Los autoproclamados amigos y bienhechores de la Iglesia
Los hay, haylos, buenos, generosos, entregados y dispuestos a dar su vida y su patrimonio por la Iglesia, sea a la diócesis de A, la parroquia de B, o el convento de C. Desgraciadamente estos, los fetén que diría un castizo, son los menos. Más abundantes son los fules, los chungos, esos que, so capa de bonhomía, amor a la Iglesia y deseo de ayudar generosamente, han encontrado en curas, frailes y monjas una cantera cuasi infinita de ingenuos a los que tomar el pelo.

Es que es así. Llegas a celebrar misa a cualquiera de las parroquias y ¡ale! SORPRESA. Pero bueno, ¿qué hacéis vosotros aquí? Oigan, que estamos hablando de 80 kilómetros de distancia a Madrid, que ya es un paseíto.
A punto de salir corriendo. Hay días en que las cosas se complican y hay que afrontarlas con el mejor espíritu.
Nadie pone en duda las competencias de la Santa Sede para crear o suprimir institutos religiosos. Hasta ahí podíamos llegar. La Santa Sede entiende que una fraternidad, asociación o lo que sea mantiene una vida no es conforme a la doctrina de la Iglesia, es motivo de escándalo, no respeta derechos de otros, niega verdades de fe o no se sujeta al derecho canónico y no solo puede suprimir, sino que debe suprimir la institución.
Es lo que hay. Durante dos domingos, dos voluntarios, adoradores de Madrid, han anunciado en las misas de los tres pueblos la intención de poner en marcha en Braojos un turno de adoración nocturna. Este pasado domingo hemos mantenido una primera reunión para poner en marcha todo.