Avisos y otras anécdotas parroquiales
Es que uno ya no sabe cómo hacer las cosas. Reunión de catequistas hace unos días. Siempre escasos como en toda parroquia que se precie. Una catequista: claro, como no se dice que se necesitan catequistas…
¿Que no se dice? Desde junio no menos de seis o siete avisos en las misas dominicales, se ha informado al menos en cuatro de los correos semanales que envía un servidor, y ha estado la intención justo al pie de la custodia en la capilla de la adoración perpetua todo el mes de septiembre como “intención del mes”. Pues si con todo eso una catequista no se ha enterado, imaginen el resto… Y la cosa sigue…


Una familia acaba de despedirse de la parroquia. No volverán más, y me dicen que no son los únicos. La razón es que han descubierto que somos una parroquia que no da facilidades.
No sé en otras diócesis, pero en Madrid, lo más común, es que los niños reciban su primera comunión en cuarto curso de primaria, es decir, entre los nueve y los diez años, y después de cursar tres años de catequesis, tras los cuales la inmensa mayoría desaparecen hasta vaya usted a saber cuándo.
Qué vergüenza, qué tomadura de pelo y vaya escándalo justo en el domingo en el que las lecturas dicen algo de una piedra de molino al cuello.





