¿Se está preparando el futuro sor Teresa Forcades?
Cualquier cosa, Señor, en estos mundos. No sale uno de un susto y se mete en otro. Acabo de enterarme que Teresa Forcades y Arcadi Oliveres entran en política. A mí como si entran en crisis, en el metro, en el bus, o en la asociación para la defensa del robellón, se casan, bailan una sardana o se ponen el huelga de hambre. Me trae completamente sin cuidado.
El problema en este caso es que la una tiene prefijo: “sor” y el otro sufijo: “Justicia y Paz”. Y ahí comenzamos a no entendernos. Que Arcadi Oliveres se monte una plataforma independentista y de izquierdas me trae al fresco. Pero que el presidente de Justicia y Paz se dedique a la política partidista me parece aberrante. Yo, deben ser cosas mías, quiero un presidente de Justicia y Paz de otra manera: que tenga como principio fundamental promover la justicia y la paz según la doctrina de la Iglesia. Quiero entender desde mis pobres entendederas que difícilmente eso va a ser posible cuando uno hace pública opción de izquierda radical, independentismo en lo que específicamente denominan una opción de “izquierdas y soberanista”. Pues que lo haga el señor Oliveres, él sabrá, que ahí esté el presidente de Justicia y Paz me chirría.

Siempre hay un espabilado que, con voz de suficiencia, y como si acabara de descubrir la cuadratura del círculo proclama con una medio sonrisa de conmiseración ante los pobres mortales que tienen la paciencia de escucharle, eso tan poco original de que “es preferible un sacerdote comprometido con los pobres, que uno puntilloso en la liturgia o la doctrina”.
Si en algo estamos de acuerdo todos es que sor Lucía Caram, como la España de Fraga, “es diferente”. Un día se encontró con un micrófono en la mano y unos palmeros que jaleaban sus ocurrencias y desde entonces no ha dejado de hacer méritos para estar cada día en el “candelabro” mediático, sin importarle a costa de qué.





