Tiempos de sacralidad
La secularización fue mantra de los años setenta y ochenta y lo sigue siendo en mentalidades que no han superado esa época. En esos años pensar en la vida parroquial de los años de la postguerra -apenas veinte años antes- era algo así como poner los pies en el pleistoceno.
La gran apuesta fue la secularización. Se comenzó por abandonar hábitos y trajes clericales para tratar de ser uno más, sin distintivos ni disfraces se decía, hasta el punto que se consideraba un gran elogio el que se refirieran a uno afirmando que “no parece ni cura". Lo de las monjas es otra cosa. Se nota lo que son. Punto.

Vamos a ser claros. Cincuenta años de reunionitis para todo han dado frutos de nada y decepción. Cincuenta años de Jesús te ama y la misa es una fiesta muy alegre, puro vacío. Cincuenta años de “a ver qué podemos hacer", unas cuantas ocurrencias sin mayor calado.
Antes de nada… ¿no decía que estaba cansado? Sí. Y lo estoy, pero no tanto que no me sea posible escribir de vez en cuando. Mis amigos se alegrarán. A quien le disguste, ajo y agua.
No sé si se han dado cuenta de que en la liturgia con demasiada frecuencia se ponen acentos en lo secundario, incluso en lo expresamente prohibido, mientras que lo esencial pasa desapercibido. Habría que arreglarlo.





