En la muerte de mi madre, Alicia

Este pasado viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, de quien era especialmente devota, falleció mi madre, Alicia, a punto de cumplir los cien años de edad.
Como en el caso de mi padre, Dios me ha concedido el extraordinario favor de administrarle los últimos sacramentos y recoger su último aliento mientras le impartía la absolución sacramental y la bendición de Dios. Finalmente he tenido la dicha de presidir la misa de corpore insepulto y el entierro de sus restos junto a los de mi padre.

Transcripción de un manuscrito que se guarda en casa de mis padres en el pueblo.
Anda que no me iba a reír… Pensando que nos chupamos el dedo, nos vendieron la película de una sociedad, la catalana, sensible con los animales, avanzada culturalmente, enemiga de toda violencia y todo maltrato y que en consecuencia no podía tolerar en su seno un espectáculo tan horripilante como una corrida de toros.
Decididamente el mundo al revés. Porque digo yo que un católico, para saber lo que es fe de la buena, teología fetén que diría un castizo, doctrina que va a misa, moral cierta y liturgia correcta lo que hace es fiarse del catecismo, los documentos de la Iglesia y el magisterio del papa y los obispos. Digo yo y decimos algunos.





