7.07.14

Te falta valor. Pero te quedas con unas ganas...

Lo de “te falta valor” era una de las frases favoritas de mi madre. La soltaba en esos momentos en que te quedas con ganas de decir o hacer algo que sería justo y necesario, y que aclararía las ideas de algunas personas, pero que a final prefieres callar por no liarla.

Miren que es pesadita la cantinela de la Iglesia a la sacristía y la fe algo estrictamente privado. Hace unos días lo volvía a recordar la consejera de educación de Asturias. Se repiten más que el ajo, la morcilla y el pepino juntos. Curas, monjas, frailes, católicos… a las catacumbas, a vivir su fe en el ámbito de lo privadísimo, y a dedicarse a rezar y a decir a la gente que sean buenos para que puedan llegar al cielo. Lo demás, ya se sabe, es cosa de la sociedad civil.

Cada vez me entran más deseos de que eso se hiciera realidad algún día. Me da por soñar y me imagino una sociedad española donde efectivamente curas, monjas y frailes se dediquen solo a rezar y a mantenerse dentro de los muros de sus iglesias y conventos, acompañados por los fieles que lo deseen en la misa, el rezo del rosario, las devociones privadas y los dulces coloquios espirituales. Y nada más. La calle, lo público, en manos de la autoridad civil.

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5.07.14

Ojo con los funerales. Que no se conviertan en un show

Hace unos días me encontré con una feligresa por la calle. Me abordó como una exhalación para soltarme a bocajarro que cómo es posible que en la parroquia hiciéramos unos funerales tan sosos…

Me contó su experiencia. Cada año encarga una misa por un familiar fallecido hará doce o catorce años. En esas misas normalizas por un difunto lo que hacemos es nombrarlo en el memento y si acaso en las peticiones. Pues por lo visto no es bastante. Porque esta buena señora lo que me pedía era que en cada misa por su familiar hubiera homilía amplia contando lo buena persona que era el difunto e incluso que recogiésemos anécdotas o que algún familiar dijera unas palabras.

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3.07.14

Hartito estoy de la opción por los pobres

Descubro con sorpresa y dolor con cuánta facilidad se manipula y utiliza torticeramente a los pobres hasta convertirlos en arma arrojadiza. Lo sabemos desde hace mucho: todo progre desnortado y pasado de rosca lo único que sabe decirte es que hay que estar con los pobres y que pobres para arriba y pobres para abajo.

Da igual de lo que hables: oración, sacramentos, moral, liturgia, sagrada escritura… digas lo que digas, será filfa, porque aquí lo importante es estar con los pobres. Además esto de los pobres tiene una enorme ventaja, y es que exime de estudiar, rezar, pensar… Te exime, y esto sí que es curioso, hasta de las mismas reuniones o planificaciones de Cáritas. Nada vale, nada sirve, nada tiene sentido más que estar con los pobres… según el peculiar sentido que tal cosa tenga para cada uno, que en ocasiones es bastante chusco.

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1.07.14

Caricias de Dios

De vez en cuando hablo a mis feligreses de las caricias de Dios. Les digo que me impacta comprobar cómo en algunos momentos especialmente difíciles Dios nos consuela con sus caricias. Lo he comprobado con motivo del fallecimiento de mi madre. La muerte es inevitable, condición humana, y el dolor hondo, consecuencia del pecado. Pues bien, en este momento de dolor, he comprobado muchas veces cómo Dios se acerca y nos acaricia el alma para que lo podamos vivir con su consuelo.

Duro momento la muerte de la madre. Ruptura definitiva del cordón umbilical. Soledad. Mucho silencio.

En esta tarde, cuando recuerdo estos días, percibo con una claridad muy especial las caricias de Dios que nos han permitido vivir el tránsito de mi madre con mucha paz. Quería compartir estas caricias con todos, simplemente para que en ellas quizá puedan descubrir cómo Dios les ha ido acariciando el corazón en tantas ocasiones aunque quizá no siempre seamos capaces de percibirlo.

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29.06.14

En la muerte de mi madre, Alicia


Este pasado viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, de quien era especialmente devota, falleció mi madre, Alicia, a punto de cumplir los cien años de edad.

Como en el caso de mi padre, Dios me ha concedido el extraordinario favor de administrarle los últimos sacramentos y recoger su último aliento mientras le impartía la absolución sacramental y la bendición de Dios. Finalmente he tenido la dicha de presidir la misa de corpore insepulto y el entierro de sus restos junto a los de mi padre.

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