Correr a mis antiguos feligreses a gorrazos
Es que somos así. Creo que ha sido recibir el nombramiento para las parroquias de mis tres pueblos y lo rural, que uno tenía adormecido, se ha abierto paso con una fuerza incontestable.
Ayer domingo, en la misa de las 13 h., me despedí de la parroquia de la Beata Mogas. Permítanme que les haga partícipes de la celebración en la que, entre otros ilustres, conté con la presencia en la misma de nuestro director, Juanjo Romero, acompañado por su familia. Muchísima gente. Tanto el templo principal como la capilla de diario, abarrotados de fieles y mucha gente de pie. Recordaba el día de mi toma de posesión hace doce años en aquel barracón prefabricado. No creo que pasáramos entonces de cincuenta personas, y la mitad los había aportado yo… Ayer el Señor quiso recompensarme.

Es que si no, ¿para qué leches queremos acudir a la parroquia?
Este próximo domingo, día 5 de noviembre en la misa de las 13 h., me despediré de la parroquia de la Beata María Ana Mogas.
Les prometo que yo tenía hecho el propósito de ser bueno, relajarme y menos información religiosa y más rosquillas con Rafaela, con perdón por el régimen (alimenticio, claro). El problema es que a uno se lo ponen muy difícil.
Sí. Porque ayer, al llegar a la reunión del nuevo arciprestazgo, Paco, el arcipreste, me entregó un misterioso paquete. Dentro de él, una caja de buñuelos rellenos y una carta con el texto que pueden ver en la foto. No me digan que no es un detallazo.





