Un desconcierto quizá muy bien concertado
Parece que hay gente feliz con ello, pero un servidor lo está pasando mal. Quizá por mi propia forma de ser, tal vez por educación o genética. Qué sé yo. Lo único que puedo constatar, lo único que puedo decir ahora mismo es que solo sé que no sé nada, y que lo único que llego a comprender es que no comprendo nada.
Puede influir, no lo descarto, el hecho de que uno, en origen era de ciencias, y ya se sabe que la gente de ciencias tenemos la maldita costumbre de aceptar que dos más dos son cuatro y que la longitud de la circunferencia es diámetro por pi. Posibles deformaciones que nos dejaron tarados de por vida.

Básicamente, este post lo publiqué hace más de dos años. Pero es que ahora, con lo de los refugiados, y sobre todo con el asunto del tan próximo sínodo sobre la familia, en cuanto dices que eres partidario de lo que ha dicho siempre la Iglesia y recuerda la Famiiaris Consortio y por supuesto el catecismo, directamente te tachan de ultracatólico y no hay necesidad de discutir más.
Las Rafaelas están por todas partes. Viajan, pasean, leen y hasta se meten en internet. Y cuando algo no lo entienden, o simplemente tienen la sensación, muy posiblemente falsa, de que alguien, especialmente un clérigo, les anda buscando las cosquillas, pues además de rezar por el susodicho, que me consta lo hacen, pues directamente patalean, chillan, lo dan a conocer y me lo envían por si tuviera a bien decir algo.
Acoger. Eso no se duda. Ante el drama de los miles y miles de refugiados que están abandonando su tierra desde Siria de manera especial y desde otros países aledaños, hay que darlo todo y acoger a estas personas como sea. De hecho, hay que ver la explosión de solidaridad que se ha destapado en toda Europa y la generosa respuesta de instituciones, familias e individuos.
Los tópicos ya se sabe. Son todas esas cosas que al final tantos aceptan, aceptamos, como axioma irrebatible. Pobre religiosidad popular. Si preguntan a no creyentes, falsedad, aparentar, ganas de figurar, poco menos que la sección religiosa de cualquier revista del corazón o de cualquier programa rosa. Pero tampoco tiene desperdicio cómo ha sido denostada desde algunos sectores de la Iglesia, de esos que se autodenominan “proféticos, auténticos, de pata negra, intérpretes autorizados de las más puras esencias del evangelio por una inspiración directa del Espíritu”.