Hora de lustrar los candelabros de bronce
Verán como rápido me acusarán de fomentar la violencia, ser poco evangélico, nada manso de corazón, exaltado fascista, instigador de rencores, promotor del candelabro y defensor del palo y tentetieso. Me da exactamente lo mismo.
El caso es que uno se va hartando de que le toquen las narices bajas, cada día con más provocación y cachondeo y que aquí nunca pase nada. Estoy no cabreado normal, sino súper mega ultra hiper maxi macro archi poli multi cabreado como una mona por la última gracia de las “femen” en el cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama. Un cementerio que acoge los cuerpos de miles de personas asesinadas por puro odio a sus ideas y especialmente a la fe. Pues resulta que estas simpáticas chicas, las mismas que montaron su show en la catedral de la Almudena, o agredieron personalmente al cardenal Rouco Varela, decidieron ayer darse una vuelta por el cementerio de los mártires y profanar nada menos que la gran cruz que lo preside.

He escrito alguna vez más sobre las llamadas misas con niños. He de insistir en que me dan un cierto repelús y por ser discreto. Mi experiencia me hace comprobar que lo que en lenguaje vulgar se llama en las parroquias misa con niños o misas de familias suele ser en el mejor de los casos una celebración mucho más que discutible. Las razones, varias.
Titular un artículo es un arte. Hay titulares que despiertan curiosidad, otros animan a la lectura, y otros confunden sobre el contenido.
Supongo que cuatro y mal contados, y que muchos me dirán que no merece la pena ni siquiera hablar de los panfletos de Redes Cristianas y de tanto escrito, tanto papel y tanta denuncia de pacotilla. Pues claro que merece la pena, porque una obra de misericordia es enseñar al que no sabe y todavía queda por ahí mucho despistado que se cree que ser cristiano fetén es prenderse cuatro muletillas, sacar dos veces la palabra pobres y citar al papa Francisco. Con eso, más santos que Teresa de Calcuta. Pobres.
        




