de él y entre sollozos me contó el motivo: flojea algo en el comportamiento y en consecuencia mamá le ha castigado sin ir a misa los domingos. ¿La razón? Que le gusta mucho venir, así que se acabó. No pude decirle muchas cosas. Simplemente que tiene que portarse bien, estudiar, ayudar en casa. ¿Qué otra cosa vas a explicar a un chiquillo de doce años?
El pasado 19 de marzo, hace exactamente hoy ocho meses, el papa Francisco celebraba la misa de inicio de su pontificado. En este tiempo el papa se ha convertido en una figura muy especial. Claramente no deja indiferente a nadie. Sus gestos siempre llaman la atención, desde el primer día.





