Tocan a rebato
Qué mal deben pintar las cosas, qué malas las noticias, las encuestas y las impresiones para que medios que en otros tiempos se mostraron tan críticos con san Juan Pablo II y Benedicto XVI hayan tocado a rebato las campanas de su redacción, llamado a todos los colaboradores y se inventen formas, adhesiones, estudios y teologías para decirnos que viva Francisco y que es obligatorio aplaudir cualquiera de sus ocurrencias, sea la que sea, bajo pena no de condenación eterna, porque estos son de los del infierno vacío, que lo acaba de decir el papa, pero sí de romper la comunión eclesial, que es el mantra que se han buscado para acallar cualquier voz discrepante.
Las cosas pintan muy mal. Fiducia supplicans ha sido una bomba que no saben cómo detener ni presentar de una forma medio aceptable. Ha sido, está siendo, contestada por medio mundo y no es fácil decir que todos los obispos de África, por ejemplo, están rompiendo la comunión eclesial. Ya. Y la favorecen medios que llevan años destrozando la teología, ciscándose en la doctrina de la Iglesia y alentando toda disidencia, a la vez que nos han tenido acostumbrados a la crítica enfermiza contra los que simplemente no les han reído las gracias.

Es el último reducto de los monjes jerónimos, que llegaron a ser más de mil en el siglo XIX y que tras la exclaustración obligada fruto de la desamortización, llegaron a extinguirse. Hoy la
La Fiducia no se para. Parece mentira que una declaración de Doctrina de la Fe lleve tres semanas en el “candelabro”. Día tras día reacciones, a favor, en contra, en ya veremos, en depende… Dicen que ahí por Santa Marta no saben muy bien cómo gestionar el asunto, y más tras comprobar como el libro del sacerdote, hoy cardenal prefecto de Doctrna de la Fe, Víctor Manuel Fernández, Tucho Fernández para los amigos, titulado “La pasión mística” se ha convertido en best seller eclesial esta semana.
Hace tiempo que he decidido dar la razón a todo el mundo. No me cuesta trabajo, quedo estupendamente y los demás tan felices. Además, seamos claro, es que hay gente con la que no merece la pena discutir. Ganas de perder el tiempo.
El papel lo aguanta todo. Las cámaras casi. La propaganda, mucho menos que antes, porque tenemos unas redes sociales que todo lo cacarean y nos dan la posibilidad diaria de confrontar las buenas ideas con la realidad.