Reunionitis inicial
Inicial, media y final. No sé ya la cantidad de convocatorias que tengo sobre mi mesa para los próximos días. En esta Iglesia nuestra no hay nadie con un mínimo encargo a su persona que no decida, antes de nada y por encima de cualquier otra realidad, organizar un amplio calendario de reuniones con el objetivo fundamental de reunirnos más.
Imaginen que a don Veremundo le hacen delegado de pastoral de viudas centenarias. El organigrama es siempre el mismo: contarnos la importancia fudamental de esa pastoral en cada parroquia, conseguir una persona responsable en cada una de ellas y, a partir de ahí, reunir a los responsables, organizar una coordinadora de arciprestazgo, vicaría y diócesis, implicar a los párrocos, programar retiros específicos y alguna celebración en la catedral y, que no se me olvide, varias sesiones de formación para las personas implicadas en el asunto.

No hermanos, no. No se hagan ilusiones pensando que la superación de esquemas rígidos, y la derrota de esa forma de pensar consistente en que lo blanco es blanco y lo negro negro nos hacen entrar por fin en caminos de libertad y de misericordia. Todo lo contrario. El depende como gran categoría, lejos de ahondar en libertades y ser garantía de una forma de pensar en la que de verdad quepamos todo, en realidad es el arma definitiva de la peor de las dictaduras que, lejos de disponer y aplicar un código de derecho claro y unos criterios, principios y dogmas del todo clarificados, opta por un aparentemente bunismo basado en que en el fondo todo depende, pero que al fin y a la postre se convierte en patente de corso para el que manda.
No sé por qué hay gente nerviosa con esto del sínodo de la sinodalidad. De acuerdo en que parece que a las Rafaelas del mundo no les importa, ni saben ni preguntan. Vale que los temas sean preocupantes. De acuerdo con que algunos de los sinodales elegidos directamente por Francisco, como el P. James Martin, S.J., no barrunten cosa buena y que el predicador de los ejercicios previos, el dominico P.